A la hora de marcharse hacia la zona pueblo de Orxata, Kat fue a la entrada junto con sus primas para subirse al coche de siete plazas de la familia. Estaba nerviosa por compartir el corto viaje con sus primas, y se fue poniendo cada vez más nerviosa al ver como Bárbara subía a las niñas pequeñas en sus sillitas. Estas eran tan grandes y aparatosas que hizo creer a Kat que no cabrían bien. Al verlas entrar, Kat comenzó a barajar la idea de ir en autobús, una idea que se asentó al ver a Ana, quien media más de uno noventa, tener que apretujarse en el coche para que ella pudiese entrar.
Kat decidido rechazar ir con ellas. Utilizó una excusa tan barata mientras se alejaba rápidamente del coche, que ni si quiera supo cómo fue la conversación con Bárbara, tan solo salió corriendo por el bosque hacia la parada de autobús. Sabía que el tiempo se le echaba encima, por lo que usó un hechizo de atletismo para ir más rápido y otro de refrigeración para no sudar.
Las plantas se apartaron a su paso, marcándole un camino y guiándola hacia la parada de autobús. Al llegar a esta, Kat se paró un momento a pensar en lo que acababa de hacer. Por los nervios, se había largado sin tener una forma real de llegar hasta su instituto. Inmediatamente fue a buscar un papel con el horario de los autobuses, esperando que no hubiese pasado ya o que solo pasase cada dos horas. Aunque su peor escenario será que solo pasase los fines de semana.
Kat miró temerosa el horario, encontrándose con que el autobús pasaba por aquel lugar apartado de todos y de todo donde solo estaba su familia cada media hora. Eran las siete y veinticinco, pronto tendría que pasar un autobús. Y así fue. Un autobús de ciudad azul con el interior amarillo se vio desde la lejanía acercándose por la carretera entre los campos de arroz.
Por costumbre, Kat lo paró levantando su brazo. Por costumbre, el conductor no paró. Sin embargo, se dio cuenta al pasar de la presencia de alguien en aquella parada en medio de la nada y paró bruscamente para dejarla subir.
—Gracias por parar —dijo Kat mientras subía al autobús y, a la vez, sacaba su cartera para pagar.
—Espera, espera, espera, espera —dijo el joven conductor, Eo. Este era un chico joven, de unos veinte años. Por la altura que tenía sentado, Kat supuso que debía ser tan alto como su prima An. Este era de tez oscura, su cabello y sus ojos eran profundamente negros. El cabello lo llevaba corto y lacio. Por lo ajustada que era la camisa blanca del uniforme de conductor, se le podía notar la musculatura ligeramente marcad. Todo su físico llamó poderosamente la atención de Kat, sin embargo, lo que más le gustó fue la sonrisa amable que le dedicó al verla—. Eres del pueblo, ¿no?
—Yo a esa no la he visto en mi vida —dijo una anciana jorobada sentada en uno de los sitios reservados a la los ancianos agarrando fuertemente su carrito de la compra—. ¿De quién eres hija?
—Maruja, no molestes a la chiquilla.
—Tu vienes de la montaña Romer. De la descarada de Mona no pareces. La única que no veo desde hace tiempo es a Mara. Te pareces un poco a ella. ¿Cómo está? Hace tiempo que no se pasa para jugar al parchís.
—Se murió de una enfermedad degenerativa.
—Sí... Permíteme dudar que podáis morir de enfermedad.
—¡Maruja! Se dice siento mucho tu perdida. Veras, después del cambio de gobierno por el partido Junts per una Orxata Unida i Lliure (JOUL) empezaron una serie de reformas para mejorar la economía de la ciudad. Entre estas pusieron un autobús gratuito para los habitantes de Orxata para acercar a las personas de las pedanías o zonas lejanas de la ciudad al centro.
—Está muy bien para ir al sintrom.
—Los viernes por la mañana esto va llenito.
—Y no todos van a la cola del sintrom. Sería mejor que se sentase y ya se lo vas explicando de camino, que a este paso llego antes andando.
—Claro que sí, Maruja. Claro que sí. Bueno, en el ayuntamiento te habrán dado una tarjeta que parecerá un carnet de biblioteca.
—Sí, aquí mismo lo tengo —respondió Kat sacándolo de su cartera para mostrárselo.
—Bien, este te sirve para subir en el autobús de forma gratuita. Si fueses de fuera, usarían un bono bus. Esta también te sirve para entrar en la piscina pública, tomar libros de la biblioteca pública, entrar en el museo o realizar otras actividades organizadas por el ayuntamiento. Solo tienes que acercarla al detector que está al lado de mi asiento.
Kat acercó la tarjeta al detector. Este sonó indicando que lo había aceptado. El cerró la puerta y volvió a poner en marcha el autobús.
—¿No eres muy joven para ser autobusero? —preguntó Kat para continuar conversando con Eo.
—Eso mismo le pregunté yo.
—Claro que sí, Maruja. Pero no entiendo por qué todos me lo preguntan. No es tan extraño. Cualquier chaval de mi edad puede trabajar como conductor de autobús. Solo me saqué el carnet de conducir y encontré trabajo. Ya está, no tiene más magia.
—Ya... es que no es normal ver a alguien tan joven conduciendo un autobús. Lo normal sería que estuvieses en un supermercado o en un bar trabajando.
—Ya, pero allí no cobro ni tengo los derechos de un funcionario.
—El sueño español. Así se hace niño. Y luego pal sindicato, como mi Rigoberto, que en paz descanse. Murió por imbécil. Le dije que llamase a un manitas y él me respondió: "Yo soy el manitas". Murió dos semanas después.
—Vaya... Por cierto, yo soy Kat.
—Yo, Eo.
—María de los Enclaves Dolosos Togado —Kat no pudo evitar girarse a mirar desconcertada a la anciana cuyo nombre creía que era Maruja—. Tremendo nombre, eh. Mis padres eran primos, cuartos, pero primos, al fin y al cabo. Aunque nadie tiene los cojones de recordar mi nombre y pronunciarlo, así que todos me llaman Maruja.
—Kat, deberías sentarte para estar más cómoda.
—Ah, sí —Kat, quien había estado apoyada en la barra para estar frente a Eo, se sentó en el asiento tras esta. Desde allí ya no lo podía ver al hablar, pero estaba más cómoda—. ¿Cuánto tiempo lleva funcionando el autobús?
—Creo que año y medio.
—Yo de ese no conozco a sus padres.
—¿Te mudaste por el trabajo?
—Sí, aunque me he ido moviendo por toda España los últimos años en busca de un buen trabajo.
—¡Hui! Eso es nuevo.
—Entonces debes conocer algún lugar al que ir a pasar el rato.
—La verdad... es que no. No suelo tener mucho tiempo libre, y las vacaciones las uso para ir de viaje por el mundo.
—Entonces estas tan perdido como yo.
—Deberías de ir al museo de la ciudad. Mu bonico. También tenemos el cine que es un teatro. No sé, hacen cosas. ¡Oh! Y la ruta. Un paseo al lado del rio, entre la montaña Figues y la montaña Pius. Hay un montón de cuevas con pinturas rupestres por esas montañas. Además, en lo alto de la montaña Pius hay una iglesia desde la que se puede ver todo el territorio de Orxata, por la que apenas pasan personas por las noches. No hay luces allí, solo las de las estrellas, la luna y las de las casas. Ahí me llevaba mi Rigoberto en nuestras citas.
—Estaría bien enterarse de la historia de la ciudad. Así averiguaré por qué el territorio de Orxata es tan extenso.
—A mí también me gustaría ir a ver el museo. Puede que vaya este sábado. ¿Quieres que vayamos juntos?
—¿Este sábado? Bien, vayamos al museo. ¿A qué hora quedamos?
—Eso lo tendremos que hablar más tarde, me tengo que bajar en la siguiente parada.
—¿Y el número de teléfono para cuándo?
—Ah, oh, eh, aun no me he cambiado de compañía. En la que estaba no operan en España. Pero voy a volver en autobús al salir del instituto, así que más tarde nos vemos.
—Nos vemos en la tarde.
Kat se bajó del autobús para dirigirse hacia el instituto.
—Instituto Uirol. Saldrá a la tres.
—Maruja, estás en todo.
—Por supuesto, soy toda una Maruja.
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Un nuevo comienzo
FantasiaDespués de la muerte de su madre, Kat tiene que volver al pueblo natal de esta para enterrarla y para preparase para ser la siguiente matriarca. Su repentina aparición traerá conflictos en la familia y en el pueblo. Conflictos con la manada de los l...