Capítulo 33

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¿Qué precio tiene el amor?

Delany

—¿En dónde trabajas? —inquirió el padre de Ethan, Sergio.

—Por el momento no tengo trabajo —confesé avergonzada: seguro pensaría que era una cazafortunas.

Mis amigos, Elaine y los hermanos habían ido a comprar algo para cenar a petición de Sergio y tanto su esposa como sus hijos seguían en sus habitaciones, así que eso nos dejó a nosotros, las enfermeras y algunos trabajadores que deambulaban de vez en cuando por la sala.

—¿Sabes?... Ethan está buscando a alguien con tu perfil —anunció el hombre con lentitud y sin aliento.

—Eso mismo le he dicho yo —exclamó Ethan, sobresaltándome.

—¿Y qué ha dicho? —cuestionó su padre.

—No hubo oportunidad de escuchar su respuesta —le explicó su hijo.

—Entonces, hagámoslo formal... ¿Quieres trabajar con nosotros, Delany?

Mi respiración se detuvo por un instante. «¿Trabajar con Ethan?», la idea no me desagradó, no obstante, era consciente de que no era bueno mezclar el trabajo con lo personal.

—Yo... No sé qué tan conveniente sea...

—Tranquila, si por alguna razón no te sientes cómoda o algo sale mal, puedes retirarte cuando lo desees —aseguró Ethan.

—De acuerdo, pero...

—No se diga más..., mañana que te lleve a la empresa y comience a explicarte cómo trabajamos... y a lo que nos dedicamos. Hijo, encárgate de arreglar el papeleo... y de todos los trámites pertinentes.

—Será un placer —dijo Ethan guiñándome un ojo.

Lorena, una amable mujer de cabello cobrizo, abrió la puerta por donde entraron nuestros amigos cargados de bolsas.

—¡La cena ha llegado! —anunció Santiago con la mejor sonrisa que logró fingir, mientras cargaba la funda de lo que parecía ser una guitarra.

—¿Qué pasa? —inquirió Ethan, extrañado por la situación.

—Tú padre ha solicitado una velada como cuando éramos jóvenes —explicó Elaine, acomodando las cajas de pizza sobre la mesita de centro.

—Ya veo —Ethan se dejó caer a mi lado.

—Delany... ¿Ethan ya te ha contado que en su juventud cantaba? —cuestionó su padre. Sentí el cuerpo de Ethan tensarse, mas se repuso de inmediato.

—No, no lo sabía.

—Ethan y Santiago eran un dueto insoportable, no paraban de molestarme: ensayaban en la puerta de mi habitación para hacerme cabrear —se quejó Emma, uniéndose al grupo. Se escucharon varias risas, incluso la mía se unió al coro.

—Entonces, ¿cuál canción quieren? —preguntó Santiago, listo para tocar.

—Ya conocen mi favorita —exclamó la señora Angélica justo en el momento en que se sentaba junto a su marido y tomaba su mano.

La respiración de Ethan se aceleró y un pinchazo en mi pecho me hizo darme una idea de lo que debía sentir al darse cuenta de que esa ocasión, sería una de las últimas en la que presenciaría a sus padres tomados de la mano.

Santiago comenzó a tocar y Ethan no tardó en iniciar a cantar. No conocí la canción, pero sin duda tenía una linda voz.

La velada transcurrió entre risas, canciones y miradas tiernas por parte de Sergio, miradas que parecieron ser de despedida y me pregunté si tendría miedo. Esa idea oprimió mi corazón porque si la respuesta era , sabía que no lo demostraría por su familia y ese era el acto de amor más grande que había visto.

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