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Su pregunta me dejó congelada

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Su pregunta me dejó congelada. La sentí cruzar el aire y estrellarse contra mí, como si todas mis certezas se desmoronaran de un golpe. Mi piel se erizó, y mi mente quedó en blanco por unos segundos. Era absurdo, pero en ese momento, dudé de lo que estaba a punto de responder. Sacudí la cabeza rápidamente, intentando alejar aquella confusión.

—¿A... a qué te refieres con que si estoy segura? -dije, esforzándome por sonar firme—. ¡Por supuesto que lo estoy! Si me gustara, no la hubiera rechazado. —Mi voz resonó en la habitación, como si estuviera tratando de convencerme a mí tanto como a Iza.

Ella se limitó a sonreír, ese gesto pequeño y tranquilo que, en lugar de calmarme, solo aumentaba mi frustración.

—Bueno, como tú digas.

Me sentí en un callejón sin salida, y el tono sereno de Iza solo lograba hacerme perder la paciencia.

—¡¿De dónde sacas que me gusta Susan?!

—Pau, te la pasas hablando de ella todo el día. Cada vez que vienes, la mencionas. —respondió, como si fuera algo tan obvio que no necesitara explicación.

Quería protestar, encontrar alguna manera de desmontar su argumento. Pero, por mucho que buscara en mi cabeza, no podía negar que Susan había estado ocupando demasiado de mis pensamientos últimamente.

—¡Sí, pero eso no tiene nada que ver! —intenté decir con firmeza—. Ella solamente es una amiga.

—¿Entonces cómo explicas que siempre hablas sobre ella y únicamente sobre ella? —preguntó Iza, su tono tranquilo pero incisivo.

Las palabras de Iza se clavaron en mí como agujas, y me di cuenta de que mi corazón latía más rápido de lo que quería admitir. Giré el rostro, evitando su mirada.

—¡Iza! —insistí, tratando de sonar convincente—. ¡Solo es mi amiga! ¡Si hablo tanto de ella es porque... porque no tengo tantos amigos!

Iza soltó un suspiro, como si no estuviera convencida.

—Eso no lo justifica.

—¡Claro que sí lo hace! —repliqué de inmediato, casi en un impulso.

—Yo también soy tu amiga, Pau, y dudo mucho que vayas a hablar de mí a todas horas con alguien más. —respondió, sus palabras cargadas de una sinceridad que me dejó sin respuestas.

Sentí una mezcla de vergüenza y frustración acumulándose en mi pecho. Me llevé una mano a la frente, cerrando los ojos mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Quería mantenerme firme, pero algo en su argumento comenzaba a resquebrajar mi seguridad.

—¡Pero es diferente! ¡No es el mismo contexto! —exclamé, con una energía que apenas reconocía como mía—. ¡Iza! No vine aquí para que me digas que me gusta Susan. Solo vine a pedirte un consejo, tú eres sabia, y necesito saber qué hacer con ella.

Iza me observó en silencio, y por un momento, su rostro mostró una leve sonrisa comprensiva.

—Lo siento, Pau. No era mi intención presionarte. Está bien, te daré un consejo si eso es lo que necesitas. ¿En qué puedo ayudarte?

Sentí cómo los hombros se me relajaban un poco al escuchar esas palabras. Hablar de esto era complicado, y hasta doloroso, pero también era algo que necesitaba sacar de alguna forma.

—Necesito saber si debería hablarle o si sería mejor que me aleje de ella... No quiero que las cosas se compliquen más de lo que ya están.

Iza asintió lentamente, su mirada suave pero llena de comprensión.

—¿Cómo piensas que te sentirías más cómoda?

Mi respuesta no llegaba, como si estuviera bloqueada en mi garganta. Suspiré, sintiéndome atrapada en mis propias emociones.

—Si crees que deberías hablar con ella, entonces hazlo. —dijo con una paciencia que me recordó que siempre estaba ahí para escucharme.

Negué con la cabeza, tratando de aclarar mis propios sentimientos.

—No lo sé, Iza... supongo que no me siento atraída de esa forma...

Ella me observó en silencio, y en sus ojos había algo parecido a un consejo silencioso.

—Primero necesitas entender bien lo que sientes para asegurar eso.

—¡Iza...! —comencé a decir, intentando defenderme, pero su mirada me hizo callar.

—Solo haz lo que te dije.

—Solo haz lo que te dije

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Una Disculpa Sincera #1 [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora