Capítulo 37. Corazón roto

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Apenas podía concentrarme en mis exámenes y mis deberes en la universidad

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Apenas podía concentrarme en mis exámenes y mis deberes en la universidad. Nora y Janis se miraban preocupadas por mi ausencia de interacción con ellas, pero preferían darme mi espacio. Me esforzaba el doble para no perder la concentración y enfocarme en algo que no fuera Gastón.

Desde hace dos semanas que no cruzábamos palabras. Yo volví a dormir en la habitación que me dio al principio y él rara vez se aparecía en la mansión; posiblemente porque se iba a esas asquerosas y horribles peleas clandestinas.

No me importaba.

Me esforzaba por creérmelo. Gastón no debería de importarme en absoluto, no puedo perdonarle lo que me hizo.

El sábado en la noche Max me recibió en su departamento. Las chicas no sabían que andaba por aquí y solo quería estar con la persona que más amaba en este mundo.

Le ayudé a preparar pasta y salmón al horno. Esto me recordaba a los viejos tiempos cuando preparábamos la comida, Max hacía todo lo posible porque yo me la pasara bien y olvidara los problemas que teníamos con papá.

—¿Por qué no puedes decirme lo que ocurre? Sé que Gastón y tú se pelearon, puedo ver tu tristeza.

Carajo... odiaba ser tan expresiva aun sin decir nada.

—No quiero hablar de eso.

Gastón no podía entrar aquí, a menos de que fuera invitado y eso me tranquilizaba.

—¿Puedo quedarme a dormir aquí? Es tarde y no quiero ir hasta la mansión.

Max se cruzó de brazos y se apoyó de la encimera de su cocina con ese aire de desconcierto.

—¿Qué te hizo, Maddy?

Negué con la cabeza.

—No es nada, es que... no quiero verlo.

—Mierda, Mad ¿Tan malo fue? Dímelo y haré que ese hijo de puta...

—No —repliqué con el tono de voz más arriba—, no quiero que lo enfrentes, sabes cómo es y la fama que tiene.

—Y aun así quisiste casarte con ese hombre.

No es un hombre.

—Supongo que... estoy pagando las consecuencias de haberme precipitado —dije, pero me arrepentí al segundo.

Max me tomó del rostro con ambas manos para obligarme a verlo y su mirada denotaba preocupación, no le gustaba mi actitud.

—Maddy, si no me dices nada no podré ayudarte.

Nadie puede ayudarme, Max.

Bajé la cabeza.

—Lo resolveré —mentí, porque no sabía cómo.

—Maddy...

—Lo haré —intenté verme lo más segura—, ¿Puedo quedarme a dormir?

Asintió aún con esa espinita de agobio que no le fue resuelta.

1° El amo del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora