電⸽⋆𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕿𝖗𝖊𝖈𝖊

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«No me dejo plantada» Se repitió en su mente, subiendo las escaleras de caracol hacia el segundo piso, como siempre las maderas crujían en respuesta, una respuesta bastante desagradable al oído. Al llegar a la cima camino por los incontables pasillos hasta llegar al último, dirigió su vista y ahí estaba.

Sentada en el suelo con un libro en sus manos, sin embargo, su mirada estaba en jihyo, e inconscientemente sonrió. Sana la miraba de una forma indescriptible, solo podía descubrir algo, era curiosidad, admiración y un toque de pasión, la manera en la que la analizaba de arriba y abajo la ponía nerviosa, esos ojos depredadores, afilados, penetrantes... la miraban como su futura presa a punto de caer ante las garras de la fiera mas salvaje de la selva. A punto de ser comida por las fauces del gran depredador.

Sana esbozo una sonrisa sincera, se levanto de su esquina de confort, se sacudió y se acerco a paso lento hacia jihyo, como si quisiera cazarla, siendo sumamente cuidadosa para no alertar a su presa, para que no se diese cuenta del peligro que la acechaba.

- Señorita jihyo, un gusto verla aquí —Dijo sana sonriendo cuando llego hacia jihyo, sin dejar ni un milisegundo de mirarla, ni dejar de analizar su alma y su cuerpo. —Espero me lleve a almorzar algo apetecible.

«Igual de apetecible como tú» Pensó en su mente, estando de acuerdo con los pequeños hombrecillos que vivían ocultos en las sombras de su subconsciente, que siempre peleaban por quien estaba de acuerdo, ahora, estaban a gusto con el pensamiento de la nipona.

- Claro, querida. Será el mejor almuerzo que habrás comido. —Hablo jihyo empezando a caminar para salir del pasillo— ¿Por qué estabas aquí? En vez de abajo.

- Aquí te conocí —Mintió sana, o bueno, tal vez no mintió, en ese lugar jihyo la había conocido formalmente, en cambio, la japonesa ya la conocía meses antes, en su tiempo de no-acosadora.

- Es verdad —Jihyo sonrió— creo que por eso busque en este lugar. —Comento sonriente mientras pasaba sus dedos por los libros, suave y delicadamente como sana suele hacerlo, apreciando el verdadero arte, el arte de la lectura.

- Acompáñame —Continuo jihyo notando el silencio en el que sana se había aferrado. «Vaya, que si es tímida» Observo sus manos ocultas en los bolsillos de su sudadera, una sudadera negra, y así analizo su ropa; Una sudadera negra muy parecida a la morada que jihyo se encontró hacia algunos días -se encontró, no robo-, unos pantalones chándal simples de color gris y sus converse negras, el cabello lo traía suelto con sus lentes —Que supuso eran para leer—, era un estilo simple, pero en ella, se veía como si llevara la prenda mas cara de la más prestigiosa línea de moda.

Jihyo la dejo de analizar, y sin mas tomo su mano, esa fría mano callosa y grande, tan fría como el ártico y junto con la de ella formaba así un polo más, en ese polo no yacían venados o algún abuelo que entregaba regalos a los niños bien portados; en ese polo reinaba el amor de dos amantes desconocidas, con un sentimiento que las juntaba y no las dejaba separarse mental ni emocionalmente, reinaba un amor incondicional y extraño.

Confusión - Sahyo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora