013. Para hacer el bien se ha de hacer el mal.

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—¿Por qué no me ha informado? —le preguntó Price a Shepherd. La llamada sufrió una pequeña interferencia.

—Pues ahora ya te puedes dar por informado, John —respondió el hombre.

—Gracias. Gracias por nada, general. Llegas un día tarde y con un misil menos. Hay tres, solo encontramos dos.

—Pues entonces, ponte manos a la obra y arréglalo —ordenó Shepherd. Suspiré sutilmente.

—¿Y quién te arregla a ti, eh? —masculló el capitán.

—No lo necesito. Soy un patriota protegiendo a su país. —Alcé una ceja, Price se levantó de la silla. Estaba enfadado, cualquier persona con ojos en la cara lo notaría.

—Hago lo que hay que hacer y nadie viene a mandarme o a marcarme límites. Sé qué es lo mejor para la causa. —Soap me miró con el ceño fruncido, yo me encogí de hombros. Era increíble verme envuelta en asuntos de un país que no era el mío, supongo que los demás estaban igual.

—Has perdido el juicio, general.

—Y tú has olvidado por qué luchas, John. Para hacer el bien se ha de hacer el mal. Cuando la cagamos, lo enterramos, esto es así...

—Sí... —masculló Price—. Pero nunca entre nosotros.

—Necesitas apagar ese lado de tu cerebro y enfrentarte al verdadero enemigo.

—Quizá deberías retirar a tu Shadow.

—¿Graves?

—Sí —respondió Price. Shepherd comenzó a reír.

—Solo es un chucho con un hueso, y te recomiendo que no intentes quitárselo.

—Última oportunidad para que cambies de idea.

—¿Y si no, qué? —preguntó el general.

—Si no, iré a por él, y luego a por ti. —Price cerró el portátil y nos miró.

—Síganme —ordenó Alejandro.

Gaz, Soap, Ghost y yo caminábamos por detrás de Price, que lo hacía a su vez de Alejandro. El coronel abrió dos enormes puertas de madera, dejando a la vista una gran sala con decenas de Vaqueros en ella.

—¡Órale! Vaqueros, pongan atención —les llamó mientras nosotros nos situábamos alrededor de una mesa, donde nos esperaba Rodolfo.

—Escuchad. Vamos a recuperar vuestro cuartel, al prisionero y a matar a Graves —dijo Price.

—¿Cuándo? —preguntó Rodolfo.

—Mañana por la mañana —respondió Ghost.

—Lucharemos contra los nuestros. Ahora ya no somos los 141 o los Vaqueros. Somos uno. —Ghost sacó de una bolsa negra varias máscaras y las tiró en la mesa. —Los Ghost.

De repente, Ghost se quitó su máscara. Parpadeé un par de veces y le miré con detenimiento. Sus facciones estaban bien definidas y tenía alguna que otra cicatriz adornando su cara. Su pelo era de un marrón claro, parecido a sus ojos. Aparté rápidamente la mirada y la posé sobre las máscaras para que no notase que le había estado observando, quizás, en exceso. Era ciertamente atractivo, no me mintió.

—Me alegra verte, Simon —dijo Price—. Adelante, pillad máscara. Si no, pues no.

En el momento en que fui a agarrar una al azar, mi mano se chocó con otra. Y, como si de una serie romántica se tratase, era la de Ghost. Se la cedí. Sentí un poco de vergüenza ajena al hacerlo y agarré otra.

Nos la pusimos, como si fuese una especie de ritual. Me pregunté de dónde las habrían sacado con tan poco tiempo de margen, pero no sería quien se lo dijera a Ghost.

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2023 ⏰

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consume | simon "ghost" rileyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora