Capítulo XXIII

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Capítulo XXIII - ¿El final?

El final siempre sorprende, aunque este escrito desde el principio. -Anónimo

La tensión se apodera de mí mientras entro a la cabaña. Miles de recuerdos inundan mi mente, recordándome las veladas que pasamos juntos en este lugar. Sé que soy capaz de brindarle mucho más de lo que ninguna otra mujer podría ofrecerle. Cumplí sus fantasías más osadas, entregué mi amor, mi cuerpo y mi alma por completo, solo para recibir a cambio el deseo de que me tratara mejor. Pero esta vez, estoy decidida a recuperar lo que es legítimamente mío.

El señor Castillo nos conduce a la habitación donde nos alojaremos, y para mi fortuna, está justo al lado de la habitación de Colin y ella. Mario me acompaña en silencio, aparentando ser una pareja feliz. Sin embargo, sé que no somos más que dos extraños unidos por una fachada. No estoy aquí por amor, sino por un objetivo mucho más importante.

Una vez dentro de la habitación, la realidad se mezcla con mis pensamientos. Por momentos, vuelvo a la normalidad y me doy cuenta de dónde estoy. Intento tranquilizarme mientras hablo con Mario.

—¿Estás bien? —pregunta Mario con dulzura, buscando conectar emocionalmente.

—Sí —respondo, esforzándome por regresar al presente. —Solo que estos lugares nos traen tantos recuerdos.

—Lo entiendo. Si quieres, podemos escaparnos juntos en el auto a donde tú quieras —me ofrece amablemente.

—Gracias, pero estaré bien aquí —le respondo con un beso en la mejilla, tratando de mostrar mi agradecimiento. —Solo quiero dar un paseo sola por un momento. —Mario asiente comprensivamente. Sale de la habitación, dejándome a solas con mis pensamientos y mi misión.

Mi padre siempre lleva consigo un pequeño revolver Smith & Wesson, modelo 10. No tengo intención de causar daño, pero necesito asegurarme de poder llevármelo conmigo. Sé que, si tengo el arma en mi poder, podré persuadirlo de estar conmigo una vez más. No hay otra forma de dominarlo. Tomo aire y toco la puerta de la habitación de mis padres, pero no obtengo respuesta. Decido entrar y comienzo a buscar entre las gavetas, pero escucho pasos acercándose rápidamente. Apresuradamente, cierro todo y trato de ocultar cualquier evidencia de mi búsqueda.

—Bárbara, mi amor —dice la voz ronca de mi padre, mientras entra en la habitación.

—Hola —respondo con frialdad, tratando de mantener la calma.

—¿Qué estás haciendo aquí, cariño? —pregunta mientras se acerca para abrazarme.

—Solo buscaba aguja e hilo en el bolso de mamá. Necesito coser algo en mi vestido —miento, intentando desviar su atención.

—Si quieres, puedo llamarla para que te ayude —me ofrece amablemente, mientras intenta mirar dentro de las gavetas junto a mí. Su presencia me irrita y me exaspera.

—¡Maldición! ¿No puedes dejarme sola de una vez? —exclamo histérica, perdiendo el control.

—Bárbara —dice con voz fuerte. —Eres una niña rebelde e insolente —grita, lanzando el vaso que tiene en la mano al suelo. Los fragmentos de vidrio se esparcen por la habitación, creando un estruendo de rabia en el aire. Su rostro refleja una ira que no había visto en años. Unas gotas de sangre empiezan a brotar de su brazo, donde alguna esquirla lo ha rozado. No dice nada, solo respira agitadamente, y yo me quedo en silencio. Nos enfrentamos con la mirada durante unos minutos, hasta que el dolor de la herida se hace demasiado intenso. Mi padre cubre la herida con su otra mano y sale de la habitación, cerrando la puerta de golpe. Las lágrimas empiezan a caer de mis ojos. Siento que enloquezco, que el mundo está en mi contra. Primero Melissa, luego Colin, mi padre... Las palabras de desprecio resuenan en mi cabeza. "No das paz. No eres la mujer de mi vida. Madura." ¿Acaso no pueden comprender el dolor que estoy atravesando?

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