𝒿𝓊𝑒𝓋𝑒𝓈

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Veinticinco llamadas perdidas de su madre y siete llamadas perdidas de su padre. Al parecer la situación estaba grave, pero ya era muy tarde como para prestarles atención, ya las cosas estaban decididas. ¿Estaba siendo demasiado egoísta? Probablemente sí, pero en ese momento en el que llegó al local y vio a Hyunjin esperándolo, decidió que pensaría en sus padres más tarde.

— ¿Cómo sigues? — Cuestionó Hyunjin refiriéndose a la espalda del menor.

— Duele como el infierno acostarme o alzar los brazos, pero por lo menos me toca caja hoy — Informó Jeongin con una mueca, sacando las llaves de su bolsillo.

— No, no. No puedo dejar que abras la puerta, déjaselo hoy a tu Hyung — Dijo Hyunjin haciendo énfasis en la última palabra, mientras alzaba las cejas en una expresión cómica.

— Esa fue mi manera de agradecerte ayer, no esperes que vuelva a usar honoríficos contigo — Contestó Jeongin dándole las llaves a Hyunjin, percatándose de que su compañero nuevamente había traído el bolso negro. — ¿Vas a alguna parte?

— ¿Por el bolso? — Preguntó Hyunjin nervioso. — No es nada, estos días he estado yendo al gimnasio y ahí traigo mi ropa.

Mentiroso. Primero su supuesto plan en el apartamento de un amigo y ahora su aparente compromiso por ir al gimnasio, Jeongin reconocía una mentira cuando la escuchaba.

— Aja — Finalizó la conversación el menor, dejando que una pizca de la rabia que sentía se notara a través de su tono de voz. Le pareció irónico que un mentiroso se enojara con otro por ocultar la verdad.

Que hipócrita de tu parte, Jeongin.

Hoy era el día de la mujer, así que tanto Hyunjin como Jeongin sabían que iba a ser un día atareado. Desde las siete y media de la mañana que abrieron el local, hasta las tres de la tarde que llegó la señora Dahyun a relevarlos, no hubo un solo instante en el que la tienda estuviera sin un solo cliente dentro, razón por la cual los dos compañeros de trabajo no pudieron hablar mucho.

Usualmente el estar tan ocupado haría que Jeongin no tuviera el tiempo suficiente para perderse en la oscuridad de sus pensamientos, pero ver a tantas familias felices entrar por esa vieja puerta le trajo recuerdos de su infancia en Busan. Antes de que la empresa de sus padres fuera exitosa, antes de que naciera su hermano menor, antes de que empezara a sentirse vacío. Miserable.

Saliendo del local, su cara de tristeza al parecer fue lo suficientemente notable como para que Hyunjin se le acercara cuidadosamente.

— ¿Te parece si vamos por un helado? Yo invito — La pregunta de Hyunjin sacó al contrario de sus casillas, no pensó que quisiera estar con él por fuera del trabajo. ¿A caso Hyunjin lo consideraba su amigo? No, probablemente le había dado pesar saber que Jeongin no había tenido ningún plan el día anterior, ni el día anterior a ese.

Lo que más le preocupó al castaño fue la pequeña sensación de felicidad que apareció en su corazón cuando recibió la invitación del mayor.

— ¿No ibas al gimnasio? — Intentó evadir Jeongin.

— Si, pero me dio pereza y prefiero ir a comer helado contigo — Insistió Hyunjin.

— ¿Estás seguro? — Fue lo único que Jeongin pudo pronunciar. El miedo a tener una conexión con alguien, el miedo a dejar la soledad en la que se había hundido y acostumbrado, ese miedo lo estaba acechando. Le aterraba la posibilidad de que Hyunjin, al igual que las personas de su pasado, terminara como un mal recuerdo cada vez que mirara las dalias.

— Si, hoy me cancelaron las dos clases que tenía y mi compañero de apartamento está un poco ocupado así que...

— No sé si sea buena idea — Jeongin quiso interrumpir para intentar rechazar la invitación.

Gladiolas [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora