Celos

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Celos


Aegon respiró hondo, arreglando sus ropas, asegurándose de que no hubiera nada delator en ellas, alisándolas un poco antes de ir hacia las puertas practicando su andar para que no fuese tan tembloroso si bien el aroma de Jace en todo su cuerpo iba a decir lo que recién había pasado. El rey tenía un apetito insaciable, no que se quejara de tal cosa, estaba más que encantado de que Jacaerys lo encontrara tan deseable que sus encuentros íntimos ya no se restringían a las noches en la recámara real o quizá era ese instinto Alfa de probarle a todo el palacio que era su Omega en toda la extensión de la palabra. Como fuese, ahora tenían días bastante interesantes con una pareja que aprovechaba algún tiempo libre entre deberes para estamparlo contra el mueble más próximo y arrancarle cuantos gritos se pudieran.

Pasando una mano por sus cabellos para alisarlos, Aegon empujó las puertas de la sala de armas donde su Alfa lo había dejado medio muerto de cansancio. Le dolían sus caderas, su espalda baja reclamaba algo de reposo que no iba a encontrar pues aun era mediodía, había mucho por hacer.

-¡Su Majestad! -Tyland le saludó al ir a su encuentro, haciendo esa brevísima pausa al olfatearlo y hacer como que no lo había olfateado- Estamos listos con los documentos de...

Gobernaba los Siete Reinos en igualdad con Jacaerys, para espanto de algunos que no creían que un Omega tuviese los talentos para ello, otros estaban muy agradecidos con la idea del rey, pues era el nieto de Otto Hightower, quien en su puesto como Mano del Rey había conseguido un período de paz y prosperidad para Viserys I que pocas veces iba a verse en la historia de los Targaryen. Había puesto su grano de arena en el asunto estudiando junto a Aemond para no decepcionar a su esposo con semejante gesto de confianza, además de que había montones de cosas por hacer luego de una guerra que esperaba su final con la captura del Príncipe Usurpador y sus cachorros.

Aegon también sospechaba que esos deberes guardaban una intención oculta, Jacaerys era un padre consentidor, así que mantenerlo lejos de cierto principito caprichoso que gustaba revolotear cual mariposa alrededor de la figura de Lucerys Velaryon necesitaba la complicidad paterna. No que Rickon se quedara atrás, pero al menos la responsabilidad como Señor del Norte enfriaba los ímpetus de su cachorro, no su interés por el mentado Lord Blackwood cuyos cortejos ya habían comenzado para su susto. Le parecía que apenas había sido el día de ayer cuando lo bañaba para quitarle el lodo y nieve atorados en sus cabellos por rodar en los bosques creyéndose un lobo de verdad, ahora era un príncipe que encabezaba su propio concilio para cuidar del más grande reino de Poniente.

-Los preparativos para la Ceremonia de Coronación están casi listos -le informó Tyland, pasándole documentos a firmar- ¿De verdad se realizará con el príncipe Daemon aun suelto?

-No hacer nada es darle a entender que tenemos miedo de su persona y eso no va a suceder.

-Nuestros hombres están cerca ya de Braavos, pronto tendremos a los pequeños príncipes.

Sweet child o'mineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora