CAPITULO 14 Desespero

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AGUST

Estrellé mi puño contra el saco de boxeo, me deleité con el agudo dolor que sacudió mi brazo, el sudor goteaba por mi frente, ya comenzaba a nublarme la vista, así que decidí detenerme, hace mucho tiempo practico boxeo para liberar toda la ira que me consumía. Me imaginaba que era el rostro de mi padre y golpeaba con fuerza, muchas veces en mi cabeza me imaginaba esa escena. Mi padre y yo, en un rin de boxeo peleando hasta que callera el más débil.

El olor a sudor invadía todo el aire, este era el único lugar donde por ahora podía permitirme sacarme toda la ira que había guardado por tantos años cuidadosamente. Por mi mente se volvieron a recrear aquellas imagines, mi padre, en su oficina, con los pantalones enrollados en los pies, Evangelina, arrodillada frente a él, cubriendo su polla con esos hermosos y carnosos labios. ¡Maldita sea! Le di otro golpe al saco de boxeo, otro y otro, cada vez iban con más fuerza, esas imagines y las lágrimas de mi madre aquella noche. Entró a aquella oficina y vio aquella escena, todo eso me torturaba desde entonces.

—Si sigues así, vas a destrozar ese saco... y probablemente te lastimes también. ¿Por qué no dejas en paz al pobre saco? —dijo Andrew con un tono seco, observando cómo mis puños se estrellaban una y otra vez.

Detuve el golpe a mitad de camino y lo miré, una sonrisa tensa curvando mis labios.

—¿Quieres tomar su lugar? —respondí, sin bajar la guardia.

Andrew soltó una risa corta, encogiéndose de hombros mientras levantaba las manos en señal de paz.

—Gracias, pero prefiero conservar mi cuerpo intacto. Tengo una cita esta noche con una mujer increíble, y no quiero aparecer hecho un desastre. Arruinaría mi... ¿cómo decirlo?... —Se pasó una mano por el cabello con esa arrogancia típica suya—. Mi impecable imagen.

Se acercó, ofreciéndome un tarro de agua. Sus ojos escanearon mi rostro, como si buscara una fisura en mi máscara de indiferencia.

—¿Otra vez problemas? —preguntó con menos ligereza en su tono—. Siempre vienes aquí y golpeas el saco como si estuvieras enfrentando a tus demonios cuando algo te molesta.

Tomé el agua, pero no respondí de inmediato. Mi respiración aún era pesada, y aunque mis nudillos dolían, eso era lo de menos. Era mejor sentir algo físico que la tormenta interna que me carcomía.

Tomé una bocanada de aire, intentando calmar la rabia que bullía en mi pecho.

—Ya casi llega el momento de vengarme de mi padre... y no me siento como pensé que lo haría. —Solté una risa amarga y sacudí la cabeza—. Todo esto parece una mierda.

Le di un trago al agua, pero el nudo en mi estómago no desaparecía. Frustrado, tiré el vaso vacío a un lado y agarré una toalla para limpiar el sudor que empapaba mi frente. Ni siquiera el cansancio físico me estaba ayudando. Dejé la toalla a un lado y saqué mi celular. Lo desbloqueé con una rapidez casi desesperada, mis dedos recorriendo la pantalla.

Evangelina. Le había estado enviando mensajes durante todo el día, pero no había respondido ni uno solo.

—¿Qué diablos está haciendo que no puede contestar? —murmuré entre dientes, la pregunta cargada de una inquietud que no podía controlar.

¿Celoso?, susurró la maldita voz en mi cabeza, burlona, hiriéndome donde más me dolía.

Cerré los ojos un segundo, intentando ignorarla, pero la ansiedad crecía. Era viernes. Mañana sería la cena. ¿Su padre ya le habría dicho? Necesitaba verla. El tiempo se estaba acabando, y mañana marcaría un antes y un después. Todo cambiaría. Nosotros cambiaríamos.

DIARIO DE UNA NINFOMANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora