Capítulo 5

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¿Perdonas o te vengas?

Delany

Gruñí frustrada e hice las sábanas a un lado para salir de la cama. Había cambiado de posición más de diez veces y no logré conciliar el sueño. Mi móvil decía que eran las 2:36 a.m., sin embargo, quedarme un minuto en el mismo sitio fue imposible. Me levanté y fui directo al baño en busca de agua para extinguir las crepitantes llamas que llevaron a mi cuerpo a alcanzar temperaturas peligrosas. Mojé mi rostro.

Cerré los ojos y me imaginé con Ethan en el ascensor, mas no como el encuentro de hacía unas horas, sino cada quien en su respectivo cuerpo... pegados, sus jadeos...

¡Mierda! ¡MIERDA!

«¿Qué me está pasando?». Un largo y profundo suspiro resonó en esas cuatro paredes y por más que le rogué a mi reflejo que me diera una respuesta, permaneció en silencio.

No creía en el amor a primera vista, me parecía algo sobrevalorado; no obstante, el deseo en la primera noche, sí que existía y consideraba que era precisamente eso lo que sufría en ese preciso momento.

Una vez de vuelta en mi cama, la voz de Santiago llenó el silencio en la habitación:

—¿Qué sucede, amigo?, ¿esa rubia no te deja dormir?, ¿o Delany?

—¿Cómo dices? —Su pregunta me tomó con la guardia baja.

—¡Oh vamos!, he visto cómo te observa la castaña esa.

—Ah, ¿sí? —inquirí. Mi cabeza se amotinó y me mandó imágenes con Ethan pegado a mí, otra vez. Mi miembro se endureció.

¡Demonios!

—Sí. —El silencio regresó y fue Santiago quien lo volvió a romper —: Oye... Por fin lo hice.

—¿El qué?

—He besado a Elaine —confesó emocionado, sin lograr evitar soltar un suspiro.

«Me alegro por ti, pero esa no era Elaine, sino mi amigo, al cual, por cierto, asustaste, campeón».

—¿Y... qué pasó? —curioseé al borde de la risa.

—Eso es lo que no comprendo: le pedí a Gretta que se llevara al resto para yo poder hablar con ella, sin embargo... No lo sé, viejo... Creo que me he equivocado y no soy correspondido —soltó, afligido.

—No lo creo —exclamé al recordar lo que Elaine le había dicho a mi amigo—. Solo lleva las cosas con calma, háblalo con ella y... Dale tiempo. Quizás tiene miedo, siempre te ha visto como... como su amigo y tal vez teme perderte.

Escuché cómo Santiago se irguió.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, ¿qué pasa?

—Bueno, tú siempre me has dicho que el sexo es la solución y ahora... has sonado como... No sé, por un momento me pareció que estaba hablando con una persona diferente, más específico: con una... chica.

No pude evitar reír, lo que solo ocasionó que Santiago me inspeccionara entre las sombras.

—Eso es lo que tú quisieras —me mofé en un intento de desviar la conversación para salir del campo minado.

—Sí, es cierto —Santiago soltó una débil carcajada y se tumbó de vuelta sobre su cama.

Las sombras me abrazaron y mis fantasías junto a ese atractivo ejemplar masculino, que encendió cada célula de mi cuerpo, se reprodujeron en mis sueños.

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