Alfas

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Alfas



La solemnidad del Norte confundió a más de uno en la Fortaleza Roja, cuando el rey ungió a Rickon Stark como el nuevo Lord Stark, Guardián del Norte y el Muro. Aegon sintió lágrimas en sus ojos al ver a su cachorro hincar una rodilla y recibir la espada de acero Valyrio de Cregan, que ahora era suya como lo sería más delante de sus hijos, con la aprobación del rey como el nuevo Señor del Norte, escuchando a su vez el juramento de lealtad de Rickon a quien luego abrazó. El chico Omega aguantó bien el no llorar durante la ceremonia, buscando con la mirada a Aegon como soporte, ese sonriéndole desde su sitio, junto a Aemond, los dos emocionados por su nuevo nombramiento.

Un aroma tenue llamó la atención de Aegon, notando que provenía de su hijo, a quien miró algo confundido porque no era por motivo de la ceremonia, en definitivo. Frunció su ceño al notar un sonrojo en su cachorro, este mordiéndose ligeramente su labio inferior con sus manos detrás de la espalda jugando nerviosas con su capa de cuello peludo, pareciendo no querer ver hacia arriba. La mirada de Aegon de inmediato buscó qué o a quién estaba evadiendo, esos ojos filosos de madre inspeccionando los pocos rostros presentes en la Corte, deteniéndose en el culpable, Lucerys Velaryon. Aunque este solo estaba sonriendo para sí mismo, cruzado de brazos y hablando con un Guardia Real, algo le dijo a Aegon que había posado sus atrevidos ojos en su niño.

—Madre —Rickon fue hacia él, cuando todo terminó, abrazándolo.

—Estoy orgulloso de ti, hijo mío. Serás un gran Stark.

—Vaya, ahora eres Lord Stark —bromeó Aemond, todavía algo sonrojado.

—Tú no vas a quedarte atrás ¿cierto, madre? Serás un príncipe.

—Siempre he sido un príncipe.

—Basta con eso —cortó Aegon, abrazando a los dos— Tenemos un banquete por atender, Lord Stark merece celebrar esto.

—¿El Norte estará orgulloso?

—Lo está, Rickon, lo está.

Ya no había más batallas serias, solamente uno que otro levantamiento de quienes todavía fieles a Daemon Targaryen buscaban alzar la voz en contra del rey Jacaerys. El Norte todavía no terminaba con su deber, aplacando esos levantamientos, asegurando el trono para Su Majestad y arreglando el escabroso tema del heredero. Aegon se topó con Jacaerys en un pasillo, haciendo una reverencia, los dos caminando con una Guardia Real detrás.

—Fue muy generoso de tu parte hacer esa ceremonia, Majestad, con entregarle la espada hubiera bastado.

—Todo lo que haga no será suficiente para honrar la memoria de mi mejor amigo. ¿Cómo están ustedes?

—Mejor, los días y las noches se llevan poco a poco el duelo. No que eso disminuya la pena que habita en nuestros corazones.

—¿Aemond?

Sweet child o'mineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora