XIII. instante inestable

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Todoroki sabía mejor que nadie que era muy complicado explicar el sentimiento de amor a primera vista. Él se había enamorado de Midoriya, primero, por su apariencia.

Era un jovencito pequeño, de pelo rizado y pecas, con ojos grandísimos, ¡Los ojos más grandes y verdes que Shouto vió en su vida! Un cuerpecito pequeño que parecía necesitar de cuidados, cuidados que Shouto le daría con gusto por el resto de sus días.

Las grandes ojeras debajo de sus bonitos ojos sólo acentuaban a los mismos, creando sombras que lograban diversificar las letras reflejadas por los anteojos delgados del niño. Realmente, Izuku era una preciosidad por ver y ver. Nunca terminaría de contar sus pecas, ni sus bonitas facciones. Podría pasar horas viéndolo trabajar como un maniático en su computador.

Después, cuando fue conociendo al pequeño Izuku, al ratoncito de biblioteca que vivía encerrado en su burbuja de conocimientos, dedujo rápidamente que era alguien a quien valía la pena conocer de forma más profunda. Shouto sentía la absurda necesidad de tener cerca al delegado del 1E, aún cuando el mismo sólo se dedicaba a hacerle preguntas sobre su quirk, Shouto lo apreciaba.

Apreciaba todos los pequeños momentos que Izuku le podía ofrecer.

Él no era alguien precisamente bueno socializando, aunque aún después de haber ganado en el festival deportivo los estudiantes parecían aún más interesados en conocerlo, a Shouto le producía estrés.

A éste punto la navidad había pasado, dándole tiempo de pensar. Luego fue la primavera, entonces lo comprendió:

Nadie parecía entender que él solamente se encontraba interesado en sus estudios y en Izuku. Por algún momento pensó que sólo se trataba de un pequeño capricho, es decir, a él le encantaban las cosas pequeñas y bonitas, tenía un gato peludo muy cariñoso junto a un hámster regordete y hace poco, añadió un conejito.

Por eso mismo dudó, lo pensó demasiado. De forma intensiva reflexionó sobre sus propios sentimientos, sobre todo en la forma en la cual su corazón se aceleraba de forma irremediable a la hora en la cual se acercaba al pecoso del 1E. Tuvo meses para pensarlo;

Y ahí lo entendió:

Lo quería, como nunca quiso a nadie, de una forma tan nueva que sintió que era una perfecta serendipia. Y amó esa sensación. Todoroki no era alguien que se quedara callado, era muy complicado para él entender la interacción social normal, y aún así decidió que no se quedaría callado. Tenía que hablar sobre sus sentimientos con el niño que lo tenía loquito.

No hizo la gran cosa en realidad. No tenía amigos a los cuales pedirles consejo, tampoco lo necesitaba. Él solito sabía qué decir cuando alguien te gustaba, le preguntó al buen de Natsuo, mismo que le dijo un:

«Dí lo que sientes, sin miedo hermanito. ¡Y si te rechaza, no pasará nada!»  así que estaba bastante tranquilo al respecto. Compró un café caliente, era muy temprano y parecía que iba a llover.

“Midoriya. ” Incluso el llamado sonó igual. Antes de acercarse alcanzó a ver a la pelusa rosa que se la pasaba pegada a Midoriya. Los ojitos cansados del pecoso detuvieron de forma momentánea sus pensamientos.

Midoriya bostezó, abriendo la boca en grande y tapándose la misma de forma torpe, Shouto alcanzó a ver el pequeño dientecito chueco que tenía el más bajito. Una ternura. “¿Si, Todoroki-kun...?”

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