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22/11/97

Los días pasaban, Klebold y Bellerose cada vez eran más unidos, sin darse cuenta de que poco a poco ambos empezaban a necesitarse.

La chica estaba sentada en frente de su tocador, dando unos últimos retoques a su maquillaje; este solo consistía en algo de colorete y labial rosa. Era sábado y el chico, el día anterior la invitó a tomar algo. Se levantó y empezó a guardar un par de cosas en un pequeño bolso que iba a llevarse consigo, el sonido del timbre resonó por toda la casa haciendo que se sobresaltara, rápidamente salió de su habitación, corriendo escaleras abajo. Por alguna razón estaba emocionada.

Al llegar abajo se encontró a su hermano mayor hablando con el que iba a salir, tomó aire antes de hablar.

— Hola. - sonrió, su amigo le devolvió la sonrisa, devolviéndole el saludo. - Nosotros nos vamos ya, Tevaite.

— No llegues tarde, ya sabes cómo es papá. - esta asintió con la cabeza, dejó un beso en su mejilla antes de salir por la puerta junto con su acompañante.

Caminaron hasta su vehículo color negro y como se hizo de costumbre estos días, le abrió la puerta.

Cuando los dos ya se encontraban adentro, empezó a conducir. La música estaba baja, era el único ambiente que había más la chica tarareando las canciones de vez en cuando.

Él simplemente permanecía callado, ya que prefería poder escucharla, aparcó delante de una cafetería y bajaron del auto, caminando hacia dentro del local.
Se sentaron en una de las mesas que daban a las ventanas una vez hicieron su pedido; un americano y un chocolate caliente acompañado de un pedazo de tarta de fresa.

Ella mantenía sus manos sobre la mesa, jugando con sus dedos.

Aquel silencio empezaba a ser algo incómodo.

— ¿Sabes? Desde que perdí la clase de matemáticas para estar contigo en la enfermería tengo que tomar clases particulares con Cassie Bernall. - comentó la de ojos verdes mientras que reía por lo bajo.

— ¿Por qué? - preguntó este alzando su ceja derecha, ella simplemente se encogió de hombros.

— Debe de ser porque siempre he ido atrasadísima en esa materia, realmente soy pésima con los números. - él rió por aquello, cosa que enterneció a la fémina.- Eres realmente bonito cuando sonríes, por favor, hazlo más seguido.

El rostro del chico enrojeció rápidamente, sintiendo un calor en sus mejillas, miró hacia otro lado; avergonzado.

Ella se tapó la boca con una de sus manos, hizo una mueca.

— No me digas que en vez de pensarlo hablé en voz alta.

— Pero qué cosas dices.. - murmuró el rubio.

La camarera trajo sus pedidos, los dos agradecieron y mientras que él tomaba su vaso de café, ella partía un pedazo de la tarta con la cuchara, probó aquel trozo.

— Dios. - pronunció al terminar de saborear lo que acababa de tragar, partió otro trozo, acercando el cubierto a los labios del chico. Este negó. - Vamos, Dyl, desde que nos conocemos cuántas veces te he visto comer algo sólido. ¿Cinco? Por ahí va la cosa, va, tan solo dí ''ah''.

Rindiéndose ya, porque sabía que la chica no iba a parar hasta que lograra lo que quería, abrió la boca, ella metió aquel cachito en su boca, sonrió ampliamente; dejando ver sus encías.

Una vez tragó aquello que para su gusto era extremadamente dulce, habló.

— Tú estás preciosa cuando sonríes.

De un momento para otro ella ya estaba completamente ruborizada.

6:00 p.m

Aquel rato que estuvieron en la cafetería la pasaron hablando de cosas sin sentido, aunque Klebold de vez en cuando le comentaba lo linda que estaba haciendo según qué gestos, tomando la confianza para hacerlo.

Ahora se encontraban sentados en el césped del parque más cercano que había, ella estaba tratando de hacerle una pequeña trenza.

— Presiento que a Harris le gusta Brandi, ¿no es así?

Dylan soltó una carcajada ante su pregunta, ella ladeó la cabeza confundida.

— Podría decirse que sí.

— Lo sabía. - al decir aquello calló, siguió con lo que estaba haciendo.

Él mantenía los ojos cerrados, disfrutando de aquel tacto proveniente de la chica, lo sentía como suaves caricias.

Ninguno de los dos quería volver a casa aquel día, porque juntos lograban dejar de pensar en el vacío que sentían al estar solos en sus habitaciones, en lo miserables que creían ser.

Una vez que terminó el peinado que estaba haciendo sonrió satisfecha, se alejó un poco.

— Listo, no puedes deshacerla, aunque lo hará sola porque no utilicé coletero. - murmuró aquello último, haciéndolo sonreír.

Se sentó a un lado del ojiazul, dejando de estar detrás. Acercó su dedo índice a su mejilla, picando esta. 

— ¿No deberías de peinarme tú ahora? - una mueca de confusión se formó en el rostro del chico.

— No.

— Pero Dyl. - volvió a picar su mejilla, una sonrisa divertida se formó en sus labios.- Vamos, hazlo.

Este soltó un quejido, cambiándose de lugar a detrás de ella, empezó a hacer un simple recogido; mal hecho.

Extendió una de sus manos para que ella le pasara el coletero morado que siempre portaba en su muñeca mientras que con la otra aguantaba la coleta que había realizado en cuestión de menos de un minuto. Esta le pasó el objeto y él terminó de sujetar su cabello.

— Hecho.

Ella simplemente rió, girando su cabeza para verle.

11 p.m

Ahora cada uno se encontraba en sus respectivas casas, recostados en la cama.

Estaban empezando a encontrar en su interior varios sentimientos que jamás habían experimentado antes, haciendo que se sintieran confundidos.

A Dylan no le estaba agradando aquello.

''No sé si te diste cuenta, pero aquello fue nuestra primera cita y mentiría si dijera que no fui feliz.''

17/04/99
Dylan's Diary.

CAN'T REMEMBER TO FORGET YOU | d.kDonde viven las historias. Descúbrelo ahora