Capítulo 8

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¿Qué bala prefieres que te maté?, ¿el amor o la soledad?

Ethan

«Hasta que vea que es seguro hacértelo saber».

Eso bastó para quitarme el sueño. Delany acaba de admitir que le gustaba, lo cual ya sabía, pero el hecho de que lo dijera... Solo había un problema: ella se encariñaba y yo prefería retirarme antes de que eso siquiera se me pasara por la cabeza.

Quería hundirme en ella, esa era la verdad, ansiaba aferrar su trasero y hacerla mía. Llevaba varios días sin sexo y comenzaba a sentirme... Ni siquiera existían palabras que le hicieran justicia a la sensación que se empezaba a acumular entre mis piernas.

Mis manos navegaron por esos suaves senos y bajaron por mi abdomen hasta mi vientre. Deseaba explorar esa húmeda zona, experimentar qué sentía una mujer cuando la tocaban...

—¡Aaah! —jadeé al sentir ese placentero calambre muy, muy en el fondo de entre mis piernas.

Era un idiota, Delany lo había dejado claro, aunque jamás sería capaz de hacerle algo a una mujer sin su consentimiento y, a pesar de que el cuerpo de ella estaba en mis manos, no lo tocaría hasta que Delany aceptara o... ella misma lo hiciera.

Carajo, jamás creí decir eso, pero maldición, quería sentir a Delany dentro de mí.

Me desperté con el tiempo suficiente para tomar una ducha y volver a rechazar mis impulsos de tocarme ahí mismo

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Me desperté con el tiempo suficiente para tomar una ducha y volver a rechazar mis impulsos de tocarme ahí mismo. Salí del baño y humecté mi piel mientras admiraba cada cicatriz, cada lunar, cada estría... Todo en ese cuerpo era una obra de arte, ¿por qué?

Escogí un traje de baño con estampado floral demasiado sensual: el top no era más que dos pequeños triangulitos con sus respectivas cintillas; la parte de abajo era un hermoso panty con cintillas a los costados. No planeaba ir así a la cita, en cambio sí la haría lucir espectacular, por lo que tomé un vestido de encaje blanco con un corte hasta las rodillas en la parte trasera y hasta los muslos al frente.

Me veía espectacular, sí, señor. Solo faltaba un detalle. Golpes en la puerta me hicieron sonreír, parecía que había logrado leer mis pensamientos.

—Te ves fatal.

—Buenos días a ti también —dijo Delany, pasando a mi lado.

Sus ojos recorrieron mi cuerpo con detenimiento mientras estudiaba desde los lindos guaraches hasta cada una de las pocas prendas que llevaba encima.

—Te ves muy bien —admitió sorprendida—. No pareces una maldita prostituta —exclamó con una tímida sonrisa; sabía que se estaba acordando de las palabras que Gretta le había dedicado la noche anterior.

—Tranquila, cariño, te haré quedar bien. Aunque me alegro que hayas venido: necesito ayuda con el maquillaje.

Sus ojos me devoraron, me devoraron de la manera más lujuriosa y cachonda que nadie más había hecho.

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