Una vez más el joven magnate había roto el espejo de su baño de un puñetazo, odiando lo que veía por completo y odiandose por cumplir el objetivo de la bestia: que se lesionara a sí mismo.
Su perfecta cara se distorsionó con los pedazos de vidrio esparcidos —pero todavía en la pared—. Y pese a estar tan serio como en un funeral, los reflejos le sonrieron con sorna y picardía.
—Tienes ganas de ir a la velada...
Su cerebro comenzó a maquinar las excusas perfectas para no asistir, pero el sonido de algo romperse dentro de su propia cabeza le impedía formularlas como se era bien conocido que lo hacía en el ámbito laboral.
Liderar a miles de personas para que sigan mis ordenes y completen sus actividades diarias para que yo siga yendo a la cima no es lo mismo que liderar a una bestia que reside dentro de mi cabeza, porque ya me lidera a mí.
Siempre pensaba eso para justificarse, y era verdad, Bill Kaulitz tenía una doble vida, de día era el pulcro empresario frío y calculador, y de noche era esa bestia asesina que no podía controlar en lo absoluto su ira contra cualquier mínima cosa que se moviera a su alrededor.
Negó con la cabeza una vez que salió de su ensimismamiento y se colocó aquella camisa de vestir negra, la fajó con la ayuda de sus pantalones hechos a la medida y su cinturón con incrustaciones de diamante que cubrían toda la extensión del accesorio en negro, a excepción de unos detalles con diamantes blancos que formaban el número 0630 en la parte del medio para que, cuando se lo pusiera, quedara justo debajo de su espalda. Sus pulcros zapatos negros y ese saco característico en color negro también.
Por último, los guantes de cuero que siempre utilizaba, analizó cada detalle de éstos con tal de perder tiempo y con la intención de encontrar una falla que pudiera delatar sus actos atroces. Hasta que la encontró, una mancha de sangre seca.
Tomó una de las toallas húmedas que su baño tenía a montones y la limpió sin prisa. Abrió la gaveta debajo de su lavamanos y sacó un frasco de pastillas, se tomó una sin la necesidad de agua y salió.
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Fue un error muy grave por parte de Astranova el haber asistido a esa reunión de negocios elaborada por su padre, un poderoso magnate que mientras el tiempo más avanzaba sus ingresos más subían, o eso era lo que siempre presumía.
Siempre le molestaron, por el simple hecho de que parecía ser que los hombres sólo iban a presumir a sus mujeres en vestidos fantásticos y a sus amantes con vestidos diminutos, hacían chistes machistas y no podían estar sin ver el culo de cualquier chica que pasara por el frente, parecía ser que nunca habían conocido a una mujer empresaria y eso era injusto.
Pero eso era a sus dieciséis, ahora, a los veintiún años, podía decir orgullosamente que no sólo había terminado la carrera de Derecho, sino que unos días antes había terminado la carrera de Medicina, especializada en cirugía general y su padre, Anthony Morgenstern, le imploró por ser parte de la velada.
Aceptó porque una parte de ella debía entender que así era ésto, mientras las brillantes mentes femeninas fueran opacadas por la machista opinión popular que idealizaba en sus jovenes rostros la belleza superficial como algo más importante que la manera en la que dirigían su vida, los hombres tomarían un lugar que los beneficiara, fueran monstruos deformes o no; y la otra porque realmente se había esforzado para obtener su título, no porque se le dificultara la carrera, ella era una mujer extremadamente inteligente, que había sido adelantada unos años debido a que tenía conocimientos más avanzados, simplemente el tolerar a las personas era una tarea difícil, entonces, de dicha forma, el hecho de tener una presentación no le iba mal.
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The beast's obsession ; Bill Kaulitz
Fanfiction❝-Espero que con todo este puto desastre que me hiciste provocar te des cuenta de que... -Colocó su mano con la pistola en mi cintura y me acercó hasta que choqué bruscamente contra su pecho, su cara peligrosamente cerca de la mía, acercándose a mi...