❝Two hearts that beat❞

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Después de comer absolutamente todo lo que me ofreció sólo recuerdo que acarició mi cabello y yo me incliné para ver que ya casi amanecía.

No recuerdo más, y ahora aquí estaba, en mi habitación de Alemania, con un maletín en mi cama y un mensaje.

"Nova, eres impresionante. Ya llegó
el dinero y es real. Muchísimas gracias."

No pude evitar sonreír, me levanté y me estiré con los ojos cerrados. Volteé a ver a mi espejo de cuerpo completo y noté que el vestido del baile estaba colgado en él.

Bajé la mirada por mi cuerpo y pude ver que tenía puestos unos pantalones de campana en color verde y una camisa negra, ambos de satín.

Temí por un momento que me hubieran visto desnuda, pero ya había perdido mi dignidad al bailar para un desconocido y sobretodo, por lamer su guante como si de una polla se tratara; así que ya daba meramente lo mismo.

Comencé a desabotonar la camisa y al quitármela pude ver la lencería que usé, abrí la boca algo sorprendida...

-Pero ésto es demasiado caro, ¿cómo se le ocurre?

Doblé rápidamente la camisa, ignorando el castañeo de mis dientes por el frío que entraba por mi ventana -que indicaba que llovería- y me quité los pantalones para terminar de confirmar que si, me había dejado casi todo puesto, incluso la falda que había tirado pero excluyendo la liga.

Me propuse a indagar en lo profundo de mi mente, lo más seguro era que me hubiera drogado, pero para alguien tan terca como yo, no me era imposible recordar.

Y unos minutos después una punzada de dolor golpeó mi cabeza, me quejé y acaricié en mi sien, como si eso lo fuera a disipar. Me senté en mi cama y cerré los ojos para concentrarme.

"-¿Le gustan? -Preguntó después de darme una uva-

-Mucho, demasiado dulces.

-Yo mismo las recolecté.

Bajó su mano hacia pierna y comenzó a acariciarla.

-No planeo llegar a nada sexual contigo -Me miró a los ojos- Al menos por ahora.

Se quitó el guante y volvió a bajar su mano, su tacto era increíblemente caliente y juraba ver marcas rojas como rastro.

Metió un dedo debajo de la liga que adornaba mi pierna y comenzó a masajear, era casi obsceno, como si hiciera alusión a la masturbación femenina. Levantó su mano, con su dedo enredado en la tela, y luego la dejó caer, provocando que me golpeara la pierna. Gemí porque no fue algo gentil y los diamantes como brillaban, dolían.

-¿Por ahora? -Acaricié mi pierna por inercia, chocando con su mano-

-¿Cree que es la única vez que nos veremos?

-Es que yo...

-No me expresé completamente, quizás no lo aceptarías.

-Pero de todas formas me obligaría a hacerlo, ¿no es así?

-Por supuesto que sí.

Subió su mano por mi espalda hasta llegar a mi cabello, tomó un puñado suavemente e hizo mi cabeza para atrás.

-Me tiene completamente obsesionado.

-Yo no lo tengo obsesionado, sino su mente.

-¿Entonces yo soy el culpable, no usted?

The beast's obsession ; Bill KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora