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Wilbur era conocido por ser un chico con poca paciencia, por lo que no era sorpresa ver como se encontraba viendo desesperadamente el reloj como si este fuera a hacer otra acción más que la que le fue asignada.

El chico aún se preguntaba porque trabajaba en ese lugar.

Ah claro, necesita el dinero para sus estudios.

Pues lamentablemente tocar música ya no le rendía completamente para sus gastos.

Nuevamente miro detenidamente la biblioteca, él era el bibliotecario por lo que tenía que dar y revisar que los libros estén en buen estado.

No había mucha gente, algo muy normal en está.

Él amaba muchos los libros, aunque actualmente no podía negar que ya se estaba artando de verlos diario por casi 4 meses.

Escucho como la pequeña campanita postrada en la puerta sonaba al ser abierta.

Vio con alegría como otro chico entraba al lugar en completo silencio.

Desde hace un mes que venía mínimo 2 veces a la semana, sin darse cuenta ya se acostumbraba a su presencia.

Lo siguió con la mirada; al parecer se dirigía nuevamente a la misma mesa para tomar el mismo libro que venía leyendo desde hace 2 semanas.

Lo analizó, no quería lucir como acosador, pero no mentía al decir que aquel chico llamaba por completo su atención.

Siempre llevaba consigo mismo un pequeño gorro y una bufanda.

El gorro ya parecía parte de su estilo, por lo que no se metía, sin embargo con la bufanda era otro tema.
En cierto punto entendía el uso de esta prenda, pues ya era invierno, sin embargo incluso los días que no hacía mucho frío este la traía puesta.

“¿Qué no tenía calor?” Se preguntaba así mismo el de lentes.

Sus ojos marrones se asemejaban al color de los troncos de primavera, sin embargo se veían igual de cansados como los de otoño.

Siempre su mirada era neutral, sin embargo él castaño había tenido la fortuna de ver como una pequeña sonrisa se formaba en sus labios cuando estaba leyendo un libro.

Su pelo llegaba a sus hombros, era completamente pelinegro.

Nadie podía negar lo hermoso que lucía su rostro al caer mechones de su cabello en su rostro inocente.

Un pequeño escalofrío recorrió la columna vertebral de Wilbur al ver que el pelinegro alzaba su mirada provocando que chocara con la suya.

Ups. Había sido descubierto.

Rápidamente aparto la vista hacía una estantería a lado de él.
Un pequeño sonrojo se hacía presenté en su rostro.

Cuando volvió a levantar la mirada noto que el otro chico se había parado de su lugar y se dirigía al patio de la biblioteca.

«Carajo, creo que lo incomode» Pensó el castaño con nerviosismo.

¿Debería ir a disculparse?

Y aunque lo intento, su falta de valentía no lo ayudo, por lo que esa noche no pudo dormir bien por según el, “la culpa”.

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