𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟒; 𝕮𝖆𝖗𝖉𝖎𝖇𝖎𝖘 𝖞 𝖘𝖚𝖘 𝖘𝖊𝖗𝖎𝖔𝖘 𝖕𝖗𝖔𝖇𝖑𝖊𝖒𝖆𝖘 𝖎𝖓𝖙𝖊𝖘𝖙𝖎𝖓𝖆𝖑𝖊𝖘

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Capítulo 4; Cardibis y sus serios problemas intestinales


—¡El termo! —gritó Percy mientras caíamos en dirección al agua

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—¡El termo! —gritó Percy mientras caíamos en dirección al agua.

Su agarre en mi cintura era firme, y por lo visto no pensaba soltarme, tampoco me quejé, porque si no me tuviera sujeta probablemente me caería allí mismo.

—¿Qué? —pregunté, ¿este estaba loco?

¿Un termo de viento usarlo? ¿Ahora? 

Alec le sacó el termo de la mochila a Tyson, logró abrirlo sin que se le callera, inclusive sin caerse él.

Las flechas y jabalinas silbaban a nuestro alrededor. 

Sujeté el termo, entedía la idea, pero probablemente por un mal cálculo podríamos terminar en el fondo del océano.

—¡Se sujetan bien! —grité, resé levemente a Afrodita de no cometer un error.

—¡Sujeto! —gritó Tyson

—¡Aún más! —le devolví.

Sentí el brazo de Percy afirmarse a mi cuerpo, mientras que Tyson tiraba de Alec y Percy para mantenerlos sujetos.
Destapé el termo, al instante emitió un chorro de viento que nos propulsó lateralmente y convirtió nuestra caída en picado en un estrepitoso aterrizaje en un perfecto ángulo de cuarenta y cinco grados.

Juro por Afrodita que el viento se reía mientras salía del termo, como si se alegrara de ser finalmente libre, al impactar contra la superficie del agua, rebotamos dos, cuatro veces, como una piedra lanzada en el clásico juego para niños, y de repente salimos zumbando como una lancha motora, con el agua mojándonos la ropa y la cara, sin otra cosa que mar abierto.

Oí un grito furioso del barco, pero estábamos demasiado lejos de su alcance para que pudieran dispararnos. El princesa Andrómeda no tardó en convertirse en una mancha hasta desaparecer. Mientras nos deslizábamos a toda velocidad por el agua, Tyson tomó el termo por mí, mientras que Alec y Percy intentaban hacer un mensaje iris a Quirón, gracias a la velocidad proporcionada por el termo, creaba una fina capa de agua que permitía, con la luz, crear un pequeño arco iris, saqué un dracma y se lo pasé a Alex.

Segundos después apareció la cara de Quirón sin ningún problema, había una extraña música de rock y una brillante luz neón en el fondo, como si estuviese en una discoteca.

Al saludarlo le contamos todo, nuestra escapada del campamento, Luke, Annabeth y el princesa Andrómeda, el ataúd de oro con los restos de Cronos, pero el bote entre la marea y el ruido que él tenía, estaba segura de que el centauro no lograría captar todo.

—Percy —dijo Quirón —Tienes que tener cuidado con... —la voz de el centauro quedó ahogada por un gran griterío a su espalda.

—¿Qué? —gritó.

𝕰𝖑 𝕸𝖆𝖗 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝖒𝖔𝖓𝖘𝖙𝖗𝖚𝖔𝖘 | 𝕻𝖏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora