¿Sobrevivir un verano extrañamente particular al campamento mestizo en el cual casi acabo sin una cabeza? Fácil
¿Descubrir que aquella persona que le tenías confianza, por más que no se llevaran bien, los traicionó? Bueno, eso ciertamente dolió.
¿Te...
Capítulo 5; C.C y me convierto en su dolor de cabeza
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuando desperté estaba en una cama, completamente cambiada y una chica me estaba enjuagando el pelo muy tranquilamente, casi con miedo a despertarme.
Cuando noté eso y mi cerebro recapacitó, automáticamente tiré de su brazo, y usando la manguera de la pequeña ducha, como esas de peluquería, la enrosqué en su cuello, ejerciendo fuerza, pero no la suficiente para matarla, porque muerta no me servía de nada
—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? y ¿qué pretendes? ¿Dónde están los chicos?
La chica tenía el pelo negro, largo, una complexión media, ni muy fuerte, el pelo le brillaba de la misma forma que lo hacía su piel canela, intenta soltarse, pero entendía.
Aflojé el agarre, pero no la solté.
—Responde si no quieres que la situación empeore —gruñí.
—Este el santuario de C.C, es el mejor, no te haremos nada, te lo prometo, soy Reyna, por favor sueltamente que me lastimas —habló tan rápido y con un extraño acento que casi no le entendí.
Al verla supe que ella no podía estar mintiendo, estaba aterrada, parecía que nunca había tenido la necesidad de enfrentarse a alguien.
Quizás por lástima, no sabía, la solté.
—¿Quién es C.c? —pregunté con cautela, lentamente soltando el duchero.
Reyna se apartó levemente, asustada.
—Mi señora, una mujer increíble que decidió ayudarte, al igual que con todas las chicas de aquí. Y ahora que estás despierta querrá verte. Estás a salvo, nadie te va a lastimar aquí adentro.
Por alguna razón eso armó una gran alerta en mi cabeza, automáticamente mi cabeza fue a zidian, por suerte, allí seguía, algo que logró calmarme muy dentro, mientras que mi arma aún permaneciera conmigo tenía cómo defenderme si era necesario.
—Luego de que termine con el pelo y el maquillaje, si gustas te llevo en seguida con ella.
—¿No puede ser ahora? —levanté una ceja, aunque mi pelo mojado todavía joteaba por no haberle pasado ni una toalla, mojando el piso gota a gota.
—No le gustará verte de esa forma.
Suspiré, ¿qué perdería por dejarme dar ese lujo luego de tanto tiempo? Nada, y suponiendo que la chica tuviera razón, podía estar tranquila.
—Bien —me senté.
Con cuidado y tranquilidad, mientras que la pobre chica volvía a su trabajo, intentando trabajar rápido y levemente asustada, noté el enrome salón, era blanco, de mármol, estructura griega a leguas, mientras que enormes ventanas que terminaban en infinidad de océanos y la vista a un puerto, donde había diferentes embarcaciones muy llamativas entre ellas, junto con una pequeña visibilidad en donde se podía ver enorme piscinas conectadas, dentro de ellas mujeres riendo, disfrutando, tomando cocteles, nadando con peces y demás animales se encontraban en un paraíso de vida.