Encuentro inesperado (1)

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Finalmente estabas yendo a casa. Después de una larga jornada ayudando en el refugio de animales del vecindario donde vivían tus padres, por fin pudiste retirarte con satisfacción hacia tu departamento.

Aunque sonreías por haber ayudado a los animalitos sin hogar, la satisfaccion no evitaba que tus piernas se sientieran agotadas después de permanecer casi doce horas consecutivas sin sentarte. Tus pies cansados hacían que arrastraras tus pisadas por las escaleras hasta alcanzar finalmente la puerta.

Como pudiste te lanzaste directo hacia la cama y sentiste todo el cansancio desaparecer bajo el colchón, aunque inmediatamente aquella sensación de liberación fuera ecplisada por el sonido proveniente de tu estómago recordando con firmeza que llevabas la misma cantidad de tiempo sin ingerir alimento.

A regañadientes cambiaste tu bata blanca con huellitas de animalitos por una camiseta de algodón que te cubría lo suficiente para estar en tu propio hogar sin caer en el exhibicionismo. Abriste el refrigerador y el frío te erizó la piel, peor fue la sensación de escalofríos que te transmitió ver que no tenías nada comestible en casa.

Aún con fatiga te colocaste un hoodie azul con blanco, metiste tus pies en unas sandalias de goma y bajaste las escaleras para ir a la tienda de conveniencia por algunos fideos instantáneos y un bowl de arroz precocido.

Comer en la tienda no era algo lujoso pero hoy tendría que ser suficiente para saciar tu hambre. Una vez que deboraste la comida cogiste una paleta helada del pequeño refrigerador y saliste de ahí en dirección a casa, por fin podrías dormir en paz y sin ninguna preocupación.

Al pasar por el frente del edificio te acercaste a los contenedores de basura para arrojar el envoltorio de la paleta y su palito de madera. Estiraste el brazo para depositar la basura pero ver el movimiento detrás de unas bolsas blancas detuvo tus acciones.

Con todo el miedo del mundo estiraste el cuello para tener una mejor vista de lo que se estaba moviendo, era un chico que se encontraba detrás de las bolsas de basura. Tuviste que cubrir tu boca con ambas manos para ahogar el grito que recorrió tu garganta, no esperabas encontrar a alguien ensangrentado afuera del edificio y a mitad de la noche.

―Un médico, llamaré a la ambulancia para que te lleven...

―No lo hagas― habló el chico haciendo una mueca de dolor.

¿Cómo quería que no llamaras a la ambulancia si estaba muriendo en la calle?

―Ayudame. Necesito ponerme de pie.

―Pero estás herido, necesitas otro tipo de ayuda.

―Ayudame― insistió.

Aún sabiendo que la mejor decisión era llamar a la ambulancia, te acercaste a él para ayudarlo a ponerse de pie. Como pudiste bajaste hasta quedar a su altura y, en cuclillas, hiciste de todo para poder levantarlo lentamente. El hecho de verlo casi erguido te gizo notar que la sangre que embadurnaba sus manos y rostro había brotado de un corte en su costado, a la altura de las costillas.

Con mucho esfuerzo lo llevaste escaleras arriba hacia tu departamento, el cansancio de la nada se había disipado y la adrenalina se había instaurado en su lugar. Si aquella persona tenía una herida de esa magnitud probablemente significaba que estaba metida en algún asunto ilegal y tu no tenías ganas de meterte en sus asuntos.

―Corres con suerte, acabas de encontrarte con una experta en medicina― mencionaste cuando estaban enfrente de tu puerta.

―Necesito ayuda.

―Pero por desgracia trabajo con animales, no puedo hacer nada contigo.

Y era verdad, si te atrevías a operar a una persona sin tener una cédula podrías estar en un gran problema.

One shots (Seo Kang Joon y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora