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Luffy es un amante de la comida, piensa que es una de las mejores cosas de la vida y aunque no es muy exigente con eso puede afirmar que no hay mejor comida que la que hace su cocinero, Sanji. Está muy feliz de haberlo podido sacar del Baratie. No ha pasado mucho tiempo de ello, pero cada vez que come algo hecho por las lechosas manos del mayor se siente como si estuviese en el cielo de la carne.
— ¿Luffy, quieres un poco más? — Pregunta sonriendo el blondo, disfruta ver cómo el más pequeño goza de su comida.
— ¡Si, sírveme otro plato, por favor! — El pelinegro agita su plato en el aire para que el cocinero le de mucha, mucha más de su deliciosa comida.
El rubio parecía haberse acostumbrado a su nueva vida como cocinero de un barco pirata con la particular tripulación que tenían, además de que ya sabía algunos de sus gustos; sabía que a la dulce Nami le gustaban las comidas que tuvieran una frescura similar a la de las frutas, a Usopp le gustaban los mariscos, al musgo le gustaban los onigiris y cualquier tipo de alcohol de preferencia sake y a su capitán todo tipo de comida sin muchos vegetales además de su disgusto con el pastel de cereza sorprendentemente.
— Cocinero pervertido, dame más sake.
— Ya tomaste suficiente, musgo con patas.
Luffy seguía con la mirada al blondo, lo veía moverse de un lado a otro en la cocina/comedor porque, aunque no lo pareciese Luffy era muy atento a todos sus Nakamas y quería que estuviesen cómodos mientras viajaban en el gran océano azul, así que, ver cómo todos se llevaban bien con su nuevo tripulante lo hacía feliz a él y a su estómago.
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