Una vez más

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Mi respiración agitada era lo único que se escuchaba por la mañana en las calles de Seúl. Corría a toda prisa aunque mis pulmones no fueran capaces de contener tanto aire para moderar mi respiración.

Era la tercera vez en la semana que iba tarde justo cuando se nos había dado la orden de llegar puntuales.

¿Por qué decidieron cambiar el horario de entrada toda esta semana? Era terrible tener que estar en la oficina a las seis de la mañana. Aunque en mi diálogo interno seguía quejándome, por fuera sólo podía reflejar cansancio y prisa.

Sólo faltaban un par de metros más para por fin estar frente a las puertas del edificio de la radiodifusora.

Una vez dentro me topé con más empleados que estaban acomodando su peinado o alisando su ropa con las manos. Al parecer no era la única a quien se le complicaba levantarse temprano.

Antes de ir al elevador como todos, hice una pausa en los aseos, necesitaba cambiar mis cómodos zapatos por unos tacones. Estaba en la labor cuando escuché a dos mujeres hablando del jefe.

―El señor Seo se veía molesto esta mañana, parece que su secretaria no ha llegado para comenzar a trabajar ―ella soltó una risa discreta.

―No es la primera vez que sucede, no se por qué le sorprende.

Abrí la puerta del cubículo donde me encontraba y las enfrenté no para discutir, necesitaba información.

―¿Está en su oficina? ―pregunté con la esperanza de que dijeran que no.

―S... Sí, hace unos minutos preguntó por su secretaria en recepción pero aún no llega.

Sin decir nada más salí de ahí fingiendo no tener prisa, pero una vez fuera corrí hacia los elevadores. Necesitaba estar ahí arriba lo más pronto posible.

Mientras esperaba pacientemente por el elevador, sentía cómo las palmas de mi mano comenzaban a sudar por el calor o por los nervios, no podía saberlo.

Las puertas se abrieron y entré junto con otros empleados que fueron descendiendo poco a poco conforme esto se iba deteniendo. Un par de pisos después, ya estaba sola dirigiéndome a la oficina del director.

Estaba nerviosa por el castigo que me pondría esta vez.

Las puertas se abrieron y me dirigí hacia mi puesto de trabajo, dejé mi bolso sobre la silla del escritorio y caminé hacia la puerta de la oficina del director.

Emití un suspiro antes de ingresar para poder relajarme. Estar con él siempre me ponía tensa y eso alteraba todos mis sentidos.

Una vez dentro observé por todas partes para dirigirme a él, pero no parecía estar en su oficina. Di la vuelta y cerré la puerta para poder ir hacia su escritorio a esperar por él.

Estaba a punto de avanzar cuando alguien me abraza por la espalda y me recarga contra su pecho.

―¿Kang Joon? ―pregunto nerviosa mientras sigo atrapada entre sus brazos.

―Vuelves a llegar tarde. Te extrañé tanto que no podía seguir trabajando sabiendo que tú no estabas esperando por mi.

―Claro, claro. Estamos en el trabajo ya, tranquilízate y no vuelvas a abrazarme.

―Ese será tu castigo, cada vez que te llame a la oficina tendrás que caminar hacia el escritorio para abrazarme ―ordenó mientras plantaba un beso sobre mi cuello, aún sin permitirme voltear a verlo.

Hace dos días el castigo fue sentarme en sus piernas cada que me llamara. Había sido difícil hacerlo porque de vez en cuando otros trabajadores llamaban a la puerta y entonces yo los recibía con la cara más roja que un tomate.

―No puedo hacer eso jefe, pidame otra cosa. Irme tarde a casa podría ser otro castigo menos... ya sabes.

―Si te dejo ir tarde a casa me estaría castigando a mi mismo, olvídalo, un abrazo cada que te llame a la oficina ―sentenció ―Aprovechando que ya estás aquí.

Me hizo girar y al quedar de frente me volvió a envolver en sus brazos. Esta vez correspondí su abrazo y también lo estrujé mientras me llenaba del aroma de su fragancia.

Nadie sabía de lo nuestro, nadie se podía imaginar que llevábamos ya dos años de una relación a escondidas de todos los empleados de la empresa y eso me gustaba.

Habíamos pasado de besos furtivos en el elevador a citas nocturnas en restaurantes, de tomarnos las manos en las escaleras de emergencia a pasar noches juntos en su departamento o en el mío.

―No vuelvas a llegar tarde y así no tendré que castigarte ―susurró junto a mi oído, enviando escalofríos por toda mi columna.

―No pasará. Ahora tengo que irme porque hay que seguir acomodando la lista de patrocinadores de la segunda mitad del año.

Sin decir más escapé de sus brazos y caminé con prisa hacia mi escritorio.

Un suspiro escapó de entre mis labios después de haberme sentado frente a la computadora, necesitaba enfocarme en el trabajo en lugar de en el hombre que esperaba ocupado dentro de su oficina.

Después de un par de minutos tecleando sin descansar, terminé de corregir uno de los informes y decidí estirar ligeramente mis brazos para descansar. En ese momento el teléfono comenzó a sonar y respondí en automático.

―Habla a la oficina del CEO Seo Kang Joon.

―____________ ven a mi oficina, necesito verte ―llamó mi jefe.

Colgue rápidamente y me dirigí hacia la oficina, pero él ya estaba en el marco de la puerta esperando por mi.

Su amplia sonrisa al verme me hizo sonreir de vuelta. Él abrió los brazos y yo me dejé envolver por ellos. Nunca me cansaría de esta relación, nunca podría haber estado más feliz realizando un trabajo en oficina.

One shots (Seo Kang Joon y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora