01: Azula: la Prisionera de Guerra.

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Naruto pertenece a Masashi Kishimoto.

Avatar: La Leyenda de Aang pertenece a Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.


La Princesa y el Shinobi.

Resumen:

Durante su tiempo en prisión, Azula tuvo sueños extraños y conocimientos de otra dimensión. Gracias a sus nuevos conocimientos, se otorgó la libertad y encontró el cariño y la compasión del Shinobi #1 Cabeza Hueca.


Azula, llevó su mirada, hacía el techo de su celda. Tuvieron que pasar hasta dos años y medio, en una celda donde casi ni podía extender sus piernas; una celda oscura y asquerosa, para que ella lograra comprender lo que hizo: Lo que comenzó su abuelo, el Señor del Fuego: Azulon y lo que su padre el Señor del Fuego: Ozai decidió continuar, estuvo mal. Para aprender que el deseo de conquista y masacre perpetrada por la Nación del Fuego, estuvo mal. —Es una lástima, que solo pudiera aprenderlo, al terminar aquí encerrada —se lamentó Azula, mientras escuchaba los pasos ya conocidos del guardia y una débil sonrisa, apareció en sus labios, al sentir como dejaban algo a su lado, sabiendo que era su almuerzo, el cual devoró entre lágrimas de odio a sí misma.

Lágrimas de arrepentimiento por sus actos.

Lágrimas de dolor y de humillación, por haber terminado sus días, encerrada en aquella celda.

Pero era consciente de que todo esto, era su culpa y solo suya.

Mirando hacía el pasado, deseó haber sido como Zuko.

Haber tenido el corazón de Zuko.

Recordaba el porqué de la cicatriz sobre el ojo derecho de su hermano: Por defender sus ideales y negarse a que un escuadrón de guerreros de Maestros Fuego, fueran enviados a una muerte segura; solo como distracción, para que otros Maestros Fuego de mayor nivel y con mejor formación en el Fuego Control, guerreros de verdad, atacaran por la espalda a los Maestros Tierra.

Recordó como ella misma, participó del ataque y casi extinción de las Guerreras Kyoshi del Reino Tierra. Como las esclavizó, como ella misma, persiguió al Equipo Avatar, quienes solo querían traer la paz.

Una sonrisa débil, apareció en su rostro, cuando recordó la noticia, no solo de que la Capital de la Nación del Fuego fue sitiada por guerreros de las dos Tribus Agua, auxiliados por guerreros provenientes de todos los rincones del Reino Tierra, sino que cada guarida o base de la Nación del Fuego en tierras extranjeras, fueron destruidas, una seguida de la otra.

Escuchar que el Avatar Aang le quitó a su padre el Control del Fuego a través de la Energía Control... era algo que (solo hasta ahora, comprendía que) su padre se merecía, por enviarlos a todos y a cada uno de los Soldados Maestros de Fuego, contra el resto de las naciones y....

Era algo que ella se merecía, no solo por perder el Agni Kai, sino por tener el mismo pensamiento que su abuelo y su padre, sobre como las otras naciones, merecían caer bajo los pies de la Nación del Fuego.

Y este era su castigo y su final: Encerrada en esa celda, hasta el día de su muerte. Hasta su última exhalación.

Solo desearía... morir antes de arrugarme como una pasa, antes de... de... que me salgan... ca... nas... —y cayó dormida profundamente. —Si tan solo pudiera... tener otra oportunidad... en este mundo o en cualquier otro...

Solo desearía... morir antes de arrugarme como una pasa, antes de... de... que me salgan... ca... nas... —y cayó dormida profundamente. —Si tan solo pudiera... tener otra oportunidad... en este mundo o en cualquier otro...

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