Capítulo 1

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—¡Juro que no fui no!— exclamé intentando zafar de la situación, la cual se me había ido un poco de las manos. Intentaba contener la risa pero sabía que si seguía hablando iba a estallar.

—Señorita Collins sabemos bien que fue usted, no lo haga más difícil. Tenemos pruebas más que suficientes y sus padres están esperando fuera para que pueda hablar con ellos— explicó de manera calmada, aunque se notaba por la vena sobresaliente en su frente que en cualquier momento explotaría de la furia.

—¿Mis padres están aquí? ¿hablar de qué?— la situación ya no me hacía mucha gracia, aunque si alzaba un poco la mirada hacia la cabellera, ahora rosada, del director, las ganas de reír volvían— ¿Y qué tipo de pruebas tienen? Yo no lo hice— me encogí de hombros y continué con mi postura que yo no había sido. Claramente era mentira.

—Varios alumnos la vieron y testificaron en su contra. Parece que solo tener enemigos le juega en contra— replicó con una mezcla de ironía y maldad, apoyando sus codos sobre el escritorio frente a él y entrelazando los dedos de su mano—. Y si eso no fuera suficiente, lamento informarle qué hay cámaras en todos los pasillos y salones— añadió con una sonrisa falsa, mientras me miraba fijamente a los ojos durante varios segundos. Era evidente que se estaba burlando de mí, hablándome con soberbia...

¿Cámaras? ¿Cómo era que llevaba toda mi vida asistiendo a este instituto y jamás había notado que había cámaras? De haberlo sabido hubiera ideado un mejor plan.

—Por favor, salga así puedo hablar con sus padres— volvió a hablar finalmente para luego hacerle una seña a su secretaria, quien estuvo de pie a su lado todo el rato. La chica pareció entender lo que debía hacer y caminó hacia la puerta, la cual abrió y me miró esperando que saliera.

Tragué saliva y me puse de pie para ir fuera del despacho del director. Allí estaban mi mamá y mi papá serios. La mirada de mi madre cuando me vio causó que un escalofrío recorriera mi espina dorsal.

—Adelante, por favor— la secretaria se refirió a mi padres. Ambos ingresaron y una vez que la puerta se cerró tras ellos solté una enorme carcajada. Estaba aterrada, pero llevaba aguantando la risa un buen rato y necesitaba expulsarla.

Tras esperar varios minutos, la impaciencia me dominaba y caminaba de un lado a otro por el pasillo, incapaz de mantenerme quieta debido a los nervios. Necesitaba conocer de inmediato lo que estaba ocurriendo tras esa puerta. Esta vez había ido un poco más lejos, y solo esperaba que el castigo no fuese demasiado severo. Durante los últimos dos años, me había dedicado a gastar bromas pesadas a directivos y compañeros del instituto, era parte de mi identidad. No tenía amigos, pero tampoco los necesitaba. Desde que mi mejor amiga de la infancia difundió el rumor de que estaba embarazada, simplemente porque el chico que le gustaba mostraba interés en mí, nadie quiso tener relación conmigo. Sin embargo, eso no me importaba en lo más mínimo. Desde entonces, ella se convirtió en el primer objetivo de mis bromas como venganza, y también fue víctima de muchas otras. Había sido un grave error meterse con Catherine Collins.

El chirrido de la puerta de madera al abrirse resonó en el ambiente, atrayendo mi atención de inmediato. Con curiosidad y un poco de miedo, me apresuré a caminar hacia ella, intrigada por lo que se venía.

Como me hicieran pasar dos semanas enteras en detención luego de clase, me suicidaba. Recé porque aquel no fuera el castigo.

—Catherine Collins, vamos a hablar cuando lleguemos— pronunció mi madre con un tono amenazante, mientras su mirada asesina penetraba en mis ojos y me imaginaba un horrible escenario en donde ella se encontraba estrangulándome allí mismo para luego cavar un pozo en el medio del jardín trasero y sepultarme como a nuestro perro Sparkles.

SobreviviendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora