𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟏𝟏; 𝕱𝖆𝖛𝖔𝖗𝖊𝖘

21 2 0
                                    




Capítulo 11; Favores


Apreté los labios, esos sueños muy tranquilos eran los peores

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Apreté los labios, esos sueños muy tranquilos eran los peores.

La cabaña de Hestia. —Algo murmuraba.

La imagen del prado bañado en sangre cambió, estaba en el campamento.

Y mi cuerpo se movía solo hacia dicha cabaña.

Al entrar había una niña sonriendo mientras echaba brasas al fuego.

—Siéntate querida—sonrió, señaló un banco a su lado.

La niña era pelirroja, tenía los labios un tono cereza, piel canela y uno llamativos ojos anaranjados.

Su pelo era liso con una pañoleta, mientras vestía un sencillo pero muy bonito vestido de verano, largo, de manga larga en color blanco.

Intenté hablar pero no podía, no me salía nada.

—Lamentablemente no podremos entablar una conversación como tal, en algún tiempo quizás. Soy Hestia, diosa del fuego sagrado familiar. —sonrió, me incliné. —Ah, no, no, no, no es necesario querida.

Sonrió, su tono era muy maternal y al verla lo único que me acordaba eran de cosas buenas, cuando era pequeña y jugaba con Quirón, las prácticas que terminaban en carcajadas con Clarisse, cuando volvimos con Percy el año anterior, cuando salvamos a Grover, cuando conocí a Ale, entre otras muchas cosas.

Pero no había pisca de nada malo que se me viniera a la cabeza, me senté a su lado, el fuego danzaba con fuerza y ánimo, de la misma forma que lo solía ver luego de viernes de captura la bandera, animado, o el año pasado, cuando habíamos vuelto, en esta época que entrábamos en guerra pocas veces lo veía tan animado.

—Tienes un gran futuro, héroe —dijo Hestia. —Tu madre quedó pálida cuando se enteró la nueva gran profecía, cuando ni siquiera a pasado la primera —las últimas palabras lo dijo con un leve disgusto, pero no parecía realmente moleste. 

—Será igual que el de Perseo, grande pero los paradigmas soy muy trágicos. Eres muy poderosa, tu padre fue un hombre increíble, sin duda.

La miré con curiosidad, ¿cómo conocía a mi padre? Sabía que había sido semidios, pero nunca supe quién era su madre o padre divino, por lo qué, quién era mi abuelo o abuela divina.

—Y tal cómo tú, un héroe, su sacrificio por ti, una persona tan querida para él pocas personas lo aprecian. Sabes quién es tu madre, claro está.

𝕰𝖑 𝕞𝖆𝖗 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝖒𝖔𝖓𝖘𝖙𝖗𝖚𝖔𝖘 | 𝕻𝖏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora