CEMENTERIO

153 12 0
                                    

~PARTE DOS~
Adriel

17 años

La luz de la luna suprime la oscuridad, extendiéndose por las lápidas como un sueño encantado. Este es mi lugar favorito en todo el mundo. La esencia turbia de la muerte es la que más sangra en un cementerio. Siempre me ha reconfortado estar tan cerca del otro lado. La mayoría de la gente tiene miedo de morir, pero yo no. Me emociona ver lo que sucede. 

Mami me dijo una vez que tengo un alma negra. No creo que sea verdad porque siempre trato de ser una buena chica y obedecer. Además, mi color favorito es el rosa. Por razones que nunca he entendido, ella simplemente no me quiere. Ni siquiera me abraza.

El golpete y el dolor en mis costillas no ha disminuido desde el sótano. Malakai me tocó. Me saboreó y lamió. Nada se había sentido tan bien como su lengua. Las fantasías que había tenido no se acercan ni de lejos. Todavía no puedo creer que lo haya hecho realmente.

En la oscuridad de la noche, sus pasos apresurados rascan, rascan, rascan, la grava del estacionamiento de la iglesia. Me deslizo detrás de mi lápida favorita. Las alas emplumadas de granito del ángel casi parecen poder revolotear en cualquier momento.

Nuestra querida hija

Eliza Dupont 3 de febrero de 1898 14 de abril 

de 1900 Que bailes com los ángeles:

El silencio de sus pasos me dice que ha cruzado al cementerio. Agazapada para llegar a la cima bajo una de las alas, sonrío cuando veo que está casi en la lápida. Con los dedos extendidos delante de mi, salto para asustarlo.

—¡Buu! 

Un tornado se mete en mi barriga cuando él sonríe. Giro hacia el mausoleo y salgo corriendo. En el momento en que estoy dentro, me apresuro a arrancarme el vestido. Si ya estoy desnuda, espero que le sea más difícil resistirse a mí.

Dos falsos candelabros, uno en cada esquina, proveen la única luz dentro del mausoleo. Mi sostén apenas golpea el suelo cuando la puerta se abre, revelando la forma sombreada de Malakai de pie en la entrada.

En el momento en que está frente a mí, sus dedos rozan mi mejilla. Las cosquillas revolotean por mi espina dorsal cuando choca sus labios contra los mios. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, profundizando nuestro beso mientras nos lleva hacia atrás hasta que mi cabeza golpea la pared.

La desesperación por que esto continúe carcome todos mis pensamientos. Con dedos frenéticos, desabrocho el botón de sus pantalones. Mis venas palpitan de impaciencia cuando meto la mano en su ropa interior, y el calor de su erección palpita contra mi palma. Sus silenciosos gemidos flotan en mis oídos, tirando de la tensión entre mis muslos. Como nunca he hecho esto, no tengo ni idea de lo rápido que debo mover la mano. Empiezo despacio, pero sus empujones me dicen que lo haga más rápido.

Él siempre lo ha sido todo para mí. Cada noche doy gracias a Jesús por él en mis oraciones. La piel de sus nalgas es suave cuando meto la mano para bajarle los pantalones. Unas respiraciones estremecedoras me azotan el cuello mientras sigo acariciando a una velocidad constante.

Por mucho que desprecie verlo con mami, me enseña mucho sobre lo que le gusta y cómo hacer las cosas. Apretando mi trasero, me levanta, abriendo mis piernas con su cuerpo.

—Te amo demasiado, Adriel. Una vez que hagamos esto, no podremos deshacerlo. 

Quiero reírme. No poder deshacerlo es exactamente con lo que cuento. Acercando mis labios a su oreja digo:

R.I.PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora