Capítulo 29. La valentía de Janis

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Mis amigas y yo llegamos a la mansión como adolescentes emocionadas por empezar a arreglarse y salir de fiesta

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Mis amigas y yo llegamos a la mansión como adolescentes emocionadas por empezar a arreglarse y salir de fiesta. Nos fue excelente en el examen y queríamos celebrar al máximo.

El ruido se hizo presente entre las risas hasta que nos topamos con Gastón quien venía por un pasillo. Las tres nos enderezamos y corrí para abrazarlo, tenía que despejarle el aura negra y la nube que se formaba sobre él por la irritación del escándalo.

—Nos arreglaremos para irnos en una hora.

Arqueó una ceja y me sonrió. Levantó la vista para sonreírle a las chicas.

—Bienvenidas —dijo con una voz bastante amigable.

—Gracias, Gastón.

—Su casa es preciosa.

Mi esposo apretó sus labios en una línea y llamó a Perchas y a Denver para llevárselos con él.

—Maddy recuerda que tienes que llamarme.

Asentí.

—Lo haré, gracias.

A regañadientes asintió y preferí no darle tanta importancia a su malhumorado lado de hombre recatado y de la época de las cavernas.

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Mi vestido de satín blanco me quedaba perfecto, tenía mucho tiempo de no usarlo y me encantaba como disminuía la silueta de mis caderas. Los delicados tirantes de perlas le daban un toque mágico y coqueto.

—¿Se ve bien mi peinado?

Nora se había enchinado el cabello y parecía una diosa del Olimpo.

—Estás preciosa.

Me sonrió como toda una diva. Me tomé la libertad de enviarle mensaje a Max para decirle que si no tenía planes nos alcanzara en el pub al que iríamos.

Tomé mi cartera y salimos a toda prisa. Bajamos las escaleras y en eso divisé a Gastón, acechando como depredador entre las sombras, me indicó con la cabeza que fuera con él adentro de su despacho.

—Te esperamos en el auto, Maddy —dijo Janis, tomando esa postura de persona que discreta.

—Enseguida voy.

Estos tacones me exigían ir despacio para no cansarme pronto. Entré al despacho y noté la figura del ser inmortal apoyado en su escritorio y con una expresión embelesada, sus pómulos se marcaban cuando tensaba la mandíbula. Sus ojos tenían ese brillo antinatural y fue acercándose a mí.

—Estás hermosa, Maddy.

Dejé que me viera y decidí girar sobre mis pies para su excitante inspección.

Llegó repentinamente a mi lado y me llevó contra la puerta—dándole la espalda—subió mi vestido lentamente y agachó la cabeza. Descubrió mi tanga negra.

1° El amo del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora