Hijo

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Hijo


Aegon sujetó la mano de su Alfa, sonriéndole para darle confianza una vez que les anunciaron que los pequeños príncipes arribaban a la fortaleza sanos y salvos de su viaje desde Braavos. Sabía que Jacaerys estaba nervioso, no iba a ser una reunión fácil luego de la guerra en contra de uno de sus padres. No tenían muchas expectativas sobre la aceptación de los cachorros, era más que seguro que hubiesen sido influenciados por Daemon o Baela durante ese tiempo, así que el rechazo era posible. Miró a sus hijos detrás de ellos, presentables y también algo curiosos por ver a los niños. Los banderines aparecieron, con la Guardia Real escoltando al infante Aegon y su hermanito Viserys, ambos de la mano con ojos bien abiertos, caminando entre los feroces Alfas que los protegían mirando alrededor.

—Aegon, Viserys, bienvenidos a casa —saludó el rey, sonriéndoles.

Lo dejó adelantarse para que hablaran entre ellos, esperando paciente por su presentación, solo observando de lejos esas caritas nerviosas, confundidas. No mostraron desprecio como hubiera imaginado, simplemente mucho desconcierto y miedo, lo que le dijo que habían estado lejos de su padre todo ese tiempo, lo cual era una ventaja al menos para ganárselos. Jacaerys terminó de saludarlos, girándose hacia él con una mano en alto para que la tomara, caminando hacia ellos con una sonrisa discreta al ser nombrado.

—Sé que no lo deben recordar, él es otro Aegon —bromeó su esposo— Mi Omega y Rey Consorte.

—Altezas, bienvenidos.

—Y ellos son nuestros hijos, el Príncipe Heredero Aemond y el príncipe y Señor del Norte, Rickon Stark.

Fueron presentaciones cortas, sin mucha incomodidad, los principitos casi pegándose a las piernas de Jacaerys al ser el único que conocían entre todos los nuevos rostros de la fortaleza. Los llevaron a sus aposentos, presentándoles sus nodrizas como sirvientes de confianza que Aegon había elegido cuidadosamente, dejándolos con su hermano mayor, tenían mucho qué decirse y era mejor a solas sin más presentes para que los cachorros tuvieran la confianza de sincerarse. Eso habían acordado también, dejarlos expresar todo lo que sentían pues la guerra debía haberlos dañado de una u otra manera, si deseaban sanar las heridas de la familia, nada mejor que exponer sus causas en esos pequeñitos Alfas todos temerosos.

—Vaya que son tiernos —comentó Rickon— Tan diferentes a su padre.

—Quiero que se comporten con ellos, y cuando digo comportan es en serio, Rickon, no tienen el humor para sus bromas usuales.

—De acuerdo, de acuerdo.

—Aemond, cuento contigo.

—¿Crees que vaya a ser difícil que nos acepten?

—El tiempo lo dirá.

A la hora de la cena todo fue más ligero, los cachorros sonreían tímidamente, siempre dirigiéndose al rey o a sus nodrizas, sin levantar la mirada hacia Aegon o sus hijos. Poco a poco, era un camino empedrado. Jacaerys los llevó a sus camas, volviendo con él respirando hondo.

Sweet child o'mineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora