vingt-trois

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No había podido procesar el hecho de que alguien entrará a su torre, ni siquiera tuvo el tiempo para tener alguna reacción antes de que volviera a sentir esa calidez que creyó perdida.

Su respiración paró por un momento, intentando procesar lo bien que eso le hacía sentir al tenerle tan cerca de él. No miró a la persona en ningún momento, solo sentía como el abrazo se hacía más fuerte.

Toda la energía que perdió las últimas semanas —ahora— no se sentían. Era tan lindo y relajante para él, que cada noche que lloró se borraron de su memoria, las ganas que alguna vez tuvo de irse de la isla se esfumaron. Parecía que cualquier problema que podría tener era mínimo, la alegría que creyó perdida, empezaba a volver.

Su mundo, el cual creyó que se había derrumbado, empezaba a tener color nuevamente, volviendo a él todas esas memorias con la persona que lo abrazaba. Poco a poco correspondió al abrazo, sintiendo su corazón latir fuertemente de la emoción y felicidad que le brindaba ese simple gesto.

Cuando empezó a sentir algo mojando en su pecho se preocupo de sobremanera, reforzando con más fuerza aquel abrazo que, al parecer, significaba todo para la otra persona.

—Hey… está bien, no te preocupes, estoy aquí… —Acarició con suavidad su cabello. Logró escuchar un pequeño sollozo tras decir aquello, rompiéndole el corazón de inmediato.

Había estado tan enfocado en él mismo, en cómo toda esa situación le dañaba y afectaba al mismo tiempo, descuidandose a él y a quienes le rodeaban en esa isla.

Sintió como se removió del abrazo, estando aún cerca de él, empezando a sacar algunas cosas.

«Pensé que no volverías, que ya no me querías»

Era un padre horrible.

Amaba a su hija con todo su corazón y su alma. Ella era parte de su vida desde hace mucho, a pesar de no ser su hija biológica, la amaba y la aceptaba tal cómo ella quisiera ser.

—Leo, no digas eso —susurró para ella—. Jamás te dejaría, mija —Tomó su pequeño rostro entre sus manos, obligándola a mirarlo—, te adoro y amo demasiado como para hacerte eso.

Y ahora lo sabía.

«Te fuiste por casi un mes, no llamaste, no cartas, no había nada»

Leyó el texto tembloroso que su pequeña había escrito, regañandose mentalmente por no pensar en su hija cuando todo eso paso. Un pequeño vacío en su corazón se formó al percatarse de eso.

Sin éxito, siguió limpiando las pequeñas lágrimas que seguían saliendo de los ojos de la menor. Beso su frente, acunando a Leo entre sus brazos.

—Perdón, trate de llamar varias veces, pero la recepción no fue tan buena —suspiró—. Por eso volví, porque extrañaba a mi niña.

Leonarda siguió llorando, pidiéndole una y otra vez que nunca se fuera, que no la abandonará. Preguntando repetidas veces si ella había sido el problema del reciente distanciamiento que tenía con ella y Foolish, jurando que iba a cambiar, que dejaría de ser tan mimada, que sería buena hija, no haría tantas travesuras, que haría lo que sea que él quisiera…

«…Pero, por favor, nunca me abandones papá»

—Está bien, todo está bien… —Le quitó su característica gorra roja, haciendo que Leo mirase a su padre— Todo estará bien, cielo —Peino su cabello con su mano, siendo tan delicado con su tacto y tan dulce al momento de hacerlo—. Te lo prometo.

La pequeña paro de llorar después de muchas horas, quedándose abrazada a su padre, temblando un poco. Vegetta no podía saber si era de frío o miedo, pero ver a su niña tan vulnerable… sin duda le partía el corazón.

Todo ese tiempo en su soledad siempre había creído que lo que tenía no valía nada, que cada recuerdo junto a Foolish, la persona con quién más tiempo había pasado y, eventualmente, se enamoró, no significaban algo debido al reciente —no tan reciente— descubrimiento sobre aquella poción. Cada día se repetía que todo lo que había vivido había sido una farsa, algo construido por medio de algo mágico y que, por ende, nunca había sido real.

Sentía que esos momentos no le pertenecian.

Sin embargo, se enfrasco tanto en aquella soledad y egoísmo, en donde sentía que él era la víctima, que jamás fue capaz de ver lo que tenía antes de que todo eso pasara.

Porque dentro de toda la farsa, jamás se dio cuenta que siempre tuvo algo real.

Antes de todo, al inicio de la isla, él era más un lobo solitario, rehusandose a estar en algún grupo, siempre yendo a su bola y a su paso.

Era así hasta que Leonarda llegó a su vida.

Pensó que ser padre le fastidiaria su vida libre y de aventuras, que su tranquilidad se iría por ella. Fue todo lo contrario. Cada día que pasa a a su lado siemrpe estaba lleno de color y alegría, cada risa que compartían era un recuerdo que se quedaba grabado en su mente y en su corazón, el orgullo porque su hija (o hijo, si así Leo algún día quisiera) fuese quien quisiera ser, siendo libre y talentosa, amándolo a él y a Foolish por darle una oportunidad de ser su hija, el pequeño brillo de genuina felicidad cuando hablaba de lo feliz que era con ellos, de verlo a él cada que se podía… Todo eso le hizo darse cuenta de que aquel inexplicable miedo a ser padre se había esfumado, amando serlo cada día, hora y segundo que pasaba a lado de su princesa.

Leonarda era lo único real que tenía y siempre tuvo. Y eso nada, ni nadie, podrá quitárselo.

★—

[🍌] necesitaba escribir esto porque siento que hice sufrir mucho a este Veg y tenía que recompensarlo de algún modo, y qué mejor que recordándole lo mucho que su hija lo ama genuinamente <3

Poción || FooligettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora