Prólogo

16.8K 1K 187
                                    

Las nerviosas manos de Blanche, se movieron temblorosas a través de las botellas, las copas y vasos de Brandy

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las nerviosas manos de Blanche, se movieron temblorosas a través de las botellas, las copas y vasos de Brandy.

El tintineo de sus anillos sobre los vidrios, la hizo sobresaltar y, temerosa de que alguno de esos delicados ítems se estrellara contra el suelo, abandonó la tarea de acomodarlos.

Eran pasadas las 7pm y aún no había tenido tiempo de trapear el piso debido a las náuseas con las que convivía durante las últimas semanas. Blanche tragó fuerte y, a través del espejo detrás de la barra, escaneó el bar.

Estaba casi vacío.

Solo los habitués de siempre, pensó con el pecho constricto. La economía estaba prácticamente hundida, el desempleo duplicaba los valores de los últimos años. Ya casi nadie iba por un trago o una copa después del trabajo.

Luego, su mirada fue hacia la puerta de entrada, esperando verlo entrar. Habían pasado tres semanas desde la última vez que lo había visto y, si tenía que ser honesta, Blanche no estaba segura de que volviera a mostrar su rostro por allí.

—Te ves pálida, Blanche —Ben, el cocinero y dueño del pub, dijo con preocupación.

—Estoy bien —respondió ella con una media sonrisa y el acento francés todavía presente en su voz a pesar de vivir en Londres por más de quince años. 

—No te me vayas a desmayar.

—No lo haré.

Se fue momentos después, dejándola sola para que terminara sus tareas y, justo cuando Blanche se convenció de que Alfred no volvería, una campanilla sonó en el frente del local y él apareció envuelto en su abrigo de lana y una expresión de relajo en su rostro.

Blanche lo fulminó con la mirada y él, que podría haber cedido ante su enojo, la imitó. Aquello la enfureció, mas luchó por mantenerse serena. No podía hacer una escena en su trabajo y arriesgarse a perderlo. No era un buen momento para quedar desempleada, y no lo sería por mucho tiempo.

Alfred se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero a su derecha antes de aproximarse a la barra y tomar asiento en una de las banquetas.

—¿Lo de siempre? —preguntó ella, sus ojos color miel se encontraron con el chocolate en los suyos.

—Y cinco minutos de tu tiempo, si es posible —pidió él sosteniendo su mirada.

Blanche se giró, sirvió un vaso de whisky y se lo entregó con seriedad—. Vamos a necesitar más de cinco.



En el callejón trasero del bar, protegido por altas paredes, permanecieron de pie, no tan cerca como habían estado meses atrás.

Las palabras de Blanche pendieron entre ellos, palabras que Alfred no estaba listo para escuchar pero que ella ya había aceptado porque no quedaba otra opción.

Su aliento tibio se condensó en la noche helada, sus mejillas combinaban con el carmesí de sus labios y sus ojos se empañaron con lágrimas al buscar una respuesta y no hallarla en la fría mirada del hombre frente a ella.

—Entonces, ¿no dejarás a tu esposa? —Por fin logró superar el nudo en su garganta. En parte gracias al odio que emergió dentro de ella cuando el hombre del que estaba enamorada, la rechazó sin dudarlo.

—Sabías cómo eran las cosas, Blanche. Lo supiste desde el comienzo. —La calma en su voz era tal que Blanche creyó que iba a perder la cabeza.

—¡Pero es tu hijo! —Chilló desesperada. ¿Cómo iba a criar un hijo ella sola, en un país que no era el suyo, sin una familia que la apoye?

—¿Qué esperas que haga? Voy a perder todo. Todo. ¿Lo entiendes? —Por fin, Alfred mostró algo de emoción e intentó tomar sus manos. Sin embargo, Blanche se apartó veloz—. Te ayudaré. Los ayudaré a los dos.

Blanche sintió su estómago revolverse de asco. Alfred no se preocupaba por otra cosa que no sea él mismo y su negocio. Ni siquiera por su esposa a quien había puesto los cuernos sin reparo.

No. Ella no quería nada de él.

T'es un con  —escupió Blanche con lágrimas cayendo por sus mejillas y el mundo derrumbándose bajo sus pies. Estaba sola y debía aceptarlo, le gustase o no—. No vuelvas a aparecer por aquí. Nunca más. ¿Me oíste?

Y Alfred obedeció.

Blanche se quedó con la visión de su delgada figura desapareciendo en la oscuridad, con el sonido apagado de sus pasos. Sin embargo, volvió a verlo en los ojos castaños de su hija el día que nació.

 Sin embargo, volvió a verlo en los ojos castaños de su hija el día que nació

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nota de autora:

¡Ay, es que no les puedo explicar lo emocionada que estoy por empezar esta historia!

Primero que nada, le quiero agradecer a todas las personas que me estuvieron escribiendo estos días por IG

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Primero que nada, le quiero agradecer a todas las personas que me estuvieron escribiendo estos días por IG... Son tan lindxs, posta... Les quiero mucho ❤️

En segundo lugar, si siguen al siguiente capítulo van a ver que ya está publicado jejeje La idea del prólogo es darles una pequeña escena que va a explicar algo de lo que pasa en el presente de esta historia.

Y, por último, en tercer lugar para quienes no saben, la frase "T'es un con" es, claramente, un insulto y significa "eres un idiota", en francés (porque sí, Blanche es francesa... oh la la).

Bueno... Aquí terminan estos avisos parroquiales... Lxs veo en el siguiente capítulo 😉

Aggie

Aggie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El arte de ceder (o La indómita naturaleza de Ava) © - GirlsloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora