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—Genial

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—Genial. Solo quería pasar un rato con mi novia y ahora estoy en una nave, camino a un planeta del cual no conozco ni un carajo. —Murmuré en voz baja, intentando procesar la situación, mientras la frustración comenzaba a hervir bajo la superficie.

Soiken no parecía notar nada de eso, claro.

—¿Está cómoda, Cassiú? —preguntó, con una sonrisita irritante.

—Es Susan. —Repliqué, tratando de mantener la calma, aunque la sensación de que esto iba a peor no ayudaba en absoluto.

Él solo asintió, sin darle importancia. Suspiré y volví mi atención a la ventana de la nave. El planeta Asmarat flotaba ante mí, enorme y desconocido, como una mancha en el espacio que nadie había mencionado nunca, ni siquiera en los informes más oscuros. Estaba irritada, claro, pero también… ¿cómo podía ser que algo así existiera y que nadie en la Tierra lo supiera?

—Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? —le dije, buscando algo de claridad en este desastre.

—Ya preguntó algo. —respondió con aire desinteresado.

—¿Por qué nadie en la Tierra sabe sobre Asmarat? —le insistí, incapaz de dejar el tema.

Soiken se encogió de hombros.

—Asmarat ha existido siempre, pero tuvimos problemas con otras especies. Para evitar más conflictos, el planeta se camufló; solo los Asmaretanos pueden verlo.

Increíble. Un planeta entero decidido a ocultarse. Solté un suspiro, pero en lugar de aclararme las cosas, solo me sentí más atrapada en este embrollo.

La nave aterrizó, y en cuanto la puerta se abrió, el mundo de Asmarat me golpeó como una realidad surrealista. Criaturas de colores brillantes y formas extrañas nos miraban con una curiosidad casi perturbadora. Mis sentidos estaban al límite, y la mezcla de sorpresa y desorientación me costaba disimularla.

—¿Cómo se supone que entienda lo que dicen? —pregunté a Soiken, sintiéndome ya al borde de la paciencia.

—¿Cómo cree que entiendo su idioma? —replicó, con una media sonrisa que solo lograba enervarme más.

—¿No hay una opción para que todos hablen algo que ya entiendo?

—Claro. Si toda la población utilizará el mismo mecanismo que yo utilizo para adaptarme a su idioma. Pero como estos trajes no los puede usar cualquiera lo veo imposible.

Asentí, aunque esto solo añadía más preguntas. Este lugar era tan extraño que, por más que intentara calmarme, sentía que nada tenía sentido.

Soiken siguió hablando, su tono despreocupado apenas disimulaba la seriedad de sus palabras.

—Hay una razón importante por la que la trajimos aquí. En este reino, es necesario que se reproduzca con un ángel y un demonio para evitar la extinción de esta especie.

Mis ojos se abrieron un poco más de lo que me hubiera gustado.

—¿Perdón? No, gracias. Eso no es para mí. No me interesan los hombres —dije, tratando de sonar firme, aunque sentía que todo se me estaba escapando de las manos.

—Entonces, una mujer.

—¿Y cómo se supone que funcione eso? Soy una mujer, ¿recuerdas?

—Su caso es especial. Tiene ciertos poderes heredados de la misma hada que la concedió y de sus padres, que eran un ángel y un demonio. Esos poderes le permiten cumplir con esta tarea.

Apreté los labios, tratando de procesar aquello sin alterarme, aunque una parte de mí quería gritar. La facilidad con la que lo decía me resultaba absurda.

—Eso es… bueno saberlo.

—Esta noche convocaremos a algunas demonias y ángeles, y usted podrá elegir.

—Pero hay un problema, estoy en una relación. —repliqué, insistiendo en que esto no iba a ocurrir.

—No se preocupe, no volverá a verla de todos modos.

Sentí como una fina capa de hielo se apoderaba de mi interior. No quería perder la calma, pero esa declaración me hizo sentir como si el suelo desapareciera bajo mis pies.

—¿Perdón? —Mi voz salió en un susurro helado, y traté de mantener el control.

Sin mirarme, Soiken prendió un dispositivo y comenzó a hablar en un idioma que no reconocí. Cuando terminó, se volvió hacia mí.

—He contactado a algunas demonias y ángeles. Estarán listas para usted.

—Escucha, no pienso hacer esto. Soy fiel a mi novia y no la cambiaría por nadie. No importa quién sea o de dónde venga. —Mi voz era baja, pero cada palabra estaba cargada de frustración.

—No se requiere una relación romántica con ella. —respondió con la misma tranquilidad de siempre, ignorando mis palabras.

—Eso no cambia mi opinión. —dije, clavando mi mirada en él, aunque estaba claro que no le importaba en absoluto.

Soiken se dio la vuelta y siguió caminando, mientras una serie de burbujas invisibles me empujaban hacia un edificio imponente, que parecía un palacio.

—¿Qué vamos a hacer aquí? —pregunté, intentando mantener la compostura.

—Aquí es donde debe elegir a una mujer.

—Aquí es donde debe elegir a una mujer

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Una Disculpa Sincera #1 [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora