Capítulo 31

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¿En las buena y en las malas?

Delany

—¿Está consciente? —preguntó Ethan.

—No.

—Bien. Emma ve por mi madre y dile que necesito hablar con ella, no quiero entrar y tener esa conversación con mi padre ahí.

—De acuerdo.

Emma se levantó y entró en la habitación treinta y seis.

—¿Quieres un té? —ofrecí, acariciando el dorso de su mano.

—Gracias, preciosa.

Fui directo a la cafetera y justo en ese momento una mujer alta de traje azul marino, salió de la habitación. Su cabello comenzaba a cubrirse de canas y las arrugas alrededor de sus ojos, sumado a las grandes ojeras, la hacían parecer demasiado mayor.

—¡Ethan! —sollozó la mujer y eso llamó la atención de las enfermeras, quienes los fulminaron con la mirada, sin embargo, ellos no fueron conscientes de eso.

Preparé dos cafés y un té mientras contemplaba cómo Ethan abrazaba a su madre hasta que su cuerpo dejó de temblar, entonces me lanzó una mirada a modo de señal para acercarme.

—Madre, ella es Delany, mi pareja —que me presentara a su familia como su pareja me ponía nerviosa: Emma reaccionó de una manera extraña y la madre no fue la excepción—. Delany, ella es Angélica, mi madre.

Sonreí con amabilidad, mas la mujer no dejó de mirar a su hijo.

—Ethan, dentro de un mes vas...

—Iba...

—Pero hijo...

—Madre, no es momento para eso, ya lo hablaremos a su tiempo, ¿de acuerdo?

«Iba, ¿iba a qué?».

—¿Café? —dije para no parecer una idiota ahí parada si saber de qué demonios hablaban.

—Lo lamento, cariño —se disculpó la mujer para ponerse en pie y besar mi mejilla a modo de saludo—. Un placer conocerte.

—El placer es todo mío.

La mujer aceptó el café al igual que su hijo el té y yo volví a retirarme para ir por el mío. Cuando regresé, vislumbré que la madre de Ethan se ponía en pie y regresaba a la habitación. Tomé asiento al lado de él.

—Sé que tienes preguntas —Se inclinó hacia el frente con sus manos entrelazadas—. Y te prometo que te explicaré todo.

—Bien.

—Mi madre y Emma se irán a casa: no han dormido bien, si gustas puedes ir con ellas a descansar...

—¿Quieres que me vaya? —pregunté—. Si necesitas espacio dímelo, Ethan, no tengo inconveniente con ello —aseguré a la vez que acariciaba su nuca.

—No, Del, no quiero que te vayas —confesó volviendo su vista en mi dirección—. Estoy asustado por lo inevitable de la situación y por lo que me espera en un futuro próximo...

—No estás solo, Ethan...

Ethan pegó su frente a la mía y soltó un suspiro.

—Del..., no pudiste llegar a mi vida en un mejor momento.

Las puertas de la habitación treinta y seis se abrieron y nosotros nos levantamos para dirigirnos hacia ellas.

—¿Francisco sigue en la sala de espera? —inquirió Emma, sorprendida

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