†CAPÍTULO 4†

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†4†

LILITH

El está aquí.

Mi señor oscuro vino a verme.

Aunque realmente yo no era el motivo de su visita; la razón de que el esté aquí, es por Derian Darkman.

Su familiar olor a azufre del que tanto estaba acostumbrado se hizo presente en la cabaña, pero no me agradaba la forma en la que estaba.

Estaba en su fase demoníaca, era una cabra de la cintura hacia arriba, y un hombre hacia abajo, excepto por las ásperas patas de cabra que tenía; tenía una boca con colmillos que salía de su abdomen, ojos amarillos y rasgados como una cabra, y dos torcidos y gruesos cuernos en su cabeza, pero lo más llamativo de su fase, era su altura; medía más de dos metros.

Él se adentró a la cabaña, tuvo que agachar su cabeza para poder pasar por la puerta, en silencio, dió unos pasos hasta quedar justo frente de mí.

No me hablaba, no pronunciaba ni el más mínimo sonido, y eso me asustaba; me sentía tan insignificante a su lado, tan débil, sin valor, tenía miedo de él. El me seguía observando sin parpadear, su feroz mirada me aterraba. Él sabía que me causaba miedo, y al parecer eso lo divertía.

No aguanté ni un segundo más la tensión entre nosotros. —Señor oscuro— dije en un suspiro, rompiendo la tensión.

—¡CÁLLATE LILITH!— el señor oscuro gritó fuertemente, haciendo que se apagara las velas encendidas en la sala y con ellas la chimenea también.

Una fría brisa entró a la sala haciendo que cada parte de mi cuerpo se estremeciera por escalofríos. Yo temblaba del miedo que me causaba el señor oscuro, mis manos sudaban frío y sentía como mis rodillas se debilitaban.

—¿Por qué tienes miedo Lilith?— dijo en tono de burla. —Si hace rato estabas muy divertida viendo como Derian peligraba en el bosque.

Él lo sabía, no debí haber dudado de su inteligencia. Él tiene poder en este mundo y ve todo lo que pasa.

—Señor oscuro yo...

—No, Lilith— Él me silenció, posando su dedo índice sobre mis labios. —Te dí una orden y no la estás cumpliendo.

Él tenía presionado con fuerza su dedo en mis labios, enroscó su mano libre en mi cintura.

—Tienes miedo Lilith— me dijo en el oído, y sentí como frialdad pura rozó esa parte. —Miedo de que me interese más el bienestar de Derian, que el tuyo.

Apartó la mano de mi cintura y la deslizó dentro de mi camisa, sus dedos helados recorrieron la piel de mi abdomen hacia arriba; sus puntiagudas y afiladas uñas dejaron cortes dolorosos en cada contacto. No podía gritar, su dedo sobre mis labios me lo impedía. Cuando sus garras llegaron a la piel en medio de mis pechos, el las enterró sin compasión. Quería gritar, llorar, y patalear, pero no podía. Podía sentir mi piel rompiéndose, abriéndose, sentí la frialdad de mi demoníaca sangre resbalando por mi abdomen.

—Me debes devoción, Lilith, siempre tienes que obedecer mis órdenes, y respetarme— el apartó su dedo de mis labios, y su mano del interior de mi camisa; pude respirar otra vez. —¿Entendido?

—Sí— dije, agachando la cabeza.

Me arrodillé ante él, puse mi mano sobre su enorme pata de cabra, y lo besé. —Te adoro señor oscuro— le dí otro beso a su pata. —No sé que haría sin tí.

—No vuelvas a desobedecer mis órdenes— me levanté del suelo y quedé frente a el señor oscuro, tuve que alzar mi mirada para poderlo ver. —Y protege a Derian Darkman, no dejes que nadie lo lastime.

El hijo bastardo del Diablo - (La Semilla Del Diablo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora