Capítulo 7

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¿Pides tregua para planear tu siguiente ataque o para enamorarte?

Delany

—¡Maldito idiota! —gruñó Ethan, con el rostro encendido.

Tenía un pómulo rojo y el labio inferior hinchado. Cuando nos sacaron del club, él se alejó al instante y a mí no me quedó de otra más que seguirlo: no quería dejarlo solo en ese estado y menos con lo bien que se veía.

De pronto un ataque de risa que no logré reprimir me doblegó en dos y sus ojos volaron en mi dirección.

—¿De qué te ríes?

—Me preguntaba dónde demonios has aprendido a bailar así. —Mi comentario elevó sus comisuras.

—Aprendí viendo —contestó y mi sonrisa no tardó en esfumarse—. ¡Vamos, solo bromeo! Si te soy sincero: me he dejado llevar e hice lo que a todo hombre le gusta ver que hace una mujer en ese tipo de espectáculos.

—Ya. Pues hay que admitir que te ha salido muy bien: lograste calentar a todo hombre presente en la sala.

—¡De qué hablas!, tú has encendido a todos con esos movimientos —aseguró al tiempo que imitaba mi cautivador movimiento de cadera.

Una estruendosa carcajada llenó la atmósfera a nuestro alrededor en conjunto con los sonidos majestuosos del océano. El celular de Ethan sonó y en la pantalla apareció el nombre de «Santiago».

—Toma, responde —Acepté el teléfono y la llamada.

—Viejo, ¿dónde están?, los hemos estado buscando.

—Tranquilo, estamos en la playa. Dime dónde se encuentran y en seguida vamos.

—Estamos en el otro club, el que está en la salida del hotel.

—Bien, vamos para allá —lo tranquilicé y colgué—. ¿Sabes?, creo que debemos cambiar de teléfonos e incluso de identificaciones.

—Sí, eso sería lo más adecuado —coincidió dubitativo mientras sopesaba la idea.

—Humm, si me llaman, no contestes, ¿de acuerdo? —indiqué a la vez que le hacía entrega de mi móvil y credencial.

—¿Qué pasa? ¿Algún galán al que debas atender tú misma? —curioseó con una sonrisa pícara.

—No —aclaré de inmediato—. Es solo que...

—¡Vamos, Delany! En estos momentos yo puedo presumir que soy el que más te conoce. Ya te he visto hasta donde no te llegan los rayos del sol —aseguró sonriente, a la vez que el rubor invadía mi rostro—. Pero si te hace sentir mejor, respetaré tu privacidad, como debe de ser.

—No te preocupes, nadie me contacta —exclamé y un segundo después le hice entrega de mi celular e identificación—. Entonces... —aventuré—, ya estamos a mano, ¿cierto?

—Estas de broma, ¿verdad? —No respondí—. ¡Oh no, cariño! Me has jugado una grande hoy. Te aconsejo que prepares tu siguiente movimiento, soy... rencoroso, aunque tengo que admitir que hace mucho que no me divertía así —dijo mientras caminaba a mi lado—. No obstante, para que veas que soy benevolente... te dejaré elegir: ¿qué quieres que le diga mañana a mi cita? —inquirió pestañeando de forma exagerada.

Me encogí de hombros.

—La verdad, no me interesa lo más mínimo —confesé.

Por alguna razón algo había cambiado en mí en esos últimos días. Era curioso, me sentía más tranquila. Sonreí más en esas vacaciones que... que en los dos años y medios en los que Josh estuvo en mi vida y... sí, también se volvió a encender la llama en mi entrepierna, aquella que se consumió hasta las cenizas mucho tiempo atrás, eso me hizo dirigir la vista a mi izquierda y contemplar a Ethan, el responsable de eso.

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