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Minho vagaba por la casa, apagando las luces y cerciorándose que todo estuviera cerrado y asegurado. Al entrar en la cocina, la comprobó para asegurarse de que Bo tuviera suficiente comida y agua para la noche. El viejo chucho patrullaba la casa mientras dormían, y Minho quería asegurarse de que él estuviera cómodo. Arriba, podía oír a Felix vagando por su dormitorio, sin duda, organizando las compras que habían hecho más temprano ese día.
Minho sonrió al pensar en lo emocionado que había estado su amante mientras vagaba por Babies "R" Us. Definitivamente le debía una cerveza a Chan por la sugerencia. Felix había podido disfrutarlo a gusto, y ver el resplandor de su dulce bebé mientras compraba para su hijo había valido la pena sumergirse en sus ahorros para pagar la enorme cantidad de cosas para bebé que su hijo iba a necesitar.
Minho nunca antes se habría imaginado que estaría comprando cosas para su propio hijo. Siendo un hombre gay, nunca esperó tener hijos, bueno, al menos biológicos. Claro, que siempre había esperado, en el fondo de su corazón, de que algún día iba a establecerse con una pareja y tal vez adoptar unos cuantos niños. Pero la única posibilidad que tenía Minho de lograrlo sería mudándose a algún lugar más "amigable con logay", y él no estaba dispuesto a renunciar a la granja de sufamilia por el momento.
Pero Felix había enviado toda esa idea lejos, pues no sólo le iba a dar a Minho un hijo, sino también le había dado a Minho todo el amor que siempre había deseado.
Cada vez que Minho había mirado a Felix durante el día, había caído aún más profundamente enamorado del hombre.
Lo único que estropeó su excursión había sido la confrontación con el agente Hernández. Minho había querido matar a ese hombre cuando entró de nuevo en la tienda y vio a su pequeño y dulce extraterrestre mirando hacia arriba a aquél embaucador. Quiso patear su culo por salir y dejar solo a Felix, aunque hubiera sido por unos minutos. Felix nunca debió haber tenido que enfrentarse con el mañoso agente federal, y Minho se culpaba de cualquier preocupación y estrés que su pequeño compañero hubiera experimentado.
«Pero ¿cómo se supone que iba a saber que estaba en esa tienda?», se preguntó. «¿Acaso nos venía siguiendo?»
El pensamiento hizo que su estómago se torciera, y se encontró corriendo hacia las escaleras y su amante que esperaba por él justo en el segundo piso.
«Algo hay que hacer en ese hombre. Y pronto».
Al entrar en el dormitorio, se sorprendió al ver la habitación vacía. ¿Dónde había ido su bebé?
―¿Bebé? ―gritó. Oyó el inodoro en el cuarto de baño y sonrió. Al igual que una mujer embarazada, la vejiga de Felix se había reducido cuanto más grande se hacía su vientre.
