Capítulo 2 Curuscant, Naboo

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De camino a Curuscant, Anakin sintió dolor mientras meditaba en una habitación, pero se dio cuenta de que no era suyo y se preguntó si sería lo que recordaba, por lo que salió para mirar los alrededores con curiosidad.

Llegando a un comedor, o una sala de estar con mesa comedor, Anakin encontró a Padmé luciendo una cara de tragedia, sentada a una mesa.

—Todo estará bien, eres una gran reina que lo apostará todo para salvar a su pueblo, y ellos lo saben, o lo sabrán en un futuro —dijo Anakin, deteniéndose en frente de ella.

—Anakin, no… —Padmé suspiró—. ¿Sabes quién soy? —preguntó aturdida.

—Padmé Amidala, reina de Naboo y una persona que mantiene su corazón en el lugar correcto —dijo Anakin. Padmé lo miró aturdida.

—¿Cómo? —preguntó Padmé.

—Una visión, aunque Qui-Gon dice que son solo probabilidades futuras y no se deben tomar en serio —dijo Anakin.

Padmé tragó saliva, ella no se lo tomaba así, y Anakin sabía que era porque ella estaba desesperada, y en esa situación, las personas estaban dispuestas a aferrarse a cualquier cosa, incluso a una fantasía o visión del futuro.

—¿Y puedes decirme cómo acabará esto? —preguntó Padmé después de tragar saliva.

Anakin hizo una mueca y retrocedió un paso, haciendo su mejor actuación de alguien que había dicho demasiado y temía decir más. Padmé palideció al ver su reacción.

—Anakin, ¡por favor no te vayas! —rogó Padmé. Anakin apretó los dientes, dando otro paso atrás.

—Padmé, estarás bien, te salvaré en el futuro —aseguró Anakin, y Padmé no pudo aguantar más y se levantó para caminar hasta él y abrazarlo.

—Anakin, no tengas miedo, yo te protegeré, puedes decirme lo que quieras —dijo Padmé con algo de desesperación.

—Padmé, no temo decirlo, temo que me odies si lo hago, pues las personas que quieren hacerte daño son las que están cerca de ti —dijo Anakin con renuencia.

Padmé se tensó. Ella dejó de abrazarlo y lo miró con aprensión, pero luego pareció decidida y le tomó de la mano, llevándolo a la mesa para sentarse junto a él.

—Anakin, prometo que no me enfadaré contigo ni te odiaré. Por favor, cuéntame lo que has visto —prometió Padmé seriamente.

Anakin la miró con dudas durante unos segundos. Estas dudas no eran fingidas, porque él se preguntaba si esto ayudaría o causaría algún desastre. Aun así, debía arriesgarse, ya que no podía permitir que Palpatine acumulara poder sin restricciones. Cada pequeño golpe contaba y, con sus conocimientos futuros, poner a Padmé en su contra le daría muchos dolores de cabeza. Él intentaría matarla, pero muchos lo habían intentado, incluyendo a Palpatine, y nunca lo lograron. Anakin también sabía que esta sería la propia voluntad de Padmé si ella pudiera tomar la decisión.

Anakin respiró hondo, y Padmé se tensó en preparación.

—Padmé, lo que he visto sobre ti es algo oscuro y borroso, excepto por ti —advirtió Anakin—. En mi sueño, una masa de oscuridad espeluznante nos espera a nuestra llegada a Curuscant. Pero puedo verte bien, así que no es un intento de asesinato —dijo Anakin, y Padmé respiró aliviada. Anakin negó con la cabeza.

—No es un asesino, pero esta oscuridad te hará mucho más daño que cualquier asesino. A ti y a toda la galaxia —dijo Anakin con pesar, y miró a Padmé, quien asintió, pidiéndole que continuara.

—La oscuridad no puede tocarte, pero te susurra palabras falsas, ofreciéndote una protección que no tiene la intención de brindarte, a cambio de que la apoyes en su búsqueda de poder. Y tú aceptarás —dijo Anakin con tristeza—. Te veo en una gran sala alta, con miles de personas, rodeada de oscuridad, sintiendo tristeza, dolor e impotencia, pero también ira y miedo, mientras pronuncias un voto de no confianza, que fue el trato propuesto por la oscuridad.

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