Juntos

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Juntos



El campamento estaba lleno de aromas dispares, pero en general existía un ambiente relajado luego de varios días peleando de sol a sol. Aegon bufó, tumbándose en la cama de pieles, subiendo su pie a la cama para quitarse su bota con un gesto de dolor. Se había torcido el pie al caer de Sunfyre durante su última batalla, se habían rotos las correas y por nada casi se mataba, afortunadamente los árboles le soportaron lo suficiente para caer sin tanta fuerza. Una sonrisa apareció en su rostro cuando olfateó a su Alfa caminando hacia la tienda a paso vivo, porque claro, lo había visto caer a lo lejos. Cregan casi arrojó su espada y yelmo antes de ir hacia él, tomando su pie con delicadeza.

—¿Quieres que llame al Maestre?

—No hay necesidad, solo necesito algo frío.

Luego de tener envuelto su tobillo en un trapo frío, su esposo le dio un masaje, revisando que no tuviera dislocado nada. No tenía gran cosa más que músculo resentido. Cregan gruñó apenas, mirándolo.

—No debiste acercarte tanto a esas ballestas.

—Era eso o ver a mis lobos ser atravesados por flechas.

Recibió un beso apurado, con una caricia en su mejilla que le dijo lo muy angustiado que estaba su Alfa por él, pero es que Aegon no había podido mantenerse en la retaguardia luego de ver el espantoso escenario de la guerra que Daemon dejó caer sobre Poniente y por una razón estúpida, aunque mostraba su verdadero interés por hacerse del trono. Se podía decir que la culpa la había tenido Jacaerys, solo que tampoco se le podía responsabilizar del todo porque era un asunto de parejas al final del día. Todo había comenzado cuando Daemon se enteró que Jacaerys nunca había tocado a sus dos hijas, el viaje de Essos pretendió ser la última esperanza de las princesas de incitar el deseo de su esposo hacia ellas sin conseguirlo, simplemente esa chispa para que al fin consumaran su matrimonio jamás sucedió.

El joven príncipe había alegado que padecía de una mal adquirido en Myr que le impedía cumplir con su deber como Alfa, tomando un té medicinal para remediarlo. Alguien, seguramente espía de Daemon, se enteró que ese té en realidad era para suprimir los Celos Alfa de Jacaerys, porque jamás había enfermado de nada y de eso estaba bien enterada su madre Rhaenyra, quien había estado ocultando su secreto en espera de que las cosas cambiaran porque su hijo se lo había pedido. Entonces, Daemon llevó el asunto ante el rey Viserys quien cayó muerto del trono cuando su hermano e hija comenzaron a pelear ahí frente a él, llevando las cosas bastante lejos y de forma hiriente.

Rhaenyra acusó a Daemon de causar la muerte de su padre con semejante problema, Daemon la acusó de traición y la guerra estalló. Unos apoyaron a la legítima heredera, otros al Príncipe Canalla. Poniente comenzó a sangrar porque una de las primeras cosas que hizo Daemon fue asesinar a cuanto opositor se le presentara cuando viajó de reino en reino exigiendo la lealtad para su causa. El matrimonio entre Jacaerys con las princesas Baela y Rhaena se disolvió, por supuesto, pues ellas fieles a su padre se unieran a él en la guerra. Fueron tiempos muy oscuros, donde unos lores de pronto estaban con Daemon y de pronto se pasaban al lado de Rhaenyra y viceversa.

Sweet child o'mineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora