Capítulo 27. La RCC

2.9K 369 152
                                    

Le supliqué que me mordiera esa madrugada porque quería sentirlo de la manera humana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Le supliqué que me mordiera esa madrugada porque quería sentirlo de la manera humana. Él tuvo sus dudas y al final bebió de mi sangre, excitándose como yo deseaba verlo.

Las venas alrededor de sus ojos ya me parecían normales, me regocijaba de placer observar cómo se dejaba llevar cuando hacía a un lado su personalidad malhumorada.

Desperté a la bestia dormida.

Me tenía arriba de él mientras entraba y salía con una velocidad imparable. Estiró mi cabello y de un movimiento se colocó sobre mí para empujar más a fondo.

Su rostro deslumbraba una pasión desenfrenada, su cabello revuelto se sacudía en movimientos constantes para darle una imagen que destilaba sensualidad al tiempo que rugía y me embestía con toda su fuerza.

—Carajo, Maddy —gruñó como animal.

Mis uñas se encajaron en su espalda y fui creando líneas con ellas. Me besó todo el cuerpo hasta que se irguió para mostrar la masa muscular que alcanzaba a ver entre la oscuridad.

Todos sus músculos tensos y marcados.

Sentía el óxido de mi sangre en mi boca, y atisbé como se lamía sus labios al probar parte de la sangre que se derramaba entre sus labios.

—No pares, no lo hagas —supliqué entre jadeos.

Mi cuerpo se llenaba de él a un ritmo impetuoso que corría el riesgo de sufrir una convulsión.

—Seguiré hasta que caigas rendida a mí.

Atenacé mis manos a sus bíceps duros y me levantó para que quedará encima de su regazo.

Me meneé y él dejó que llevará el control de mis caderas, se sostenía de sus brazos mientras yo hacía el trabajo. Me encantaba, me daba una sensación enorme de poder.

—Me impresiona que siendo inexperta soportes mi tamaño.

A mí también, y me gustaba demasiado como para poder articular alguna frase mientras me follaba.

—¿La señora Le Revna no puede hablar? —se burló con malicia.

Sentirlo dentro de mí era la cúspide de mi placer, el punto álgido donde explotaban todos mis deseos eróticos.

Llevé mi cabeza hacia atrás, pero de pronto su mano agarró con fuerza mi mandíbula para atraerme a él.

—No me quites la mirada cuando estás por venirte —gruñó entre dientes hecho una bestia—. Quiero ver tu rostro.

A Gastón le brillaron los ojos entre la penumbra. Al poco tiempo solté un grito que fue la prueba de haber llegado al orgasmo. Sin apartar la vista.

Me estremecí, terminé con las piernas temblándome y me desplomé sobre su cuerpo.

Gastón me recibió en sus brazos y se dejó caer a la cama conmigo encima. Acarició mi cabello y salió de mí.

Apenas podía respirar.

1° El amo del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora