-Madre, yo... yo no quiero casarme.
-¿Entonces que quieres? -La mujer colocó dos dedos en su sien, viéndola con incredulidad- ¡Tu padre y yo te lo hemos dado todo, todo!
-Madre, yo sé eso, pero-
-¡No! Ya terminaste tus dos carreras en tiempo récord, retrasando lo mejor que pudiste mis planes para que tuvieras un futuro lleno de joyas.
-¡Ya dije que no quiero eso!
-¡¿Y que quieres?! ¿Otras dos carreras? Eso es el desperdicio de tu belleza y tu juventud, ¿no lo entiendes? -Se levantó- Yo lo hago por tí, para ir a visitarte en un futuro y ver que no tienes que mover ni un dedo para que te den lo que quieres. ¿Por qué no lo aprecias?
-Porque yo quiero lograr eso sin necesitar de un asqueroso hombre como Lombardi. ¿En qué cabeza cabe querer casarme con un hombre de cincuenta años? ¡Ésto no lo haces por mí, lo haces por tí! Porque no puedes tolerar el hecho de que tu hija quiere salir adelante por su propia mano, no por la mano de un hombre, como tu con mi padre.
El sonido de una cachetada formó un silencio supulcral dentro de la habitación, que de pronto se sentía caliente debido al calor que emanaban los cuerpos femeninos por al enojo.
-¿Y de donde vas a comenzar? ¿Por la empresa de tu padre? Por Dios, qué ridícula, eso no es salir adelante por tu propia mano, si hubieras estudiado Administración de Empresas no te preocuparías, pero nadie va a necesitarte con una abogacía y la carrera de médico.
-Ahora sé que realmente no conoces nada de mí. Ni siquiera sabes por qué me adelantaron tanto en la escuela, ¿verdad? -Se rió sin gracia- Quédate con tus joyas, yo no me voy a casar. Prefiero que me salgan canas verdes por el estrés del trabajo, a que me salgan por el asco de tener que acostarme con un maldito cerdo que me vió crecer.
Salió con tranquilidad de ahí, escuchando de lejos los gritos de LeMarie y cómo Gillian, el mayordomo de confianza, trataba de tranquilizarla.
¿Cómo mierda su madre trataba de casarla con alguien que la conocía desde que nació? ¿Dónde quedaba la decencia que se suponía que llevaba consigo? Ella sabía que una prenda cara no te daba ese dote, pero su madre ni tomando clases lo tendría.
Sí, era complicado ser un hijo del matrimonio de Anthony Morgenstern y LeMarie Stellar, especialmente la última de seis de ellos.
El mayor era Lucian, era mellizo de Afra, ambos eran pelirrojos y tenían ya treinta años. Él se había inclinado al arte y Afra al teatro, LeMarie al ver ésto les dejó de hablar, y ellos terminaron yéndose a París.
Luego llegó Carey, quien debería tener veintiocho.
De veintiséis, Davina y Davinia, gemelas idénticas que se pelearon y fueron rechazadas por LeMarie cuando se enteró. La mujer las separó y nunca más se supo de ellas.
Y la menor, Astranova. La más orgullosa de todos ellos, con un humor que por suerte no opacaba a su belleza de muñeca, a pensamientos de la matriarca.
Parecía ser que LeMarie estaba condenada a tener hijos que decepcionaran sus ideales y morir por ello, pues ninguna de las jovencitas estaba dispuesta a casarse con quien tenía derecho a matarla.
✮✮✮
Que deleite fue para Raia disfrutar de todo lo que tenía para ofrecer la mansión del Kaulitz menor.
Daban las once de la noche y ella no se iba desde las diez de la mañana, creía que lo correcto era proponerle algo indecente al magnate.
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The beast's obsession ; Bill Kaulitz
Fanfiction❝-Espero que con todo este puto desastre que me hiciste provocar te des cuenta de que... -Colocó su mano con la pistola en mi cintura y me acercó hasta que choqué bruscamente contra su pecho, su cara peligrosamente cerca de la mía, acercándose a mi...