𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟔; 𝕭𝖊𝖑𝖑𝖔𝖓𝖆 𝖞 𝖑𝖆𝖘 𝖔𝖛𝖊𝖏𝖆𝖘 𝖆𝖘𝖊𝖘𝖎𝖓𝖆𝖘

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Capítulo 6; Bellona y las ovejas asesinas


Lo que definitivamente no esperábamos era que Enio apareciera en medio de la nada, mientras navegábamos a cargo de Percy

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Lo que definitivamente no esperábamos era que Enio apareciera en medio de la nada, mientras navegábamos a cargo de Percy. 

Reyna y Hylla, qué resultó ser el nombre de la hermana mayor, se encontrabas dormidas, intentando compartir la chaqueta de Alec, quién se las ofreció por si les llegaba a dar frío. Percy se encontraba en la cabina principal, y la que se encontraba en condiciones medianamente decentes, descansando de la misma forma sin tener un rumbo fijo, porque realmente no lo teníamos.

Y Alec tenía una cara de malhumorado que no se le quitaba con nada.

—Maldita vieja bruja —murmuraba —Por Ares, tú y tu estúpida magia, bruja de cuarta. Y por su culpa tengo una maldita necesidad de comer Apio.

A pesar de tener el pensamiento de que se hubieran quedado allí, me hubiera dejado en el otro lado.

La situación me daba muchísima gracia.

—Me aseguraré de prepararte una ensalada de doble apio —sonreí, Alec me devolvió eso con una sonrisa sarcástica.

—Cierra el hocico Carter.

—Es el hocico más bonito que pudieras ver en toda tu vida.

Él sonrió. 

—¿Alguna idea de a dónde se supone que vamos? Porque lo que me falta es estar en pleno Mar de los Monstruos y no tener idea de a dónde ir.

—Hay cosas peores en la vida, semidiós.

Una voz detrás de nosotros habló.

Me sobresalté.

Zidian se transformó en una espada en un vaivén, listo para quién sea que quisiera atacarnos.

—Entiendo que mi presencia no les sea grata, semidioses, pero por favor, bajad las armas. 

Ella contestó, tenía un semblante serio, pero no frío, una leve piel canela, pelo largo de color azabache, liso, mientras que sus ojos mostraban la misma determinación con un fuerte color miel. Tenía un típico vestido griego al conjunto con sus sandalias y lo arreglado del cabello, algo parecido a mí pero su aura era lo que nos diferenciaba, y el hecho de que mi cabeza estaba hecha un desastre, y la mitad de mi vestido negro y roto.

—No hasta que nos diga quién es —contesté, Reyna, Hylla y Percy asomaron la cabeza, Percy bajó corriendo, colocándose frente a ambas hermanas, por si tenía que defenderlas.

—Es entendible que no me reconozcas, cría de Afrodita, después de todo no suelo tener hijos y en su campamento no existe un semidiós griego mío.

—Le agradezco si no parloteara tanto y responde la pregunta, señora —contestó Alec.

𝕰𝖑 𝕸𝖆𝖗 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝖒𝖔𝖓𝖘𝖙𝖗𝖚𝖔𝖘 | 𝕻𝖏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora