VII.

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1996.

Isabella.

Volví a leer las letras impresas en la hoja del hospital sintiendo el pecho pesado y dificultad para respirar.

"Prueba de detección de gonadotropina coriónica (hCG): positivo".

La señora Hong me había recomendado hacerme una cuando observó algunos síntomas que comencé a presentar después de navidad, sobre todo cuando había preparado mi postre coreano favorito y lo rechacé cuando sentí náuseas.

—Yo sé que no debo meterme en su relación, son adultos y saben como manejar su vida, pero... Isabella, tus vómitos y náuseas no son normal —me dijo unos días después de año nuevo —, te lo digo porque yo viví un embarazo.

Cuando dijo esa palabra me congelé, sintiendo mi cuerpo paralizarse y mi estómago revolverse, queriendo devolver el desayuno de ese día. No me quedó de otra más que seguirla al hospital donde trabajaba y dejar que me tomara un estudio de sangre.

Ahora todo tenía sentido para mi mente ignorante. Estaba embarazada. Tenía miedo de decírselo a Joshua a pesar de saber que él estaría emocionado porque al fin había obtenido lo que me pedía desde hace unos meses.

Me encontraba sola en el departamento ya que JeongHan había vuelto a Corea cuando recibió una llamada, bastante costosa debido a la distancia, de su hermana menor diciéndole que su madre se encontraba en el hospital.

No pasaron ni dos horas después de la llamada cuando Hannie ya se encontraba en un avión rumbo a su ciudad natal para cuidar a su madre.

Joshua le había pedido que le notificara el estado de su madre para ir a visitarlo por si necesitaba ayuda con su familia o en cuestión de dinero. Pero la llamada nunca llegó, causando que Joshua se desesperara por no saber nada de su amigo y su madre, notificándome que al final de la semana volaría a Corea para saber que estaba pasando.

La puerta siendo abierta abruptamente me asustó y corrí hacia la sala, encontrándome con un Joshua triste y ansioso.

—Amor, ¿qué pasa? —pregunté asustada.

—Voy a ir a Seúl —avisó caminando, pasando a mi lado sin saludarme.

—Eso dijiste hace unos días —le seguí el paso hacia nuestra habitación —, dijiste que comprarías el boleto al final de la semana.

—Iré hoy mismo. Ya compré el boleto.

Tomó una maleta pequeña del armario y comenzó a meter cualquier cosa que sus manos le permitían, camisetas y pantalones, sin siquiera tomar ropa interior.

—Shua, espera —me acerqué a él para detenerlo y que se tranquilizara.

—No lo entiendes —susurró alejándole de él —, su mamá pudo haber muerto y no estoy ahí para él.

—Eso no lo sabes. Tranquilo —pedí cuando noté sus manos temblar. Levantó su barbilla intentando alejar las lágrimas de su rostro.

—Tengo que estar con él —me dijo triste.

—Lo sé —dije comprensiva —, primero debes calmarte. No puedes llevar esto —señalé el traje de baño que tomó sin notarlo.

Tomó asiento a los pies de la cama y perdió su mirada en la pared frente a él. Suspiré y decidí ayudarlo a preparar lo necesario en esa maleta.

Una vez que estuvo lista, la cerré y la dejé en la esquina del cuarto. Me senté a su lado y acaricié su muslo.

—¿Cuánto tiempo te irás? —interrogué recargando mi cabeza en su hombro.

Eighteen | Joshua HongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora