Capítulo 8

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Pov Samantha Rivera.

-Necesitas dejarme ir -quite mi brazo derecho de mis ojos, para fijarlos en Ari, que se encontraba envuelta en una gigantesca toalla, parada al lado de la cama en la que yo estaba acostada.

-¿Cómo dices? -el hecho de saber que debajo de esa toalla, atada por un inestable nudo, Ari estaba desnuda, me hizo estremecer, sentí el primitivo instinto de arrojarla sobre la cama y hacerla mía de una vez.

-Que debes dejarme ir

Suspiré.

-Y de vuelta a la fase uno... -susurre, mientras volvía a cubrirme el rostro con un brazo, bloqueando los rayos de sol que entraban por aquel ventanal.

-Samantha, esto no está bien

Bufando, me puse de pie, quedando a solo unos centímetros de Abril.

-Cariño... -susurré, tomando su mentón entre mis dedos y alzando su barbilla- ¿Acaso escuchaste lo que te dije durante el viaje? Soy una mafiosa. Ma-fi-o-sa, y ser una mafiosa no se encuentra entre las profesiones más honorables del mundo

-Dijiste que no secuestrabas a mujeres

-No lo hago, ese no es mi negocio

-Dices que no lo haces y sin embargo, aquí estoy

-Dijiste "Mujeres", en plural. No secuestre a muchas mujeres, solo a una -sonreí angelicalmente, y me gire hacia la maleta, atrayendola hacia nosotras- Ahora vístete

Sus enormes pozos avellana chispearon de picardía durante unos segundos, después sonrió lentamente.

-¿Tanto te afecta verme así, Samantha?

Sonreí, tensa, y me gire hasta llegar a su altura, nuestras narices se rozaron cuando hable.

-Si vuelves a desafiarme de esa manera, pequeña, tendrás que hacerte cargo de las consecuencias. Y créeme, no creo que quieras hacerlo, así que vistete y ve hacía el comedor

Me volví a girar, dejándola allí, con el ceño fruncido y las mejillas ruborizadas.

-¿Necesita algo mas, señorita Rivera? -levante mi vista hacia Rosa, nuestra cocinera dentro de la isla, que me miraba con algo parecido a la ansiedad.

-No, Rosa. Muchas gracias -le respondí mientras me sentaba en una silla de la mesa, repleta de diferentes comidas.

-Adiós, señorita

-Adiós, Rosa

Fije mi vista en el océano que se divisaba a lo lejos, suspiré, recordando los momentos felices que había vivido durante mi infancia en aquel lugar.

No la sentí llegar, pero cuando gire mi vista, Ari, usando un hermoso vestido playero de flores azules, estaba sentada frente a mi, mirándome pensativa.

-Estas triste -susurro.

Frunci el ceño.

-No lo estoy

-Si lo estas

-¿Por qué piensas que estoy triste?

-Tu mirada, es como si se hubiera oscurecido, y tienes un aire nostálgico

Me sorprendi de lo observadora que era, pero preferí guardarme ese pensamiento.

-No estaba triste. Solo estaba pensando -dije, y Ari prefirió dar por cerrado el tema.

-¿Quién preparo todo esto? -pregunto, observando la enorme cantidad de platos

-Rosa, la cocinera

-Rosa, la cocinera... -repitió- ¿Acaso Rosa la cocinera pensó que eramos cincuenta personas?

Suya | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora