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En la pequeña cabeza castaña de Kim Taehyung, ese iba a ser el día más feliz de su vida

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En la pequeña cabeza castaña de Kim Taehyung, ese iba a ser el día más feliz de su vida. Al menos, así debió ser.

Volvía del kinder solo. El aniñado uniforme que consistía en un pequeño short azul prusiano, y una camisa de corte marinero que mezclaba el color blanco y el azul perfectamente, comenzaba a transparentar el delgaducho cuerpo del infante que caminaba bajo la lluvia. 

Tenía el rostro empapado, y la piel del cuerpo enchinada debido al frío, sin embargo la sonrisa no se le borraba de la cara. Su madre le había prometido que cuando llegara a casa, por primera vez en mucho tiempo, saldrían a comer a un restaurante. 

Taehyung tenía claro que seguramente no sería un restaurante de lujo, quizás visitarían un McDonald's o alguna tiendita que les proveyera un poco de ramen frío, pero aquello no le quitaba la felicidad, porque eso era ya era más de lo que podía tener en un día cualquiera.

Con los dientes castañeando por el frío, empezó un trote rápido para cruzar el callejón que le acercaría al lugar donde vivía con su madre y otras chicas.

Alcanzó a ver el gran edificio destartalado, que en la parte superior poseía un rótulo que en grande proclamaba: "El retrato de Venus". No pudo hacer más que acelerar el paso y correr hasta la entrada.

Cuando alcanzó a cruzar el umbral que permitía la entrada a este edificio, se dió de tope con todas las mujeres del lugar, congregadas frente a una sola habitación. 

—Buenas tardes, ya volví —saludó educadamente, como su madre siempre le recordaba que lo hiciera. 

Por su mente pasó que a lo mejor estarían celebrando algo, sin embargo la idea no le encajaba del todo porque allí no solían hacerse celebraciones, y tampoco había mucho que celebrar. 

De pronto empezó a escuchar murmullos, todas parecían susurrar una para la otra, que la desgracia había llegado a visitarles ese día. Taehyung se encogió sobre sí mismo, cuando notó las miradas condolientes que le eran dirigidas y con pasos vacilantes se arriesgó a ingresar en la habitación que todos vigilaban. 

Su vista se clavó en el líquido rojo que parecía esparcirse y salpicar toda la habitación, no había objeto que no estuviera cubierto por el carmesí brillante que inundaba el lugar, y un olor a hierro húmedo le invadió la nariz. 

Sintió el tiempo frenar en seco, cuando logró ver en el suelo a su madre. 

A sus rodillas les hizo falta fuerza, y mientras trastabillaba a cada paso, la madera vieja del piso parecía rechinar pidiendo auxilio.

Se inclinó sobre el cuerpo de su madre que tenía el rostro desfigurado. Si no fuera por el vestido rosado, que alguna vez fue rojo, y que además, usaba todos los días, seguramente ni siquiera sabría que era ella. El olor a moho de la habitación le asfixiaba, porque se mezclaba con el olor a sangre. La sangre de su madre.

—Mamá… — Susurró acariciando su rostro —. Mami, ya volví de la escuela. 

A pesar de que no recibió ninguna respuesta, no le importó y continuó agitando el cuerpo mientras rogaba a su madre que le respondiera. 

Los continuos susurros de las otras mujeres que también trabajaban allí, ni siquiera eran audibles para el niño que con las manos en sangrentadas repetía la misma frase. 

—Mamá, ya volví… —repitió — Mami, no me dejes.

Y como si recién se hubiese resignado a que la respuesta nunca llegaría, las lágrimas brotaron de sus ojos formando un río salado que surcaba sus mejillas, arrastrando consigo el peso de un dolor insoportable. 

Sus sollozos resonaban en la habitación, como un lamento lastimero que buscaba desesperadamente encontrar consuelo en el vacío. Cada inhalación era un jadeo entrecortado, una bocanada de angustia que le rasgaba el pecho.

Con el cuerpo encorvado, en busca de mitigar el dolor, continuaba temblando de forma incontrolable, y de momentos parecía que el aire se negaba a ingresar en sus pulmones. 

—¿Por qué dejaron que un niño viera tal escena? ¡Deberían haberlo detenido de inmediato! —Una voz femenina y joven se alzó de la nada, y corrió hasta el pequeño Taehyung que se ahogaba entre la sangre y las lágrimas. 

Las delicadas manos femeninas trataron de apartarle del cadáver, pero él se aferraba más fuerte. Parecía tener las uñas clavadas en la piel llena de moretones de su madre. 

—Vámonos de aquí, pequeño… —pidió con la voz quebrada. 

Pero él solo continúo abrazándose al cadáver, rogando que su madre se levantara y le recibiera de la escuela. 

—¡Déjalo que vea! Ella acabó así por su culpa, y él acabará igual si no obedece —. Una voz gruesa atravesó el ambiente.

Taehyung se volteó a verlo, tenía la ropa manchada de sangre, y las arrugas de la frente pronunciadas, en su mano cargaba un papel arrugado que fue lanzado al suelo. 

El más joven en la habitación alcanzó a verlo de soslayo. “Omega”, fue lo único que se permitió leer. 

—Si no hay nadie que pueda hacerse cargo de tí, abandona este lugar. —dijo con una voz rasposa y violenta. 

A Taehyung, el corazón se le hizo un nudo en el pecho, y la mirada vacía en el cuerpo de madre, parecía acusar al que era el causante de todas sus desgracias. 

A partir de ahora, les ruego que se preparen para el torbellino de aconte-cimientos que nos aguarda, pues nos acercamos al abismo de la humanidad en su peor versión

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A partir de ahora, les
ruego que se preparen
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cimientos que nos aguarda,
pues nos acercamos al
abismo de la humanidad
en su peor versión.

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Bajo el manto de las flores • KookV | PUBLICÁNDOSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora