Kat y Eo estaban completamente solos caminando por un sendero al lado del rio Blanquet. A aquellas horas de la tarde no había un alma recorriendo aquella ruta entre las montañas. Al ascender un poco, se empezaron a encontrar con cavernas y cuevas cuyas entradas estaban bloqueadas por simples cadenas y un cartel prohibiendo el paso.
Kat usó Ojo de Mago para ver si aquellos dibujos tan importantes estaban protegidos por algo más y, en efecto, estaban protegidos por magia para que no se desgastasen por las inclemencias del exterior y para que no los destruyesen en caso de que alguien cruzase la cadena. Además, esta misma tenía un encantamiento como el de las estatuas que disuadía inconscientemente a cualquiera de cruzar esta misma.
Observaron los dibujos pintados en las paredes desde el exterior, con la poca luz que llagaba a entrar. Ya era tarde y, desgraciadamente, el sol se estaba poniendo. Debido a que estaban entre las montañas, la oscuridad iba a rodearlos antes de lo debido. A pesar de ello, ninguno de los dos tenía miedo o prisa porque oscureciese en poco tiempo. Solo se quedaron allí, observando las pinturas en silencio. Un silencio que duró mucho tiempo, pues ambos estaban planteándose si debían confiar en el contrario. Si podían contarle la verdad al otro.
Kat se sentía muy a gusto al lado de Eo. Le parecía un chico muy agradable, amable y divertido. Era alguien a quien quería conocer mejor y a quien quería abrirse para que le conociese mejor. Quería tenerlo cerca, en su vida, aunque aquellos sentimientos nacientes por Eo no llegasen nunca a florecer, quería empezar a cuidarlos. Por ello, tomó todo el valor que pudo para empezar a hablarle sobre lo que era en realidad, pero antes de poder hablar, Eo fue el que se sinceró.
—Hay tantas diferencias entre nuestras culturas... De donde yo vengo, no hay ningún resto de nuestro pasado. No fuimos capaces de llegar a ese grado de civilización antes de que nos invadiesen. Nuestro estilo de vida fue catalogado como primitivo. Demasiado primitivo para los invasores. Mi pueblo nunca necesitó agruparse en manadas o poblados para sobrevivir. Ni si quiera tenían un territorio. Iban como nómadas con sus familias. Cada padre o madre con sus hijos. Esa es nuestra peculiar forma de vivir. La situación habrá cambiado. Seremos un poco más sociales, pero la esencia de nuestras costumbres sigue ahí.
>>El lenguaje por aquel tiempo era limitado. Solo había palabras para describir lo que pudiesen ver.
>>Unos años antes de que iniciasen la invasión, uno grupo de... gente... débil... pero inteligente, muy inteligente; decidió formar un poblado y unir fuerzas para cuidarse entre ellos. Aunque seguían con los valores de los nuestros. Gracias a ellos, nuevas palabras surgieron... Nuevas ideas surgieron... Para todos se volvió un lugar al que ir a compartir sus ideas, compartir sus experiencias, compartir sus conocimientos... aprender. Se creé que iba a ser el inició de nuestra sociedad. Una sociedad pacífica. Sin embargo, los invasores llegaron desde los cielos diciendo que iban a traerles la civilización moderna.
>>Al principio, todo fue bien. Ellos trajeron más conocimientos, ideas y palabras que mi pueblo aceptó sin dudarlo. Pero rápidamente intentaron introducir su forma de vivir y su forma de ver la vida. Ellos quisieron imponer sus valores éticos, morales y teológicos a mi pueblo. Mi pueblo no se lo tomó bien, por lo que los expulsaron. En mi pueblo, no había pertenencias, no había gobierno, no había crimen... El padre o la madre era la cabeza de la familia y el único progenitor. Este tenía todo el derecho de criar como quisiese a sus hijos. Al igual que tenía el derecho de matar al otro progenitor de uno de sus hijos en el caso de que intentase declararlo como suyo. Así era nuestra ley más básica. Y ellos quisieron pervertirla. Hablaron de matrimonio. De la unión de un solo hombre con una sola mujer para el resto de sus vidas. Hablaron del pecado y del mal. De la importancia de respetar a los padres. Del miedo a la muerte. De la vida después de la muerte. Intentaron crear una jerarquía donde el primogénito era el heredero... ¿Heredero de qué? Lo único que nos importa es que nuestros hijos sean más fuertes que nosotros. Es lo único que importa en nuestras vidas. Lo más importante para nosotros es que en el momento de máxima fuerza, el hijo más fuerte pelee a muerte con su padre o madre y lo mate sin piedad. Luego repartirá la carne del progenitor entre todos los hermanos y se quedará con la custodia de sus hermanos menores hasta la mayoría de edad.
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Un nuevo comienzo
FantasiDespués de la muerte de su madre, Kat tiene que volver al pueblo natal de esta para enterrarla y para preparase para ser la siguiente matriarca. Su repentina aparición traerá conflictos en la familia y en el pueblo. Conflictos con la manada de los l...