Donde Mateo no puede controlar sus constantes ataques de rabia y Nahia sufre de trastorno de estrés postraumático.
Dos personalidades distintas, compartiendo la misma cabeza ruidosa; donde juntos descubren que fumar marihuana no es la única forma d...
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NAHIA.
Llegué a casa muy cansada después de un largo día y encontré la habitación vacía. Chiara no estaba.
Pensé que era extraño y una ola fría de piel de gallina se apoderó de mi cuerpo. Escucho mi celular vibrar en el bolsillo de mi pantalón y abro las notificaciones, como si Chiara hubiera leído mis pensamientos, me explicó por mensaje por qué se fue.
"Emergencias de chicas en la casa de Ámbar".
Resoplé.
Tengo mucho miedo de estar sola en cualquier lugar, pero sobre todo en casa
Con mis manos ya temblando y mi cabeza doliendo, corrí directamente a la habitación y metí mi cuerpo bajo las sábanas.
Cuando estoy sola, mi cerebro suelta una llavecita y abre la peor parte de mis pensamientos, ese que ni siquiera me gusta recordar que existe.
Escuchar la voz de mi papá en todas partes es algo completamente inevitable.
Es asustador.
Siento su presencia todo el tiempo, creo que me estoy volviendo loca.
Entonces recordé que tenía mucha marihuana en mi mochila.
Fumar era mi pasatiempo favorito.
El efecto que tiene la marihuana en mi cuerpo nunca es inmediato. Pero solo terminar medio porro hace que mis músculos se relajen. El humo sube a mi cerebro y todos esos pensamientos aburridos desaparecen.
Siento mi vejiga apretada, me invadió una puta urgencia de ir al baño.
Miré hacia la puerta del cuarto rápidamente.
No puedo salir de mi cama.
Simplemente no puedo.
Después de encerrarme en el cuarto, nada puede sacarme de acá.
Imaginar lo peor cada vez es horrible pero es automático.
Idealizo en mi cabeza la imagen de mi papá apuntándome con un arma a la cabeza en cuanto abro la puerta y listo, se me acabaron las ganas de orinar.
Qué rabia.
Necesito más marihuana.
Saqué mi mochila del suelo y busqué en todos los bolsillos posibles lo que quería. Pero no tenía más.
