♞ Preludio a la rebeldía

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Lo único que pude hacer después de que Ava me mandara a la mierda con palabras "delicadas", fue permanecer de pie en el establo, esperando a que mi respiración se normalizara

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Lo único que pude hacer después de que Ava me mandara a la mierda con palabras "delicadas", fue permanecer de pie en el establo, esperando a que mi respiración se normalizara.

No entendía qué ocurría conmigo. Había dicho que trataría de minimizar sus estallidos (su intensidad, como Augusto lo había llamado), que trataría de no ser sarcástica... Pero es que Ava...
No me resultaba nada fácil estar cerca de ella. Ella, que evidentemente tenía una relación cercana con mi padre, cuando era yo quien debería haber tenido su atención.

Y la envidiaba un poco. Envidiaba su lugar aquí, el hecho de que sí tuvo una familia, un padre que la ama...

Para peor, Ava me asesinaba con la mirada y en lo único que podía pensar yo era en ser la piedra en su zapato y actuar como si fuera la cosa más inocente del planeta.

Dios era testigo de que no era inocente en lo absoluto. Pero, ¿qué más podía hacer si me trataba como si fuese una intrusa de la que tenía que deshacerse? Y, ¿qué se supone que haría yo si encima de todo la mujer me parecía... preciosísima? Eso no estaba bien, no debía verme afectada por ella.

Noté cómo me observaba cuando esparcimos las cenizas de Alfred, como si yo no tuviera lugar aquí, como si yo fuera incapaz de comprender cómo se sentía.

Bueno, Ava no tenía una puta idea.

Había enterrado a mi madre, por Dios Santo. ¿Cómo no iba a entender por lo que estaba pasando? ¿Cómo no iba a saber lo terrible que es perder a alguien amado?

¿Ava se sentía sola? Pues yo había superado más niveles que ella en ese "jueguito".

A pesar de la rabia que palpitaba en mis venas, quise golpear mi cabeza. Porque si, a pesar de todo, a pesar de que Ava era una caprichosa, la había mirado.

Le había prestado demasiada atención para ser alguien con quien no me interesaba vincularme más allá del trabajo.

Pues, un pequeño detalle: iba a conservar la herencia de mi padre, seríamos socias. Una decisión que tendría que haber meditado un poco más.

Sin embargo, yo era una mujer de palabra. Debía hacer que esto funcione, por mí, por mi madre. Esta propiedad era lo único que me conectaba con mi padre y no estaba dispuesta a dejarlo ir así como así.

Debía hacer que funcione.

Necesitaba poner distancia con Ava, aprender a vincularme con ella y esto que acababa de ocurrir era el ejemplo de lo que no debía hacer. ¿Qué pretendía al acorralarla de esa forma? ¿Intimidarla? ¿Seducirla?

Bufé.

Ni siquiera sabía si le gustaban las mujeres, por todos los cielos. Aunque supongo que si no le gustaban, definitivamente había logrado asustarla. 

A veces me comportaba como una idiota.
Desde luego que Ava no sería un hueso fácil de roer. Era ruda y tan provocadora como yo, aunque tres veces más temperamental.

El arte de ceder (o La indómita naturaleza de Ava) © - GirlsloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora