—Me han herido en la mano, no en las piernas — dijo ________ cuando se acercó a la puerta del carruaje para bajar y Kook la cogió en brazos.
Había dado instrucciones a su cochero de que se dirigiese inmediatamente a su residencia por la parte de atrás, donde nadie pudiese ver quién entraba.
—Ya lo sé, pero cuanto antes entremos, antes podré echar un vistazo.
—Soy perfectamente capaz de moverme de prisa.
—Deja de quejarte y acepta que no vas a ganar esta discusión.
—Eres un abusón — refunfuñó ella, antes de apoyar la cabeza en su hombro.
Kook sonrió sin darse cuenta. ¿Cómo podía ser que fuese capaz de despertar en él hasta la última de sus emociones? Primero lo irritaba sobremanera, y luego intentaba protegerlo. Él se había vuelto justo a tiempo de ver cómo el cuchillo le cortaba la piel, y se le había encogido el alma. La furia lo cegó. En aquel momento, podría haber matado a los seis canallas sin parpadear. Sin duda, ellos se habían dado cuenta del error que habían cometido al atacarla; era evidente que habían visto la intensa rabia que brillaba en los ojos de Kook. Por eso habían huido tan de prisa. No podía soportar la idea de perderla y, al pensarlo, se dio cuenta de que eso no podía ser, porque nunca había sido suya.
No eran más que socios. Debería sentir cierta indiferencia por ella, pero en lugar de eso comenzaba a apreciarla. Le preocupaba darse cuenta de que aquella mujer estaba empezando a importarle, que pensaba mucho más en ella de lo que debería.
El lacayo los adelantó a toda prisa y abrió la puerta de la cocina. Kook entró y dijo.
—Ve a buscar a mi médico. Rápido.
—Sí, mi lord.
________ se puso tensa entre sus brazos.
—No, no, no podemos dejar que nadie sepa que estoy aquí.
—No pasa nada. Es un hombre muy discreto.
La dejó sobre una silla con mucho cuidado y luego alargó el brazo y encendió la llama del quinqué que Jay dejaba todas las noches sobre la mesa. A Kook le gustaba tener bien iluminadas todas las estancias de su casa. Ya había pasado suficientes noches en la más absoluta oscuridad.
Se alejó de ________ y cogió un cuchillo. Luego, acercó una silla que colocó delante de ella. Acto seguido, se sentó y dejó el cuchillo sobre la mesa.
—¿Qué vas a hacer con eso? Ya tengo un buen corte en la mano.
Si no hubiese estado tan pálida, si no hubiese tenido la frente cubierta de una fina capa de sudor, si no fuese tan condenadamente valiente... De no ser por todo eso, Koon le habría contestado como se merecía.
—¿Es que no confías en mí? —preguntó en cambio.
________ asintió y él no entendió si quería decir que no confiaba en él o que sí lo hacía. De repente, pensó que en realidad no importaba. Lo único que importaba era que él sí confiaba en ella.
Le cogió la mano con mucha suavidad. Podía sentir los pequeños escalofríos que la recorrían.
—Esto te puede doler un poco —le dijo, mientras empezaba a quitarle el pañuelo que le tapaba la herida.
—Lo dices como si ahora no me doliese.
—¿Te duele mucho?
Ella intentó no mirar, se esforzó mucho por no hacerlo, pero había mucha sangre y ésta parecía un imán para sus ojos.
—Muchísimo.
Él se rió con suavidad.
—Eres una chica muy valiente.
________ no entendía por qué esas palabras le provocaron tanta calidez, por qué le importaba tanto lo que él opinase.
—Hay mucha sangre.
—Sí — dijo Jungkook en voz baja, apartando el último trozo de tela y dejando al descubierto la espantosa carne abierta y el río carmesí que se deslizaba por la fea hendidura.
________ se preguntó qué habría ocurrido si el cuchillo del ladrón no hubiese tenido que cortar primero el guante.
—Oh, cielo santo. — Volvió la cabeza como si cerrar los ojos no fuese suficiente.
Él le cogió la mano con más fuerza.
—No te desmayes.
—No me voy a desmayar. —________ no se molestó en disimular su enfado — . Me da mucha rabia que me creas tan tonta.
—________, te puedo asegurar que eso en concreto no se me ha ocurrido nunca.
Entonces, oyó un sonido metálico contra la madera y abrió los ojos justo a tiempo de verlo coger el cuchillo y, con mucha suavidad, acabar de cortar con él el guante. Luego retiró la tela del mismo con mucho cuidado y, despacio, le fue sacando los dedos uno a uno. De repente, ________ sintió que le costaba mucho respirar, le parecía que hacía mucho calor y temió que se fuese a desmayar, a pesar de haberle asegurado a Jungkook que no iba a hacerlo.
Se lo imaginó en una alcoba, quitándole la ropa a una mujer, bueno, a ella, con el mismo cuidado. Descubriendo hasta el último centímetro de su piel para estudiarla detalladamente. Le estaba examinando la mano como si jamás hubiese visto una. Lentamente, deslizó el dedo por el contorno de su palma acariciándola.
—Creo que no es tan grave — dijo en voz baja.
Ella tragó saliva y asintió.
—Si te vuelves a poner en peligro, te cogeré y te tumbaré sobre mis rodillas.
—¿Ah, sí, y entonces, qué? — preguntó indignada.
Él la miró y ella pudo ver la preocupación en sus ojos antes de que él sonriese.
—Te daré un besito en el trasero.
Su rostro debió de mostrar su sorpresa al oír esas palabras. Al menos, eso era lo que ella esperaba: haber mostrado sorpresa y no deseo. Kook negó con la cabeza.
—Te ruego que me disculpes. Lo que he dicho ha sido totalmente inapropiado. He olvidado con quién estaba hablando.
—¿Y con quién creías que lo hacías?
—Quizá con alguna de las chicas de Jimin.
________ no quería imaginárselo besándole el trasero de ninguna mujer, en realidad, no quería imaginárselo besándoles nada.
Jungkook la miraba fijamente mientras le cogía la mano. Perderse en sus ojos era mucho más agradable que mirar su maltrecha palma. Su mirada la hipnotizaba y la hacía olvidar que aquella noche casi lo matan. Alargó la mano que no tenía herida y le apartó el pelo de la frente. Le hubiese gustado pedirle que le cortase también aquel otro guante para sentir su piel bajo los dedos. Los ojos de Jungkook se oscurecieron, la fuerza de su mirada se intensificó. Se acercó a ella...
Se abrió la puerta y los dos se sobresaltaron.
—¿En qué lío te has metido ahora, Kook? —preguntó el hombre que entró, mientras cerraba tras de sí.
________ pensó que parecía un ángel, con aquel halo de rizos rubios que le rodeaba la cabeza. De repente, abrió los ojos como platos y vio que los tenía tan azules como el cielo.
—¿Qué tenemos aquí? —preguntó el recién llegado.
—Un pequeño contratiempo — contestó Jungkook levantándose de la silla.
El hombre dejó su bolsa negra encima de la mesa y se sentó en la silla que había dejado libre.
—¿A quién tenemos aquí?
—No necesitas saberlo —respondió el conde.
El otro sonrió.
—Tengo demasiados pacientes como para recordar el nombre de todos. Soy Kim Seok Jin.
—¿Es usted médico? —inquirió ________.
—Eso parece. —Colocó la mano bajo la de ella con extrema precaución, pero esta vez la temperatura de ________ no aumentó, no se quedó sin aliento y no sintió que estuviese a punto de desmayarse.
—Me llamo ________ — se sintió obligada a responder.
—¿Es una de sus ovejas descarriadas? — le preguntó, mientras examinaba la herida.
—No, no lo es —espetó Jungkook. Acercó una silla y se sentó junto a ella — . No estás aquí para chismorrear. ¿Es muy grave?
—Es una herida bastante fea, pero podría haber sido peor. —Miró a ________—. Quiero darle algunos puntos. No será agradable, pero cicatrizará mejor y más rápido.
Parecía estar pidiéndole permiso, así que ella asintió.
—Muy bien. —Le puso un trozo de tela sobre la mano — . Sujete esto mientras yo preparo las cosas. Kook, ve a por un poco de whisky.
Sacó varios instrumentos de la bolsa y los dejó sobre la mesa. Luego, como si estuviese en su casa, empezó a dar vueltas por la cocina y puso agua a calentar.
—No se moleste en preparar té —dijo ________—. No creo que pueda tomarme ni una taza.
El médico le sonrió.
—Usted va a beberse el whisky. El agua es para limpiar los instrumentos. He visto que las personas a las que atiendo en lugares llenos de suciedad acostumbran a morir de infección mientras que eso no pasa con las que atiendo en casas limpias.
Jungkook volvió con una botella y un vaso lleno hasta arriba.
—Toma, bébetelo.
Ella le dio un sorbo a la bebida e hizo una mueca.
—Bébetelo todo — le ordenó él.
—No sé si podré.
—Cuanto más bebes, mejor sabe.
________ dio otro sorbo. No parecía que supiese mucho mejor.
—Eso no es té. Tómatelo de un trago —insistió Kook con impaciencia.
—No seas desagradable conmigo. Te he salvado la vida.
Él dejó la botella sobre la mesa y volvió a sentarse a su lado.
—Así es.
Le deslizó los dedos por la mejilla con ternura. Ella tuvo que esforzarse por no besarle la palma. Desvió la vista y se concentró en tomar varios tragos de whisky. Parecía que era cierto lo de que cuanto más bebía mejor sabía. Se estaba empezando a marear un poco y le estaban dando ganas de acurrucarse en el regazo de Jungkook y dormirse sintiéndose segura y a salvo con él.
El doctor Kim se sentó frente a ella, le cogió la mano y se la colocó sobre la mesa.
—Cierre los ojos y piense en otra cosa.
Ella cerró los ojos y empezó a pensar en...
Inspiró hondo, y entonces sintió un fuego líquido que se extendía por la palma de su mano. Abrió los ojos desmesuradamente.
—¡Cielo santo! ¿Qué ha sido eso?
—El whisky — contestó el médico.
—Me ha vertido...
—Tengo entendido que mata los gérmenes. Intente relajarse. Va a sentir una punzada...
—¿________?
Una mano cálida la cogió de la mejilla y le volvió la cabeza. Ella se dejó llevar por aquellos ojos cafés tan llenos de preocupación.
—Piensa en otra cosa — le dijo Jeon.
Ella sacudió la cabeza e intentó concentrarse. Se sobresaltó y dio un pequeño grito cuando sintió que el doctor Kim le clavaba algo afilado en la mano.
Jungkook se acercó y posó su boca sobre la suya. Con habilidad, consiguió separarle los labios. ¿No se daba cuenta de que ella podía apretar los dientes?
Sabía al mismo whisky que le había ordenado beber y ________ se preguntó si habría necesitado también tomar un trago para afrontar aquella situación. No sabía qué la estaba distrayendo: el sabor del whisky que había bebido Jungkook mezclándose con el que había bebido ella, o la forma que él tenía de saquear su boca. Y de repente apenas era consciente de que le estaban haciendo algo en la mano y, no obstante, notaba con toda claridad el sabor, el tacto y el penetrante olor de Kook. Sentía sus ásperas manos sobre el pelo. Oyó cómo una de sus horquillas caía al suelo, y la sorprendió que no se cayesen todas.
Él profundizó en el beso y deslizó la lengua sobre la de ________, que pensó que, si estuviese de pie, las rodillas no la sostendrían. Sabía que debería apartarse, abofetearlo con la mano buena, pero aquello era absolutamente delicioso. Y aunque sabía que la estaba besando para distraerla y no porque la deseara, se sentía igual de agradecida por aquel momento, agradecida de poder volver a experimentar aquella sensación. El beso que le había dado en la biblioteca la obsesionaba, y sin embargo no había sido ni de lejos tan largo como ese otro. Pero sabía que no importaba lo largo que fuese, jamás sería lo suficientemente largo.
El beso traspasó las fronteras de su boca y se extendió por su cuerpo, alcanzando el centro mismo de su feminidad y provocándole necesidades que nunca antes había sentido. El deseo se abrió camino por su cuerpo arrasando a su paso con cualquier sentimiento que encontrase. Sentía anhelo, desenfreno, vergüenza por la intensa necesidad de que él se le acercase más, de que se acercase a su cuerpo. Pensó en todas las advertencias que le había hecho aquella primera noche. Con aquel hombre arriesgaba mucho más que su reputación: arriesgaba su corazón.
—¿Kook? Kook, ya he acabado.
Él dejó de besarla y se echó hacia atrás. Parecía estar tan aturdido como ella.
—Creo que nunca había visto una forma de distracción tan imaginativa — comentó el médico.
—Sí, bueno, ha funcionado, ¿no? —Jungkook se puso en pie, cogió el vaso de whisky que ________ había dejado a un lado y se bebió lo que quedaba de un solo trago.
Desde luego que había funcionado. El doctor Kim no sólo había podido darle todos los puntos, sino que además le había vendado también la mano.
—Es normal que se sienta un poco mareada —apuntó — . Tómese unos momentos para recuperarse.
Ella asintió.
—Gracias, gracias por sus atenciones. Supongo que lord Jeon le pagará por sus servicios.
—Me pagó hace mucho tiempo.
—Es otro de los niños de Feagan, ¿verdad?
Él le dedicó una irónica sonrisa mientras se ponía de pie y empezaba a guardar sus cosas en la bolsa.
—Dentro de una semana, cualquiera puede quitarle los puntos, pero si prefiere que lo haga yo, sólo tiene que decirle a Kook que me llame.
—Gracias — dijo ________ otra vez.
—Ha sido un placer poder ayudar. — Cerró la bolsa, se detuvo para susurrarle algo a Jungkook y se fue, dejándola a solas con él.
Ella se moría de ganas de que Kook se acercara, de que la tocara, de que la besara. El whisky se estaba adueñando de sus pensamientos. O tal vez su reacción sólo se debiera a todo lo que había ocurrido aquella noche. Sobrevivir a la experiencia había creado un vínculo entre ellos que antes no existía.
—¿Cómo vas a explicarlo? —le preguntó él.
—¿Disculpa? —________ tenía la sensación de que sus pensamientos estaban bañados en miel, especialmente los que tenían que ver con el conde. ¿Cómo iba a explicarle que quería que la besara otra vez?
—La mano.
—Oh. —Se la miró y la giró a un lado y a otro. Le dolía. Tal vez debería beber un poco más de whisky antes de marcharse—. Diré que me he cortado con un trozo de cristal o algo así. Tampoco nadie va a pedirme explicaciones. Es una de las ventajas de que mi hermano esté recorriendo el mundo.
—Debería llevarte a casa.
—Oh, sí, claro.
Para su sorpresa, en el carruaje no se sentó frente a ella como hubiese hecho un caballero, sino que lo hizo a su lado y la rodeó con el brazo; la abrazaba igual que lo haría una amiga o, ¿se atrevía a pensarlo siquiera?, un amante.
—Siento que haya ocurrido todo esto — dijo él en un tono de voz muy bajo e íntimo que se perdía en los confines del carruaje.
________ estaba completamente agotada. Lo único que quería era dormir.
—No te preocupes.
—En cuanto al beso...
—No te preocupes tampoco. No le diré nada a Frannie. Ya sé que era el único recurso que tenías para distraerme.
—Sé hacer algunos trucos con monedas, pero no me ha parecido que fuesen a resultar igual de eficaces.
—Estoy segura de que no. — Suspiró — . ¿Te atacan muy a menudo?
—Ha ocurrido alguna que otra vez.
—¿Crees que ha sido el señor Marcus Jeon? — Sabía que era mejor no referirse a él como su primo.
—Está claro que mi muerte le facilitaría las cosas, pero al contrario que nosotros, él no es un hombre de naturaleza agresiva.
Ella levantó rápidamente la cabeza, pero cuando se dio cuenta de que todo le daba vueltas, la volvió a apoyar sobre el hombro de Jungkook.
—¿Crees que soy agresiva?
—Quieres que mate a alguien.
—Ah, sí. Claro. — Casi había olvidado el motivo que la había llevado hasta su puerta. A veces resultaba fácil de olvidar; sobre todo cuando Gisell no estaba magullada, cuando parecía feliz.
¿La solución que había elegido era demasiado tajante?
En todas las noches que había pasado despierta buscando una salida al problema antes de acudir a Jeon Jungkook, jamás pensó que tuviese otra alternativa. Y sin embargo, a veces esa opción le parecía demasiado extrema. Si dos de las mujeres de Avendale no hubiesen muerto de forma misteriosa... Si no golpease a Gisell...
—Háblame de las ovejas descarriadas —dijo, para distraerse de esos desagradables pensamientos y del dolor que sentía en la mano.
Él emitió un suave gruñido. ________ pensó que se habría enfadado, o que la pregunta lo habría incomodado y no pensaba responderla. Finalmente, su grave voz sonó en el interior del carruaje, acunándola con su ronroneo.
—Cada uno tiene sus debilidades. En el caso de Frannie son los niños. En el mío las madres solteras. Todo empezó sin pensar. Una de mis sirvientas tenía una amiga que se quedó embarazada y el padre del bebé no se hizo responsable. Sospecho que era el dueño de la casa donde ella trabajaba, pero nunca lo reconoció. Así que envié a la chica a una de mis propiedades en el campo que yo no utilizaba. Desde entonces, no he dejado de enviar a otras mujeres en la misma circunstancia a esa casa.
Lo contaba como si no tuviese ninguna importancia.
—Debes de gastarte una fortuna en buenas obras.
—Por tu tono es como si creyeses que soy generoso. Aun a riesgo de parecer pretencioso, te diré que poseo una fortuna, una gran fortuna. Lo que doy no es nada. Alguien verdaderamente generoso es el que da el último de sus centavos.
«O el que se desprende de lo poco que le queda de su alma cuando es lo único que tiene», pensó ella desolada. ¿Le estaba pidiendo demasiado con su encargo?
Cuando llegaron a la residencia de ________, el carruaje se detuvo en el callejón, pero Jungkook no se quedó en la puerta, sino que la acompañó hasta la entrada del servicio, cogiéndola firmemente por el hombro como si necesitase a alguien que la sostuviese. Tal vez así fuera. A veces se sentía como flotando, como si todo estuviese a una gran distancia y, de repente, le apareciese justo delante.
—¿Estarás bien? — preguntó él.
Ella asintió.
—Te veré hoy a medianoche. ¿O es mañana? Nunca sé cómo referirme a la noche siguiente cuando el alba aún no se ha llevado la noche.
Él le cogió la barbilla y deslizó el pulgar sobre sus labios. Estaba tan oscuro y había tanta niebla que ________ no podía descifrar lo que estaba pensando.
—¿Crees que estarás en condiciones de seguir con las lecciones? —la interrogó.
La pregunta la sorprendió. Después de todo lo que habían vivido juntos esa noche, esperaba algo un poco más íntimo.
—Sí. —Se notaba sin aliento. No soportaba que tuviese tanto poder sobre ella.
—Bien. Entonces nos veremos esta noche.
Y desapareció a toda prisa entre la niebla como un fantasma. ________ abrió la puerta y entró en casa; luego se dejó caer sobre la puerta de madera. No esperaba que el conde le gustase. Ella sólo quería utilizarlo y luego olvidarlo.
Pero ahora sabía que, pasara lo que pasase con el acuerdo al que habían llegado, jamás lo olvidaría.
Kook escuchaba los sonidos del despertar de la ciudad mientras su carruaje se dirigía a su destino. Siempre le había gustado el ajetreo y el bullicio de Londres, especialmente a primera hora de la mañana. De niño, siempre pensaba que ése era el sonido de las grandes oportunidades: bolsillos en los que meter la mano, comida que robar, trucos que poder hacerles a los despistados. Y Frannie siempre estaba allí.
Fue desde la primera noche. La primera noche que Jimin lo llevó a casa de Feagan y vio a aquella niña sentada junto al fuego, la primera noche en que ella se acurrucó entre las mantas y él le cogió la mano y le dijo que no tuviese miedo... La había querido desde la primera noche.
No tenía ningún recuerdo de su vida anterior al momento en que Jimin lo encontró. Desde que sabía que Marcus Jeon estaba intentando recuperar el título, no dejaba de esforzarse por recordar cualquier cosa que pudiese de su pasado. Pero no había nada. Todos sus recuerdos eran de la calle.
Tal vez debía volver a ellas, volver a ellas con Frannie. Dejar que Jeon se quedase con el título. A Kook no le hacía ninguna falta el dinero de la herencia. Gracias a la sociedad que había formado con Jimin, tenía su propia fortuna. Pero no acababa de decidirse a renunciar a lo que el anciano conde le había asegurado que le pertenecía. A su manera, había llegado a apreciar a aquel hombre, y una parte de él creía que sería una traición a la persona que lo salvó de la horca y que cuidó tan bien de él.
El carruaje se detuvo frente a una mansión que Kook visitaba de vez en cuando. Se apeó en un camino adoquinado y subió los escalones. No llamó a la puerta ni esperó a que le diesen permiso; se limitó a abrir y entrar en la casa.
Una doncella que estaba limpiando el polvo de la barandilla dio un pequeño grito. Entonces le reconoció e hizo una reverencia.
—¿Dónde están? — preguntó Kook.
—En el comedor principal, mi lord.
Eso le extrañó. Esperaba encontrarlos aún en la cama. Le habría dado mucha satisfacción despertarlos por sorpresa. Aunque tal vez Jeon no se hubiese sorprendido mucho. Los remordimientos no solían dejar que los culpables durmiesen hasta muy tarde, o que durmiesen en absoluto. Se adentró en la residencia sin dudar. No llevaba ni sombrero ni guantes porque no había considerado que acompañar a ________ a casa requiriese tanta formalidad. Y fue de regreso a su domicilio cuando cambió de idea y decidió parar allí primero. Tenía la ropa arrugada, pero lo cierto era que jamás le había importado impresionarlos.
Entró en el comedor como si estuviese en su casa. Era evidente que sus decididos pasos habían alertado a los inquilinos de su llegada. Marcus Jeon arrastró la silla hacia atrás y se puso en pie con tanta celeridad que casi perdió el equilibrio. Su madre jadeó y se levantó con el rostro descompuesto.
—¡No tiene usted ningún derecho a estar aquí, señor! —exclamó la mujer, escupiendo pequeños trozos del desayuno sobre un plato en el que había comida suficiente para alimentar a una familia de cuatro personas.
—Al contrario, señora, soy yo quien paga el alquiler de esta finca. — Se acercó al buffet, cogió un plato y empezó a elegir lo que le apetecía. Estaba claro que no escatimaban en gastos para darse gusto al paladar—. Me atrevería a añadir incluso que he comprado los alimentos que componen este magnífico desayuno y que he pagado a los sirvientes que lo han cocinado. —Arqueó una ceja en dirección al mayordomo que esperaba junto a la puerta —. Que me traigan un poco de café.
—Sí, mi lord. — El hombre desapareció de inmediato por la puerta que daba a la cocina.
Kook llevó su plato a la mesa, cogió la silla que estaba frente a la madre de Marcus, sin ninguna duda la más peligrosa de los dos, y sonrió como si todo estuviese en paz con el mundo.
—Por favor, no interrumpan su desayuno por mí.
—Cielo santo, ¿eso que tiene en la camisa es sangre? — preguntó Marcus.
La sangre de ________. No se acordaba de que le hubiese manchado la ropa. Al pensar en lo cerca que había estado de perderla, lo asaltaba una sensación muy extraña: de repente, se sentía enfermo. Pero no podía pensar en eso en aquel momento, ni permitirse ninguna distracción. Primero tenía que enfrentarse a aquellos dos.
Empezó a cortar un poco de jamón como si la pregunta de Marcus no tuviese ninguna importancia.
—A decir verdad, sí —contestó — . Seguro que esto les parece interesante. Esta madrugada me ha ocurrido algo muy extraño cuando volvía a casa desde el club Park. Un grupo de canallas han detenido mi carruaje y han intentado matarme. ¿Se imaginan?
Marcus palideció mientras el rostro de su madre adquiría un espantoso tono rojo que en seguida se llenó de manchas blancas. Antes de que el resentimiento endureciese sus facciones, había de haber sido una mujer muy guapa.
—¿Está herido? —preguntó Marcus.
A Kook no lo sorprendió la sincera preocupación que resonaba en su voz. Marcus Jeon era dos años mayor que él. Poseía los famosos ojos cafés de los Jeon y su mismo pelo negro. Era un hombre muy apuesto. Kook estaba seguro de que si no hubiese sido por el resentimiento de su madre, podrían haber sido buenos amigos. Pero él había elegido serle leal a su madre y luchar contra el hombre que había usurpado su derecho al título.
—En absoluto —le aseguró Kook—. Como puede imaginar, al crecer en las calles de Londres estoy bastante acostumbrado a tratar con todo tipo de alimañas. ¿Alguna idea de quién puede estar interesado en que yo muera?
Marcus miró a su madre y luego volvió a centrarse en Kook.
—No.
—Sospecho que la mayor parte de los ciudadanos de Londres —dijo la madre de Marcus—. No es usted precisamente popular. Aunque lo cierto es que los ladrones nunca lo son.
Kook le dedicó una indulgente sonrisa.
—¿Otra vez con eso? He oído decir que han recurrido a los tribunales.
Marcus volvió a lanzar otra rápida mirada a su madre, que se había incorporado de la silla en señal de defensa.
—¿Cómo ha podido escuchar tal cosa? — preguntó Marcus.
—Tengo mis recursos.
—Mi hijo es el legítimo heredero de ese título.
—El anciano conde no estaba de acuerdo con eso.
—Usted jamás lo llamó abuelo. Marcus sí lo hizo.
Kook se esforzó por no demostrar lo mucho que lo afectaban esas palabras.
—Soy muy consciente de ello, señora. Pero jamás conseguirá quitarme el título. Disfruto demasiado de los beneficios que lo acompañan. —Se puso en pie y miró al hombre que nadie en aquel comedor creía que fuese su primo — . Si alguna vez quiere ganar una paga decente a cambio de trabajo honrado, hágamelo saber.
—¿Honrado? ¿En el club Park?
—Poseo otros negocios. En ellos no se paga igual de bien, pero son más respetables. Me interesaría que un buen hombre me ayudase a dirigirlos.
Marcus se burló.
—Usted no entiende lo que significa ser un caballero. Jamás lo ha entendido. Los caballeros no trabajan.
—Dígame, Marcus, si le recorto la asignación, ¿cómo va a pagar al abogado que ha contratado para representarle ante los tribunales?
El otro se quedó en silencio. Kook sabía que lo estaba presionando, y que no era lo más inteligente, pero parecía incapaz de detenerse.
—La próxima vez que me reúna con mi administrador, tal vez debería usted venir. Así podrá saber exactamente lo que heredará si tiene éxito con su demanda. Le aseguro que los beneficios que obtendrá de sus propiedades no serán ni de lejos tan generosos como yo. Piénselo bien.
Les dedicó a los dos una burlona reverencia antes de irse, sin esperar que nadie lo acompañase a la puerta. Casi había llegado al carruaje cuando un aguijonazo de dolor le atravesó la cabeza. Cada vez que se enfrentaba a ellos luego le dolía la cabeza. Debía de remorderle la conciencia: en el fondo, sabía que tenían razón y él no. Kook se estaba aferrando a algo que no le pertenecía. Sólo Dios sabía por qué se negaba a cederlo. Tal vez pensara que, siendo noble, podría hacer cosas buenas.
O puede que fuese porque el anciano creía de manera tan ferviente que aquél era el lugar que le correspondía que, por algún motivo que no conseguía descifrar, no quería decepcionarle.
—¿Has contratado a alguien para que lo mate? — preguntó Marcus mientras se paseaba frente a la chimenea.
—Me pareció la mejor forma de conseguir mis propósitos.
—Pero ya te expliqué que quiero hacerlo a través de los tribunales. Quiero que todo sea legal.
—Eso podría tardar años.
—No quiero que haya ninguna duda de que soy el verdadero conde de Jeon.
—Y no hay ninguna duda. Todo Londres sabe que él es un impostor.
Marcus despreciaba aquella voz calmada, aquella absoluta falta de emociones.
—Yo no quiero formar parte de este...
—Ahora ya es demasiado tarde para tener remordimientos.
Él negó con la cabeza.
—¿Por qué tienes tantos reparos?, — dijo la mujer—. Asesinó a tu padre.
—Jamás se demostró.
—Él no lo ha negado nunca.
—Francamente, a mí no me parece ningún asesino.
Una sombría carcajada retumbó en las paredes de la habitación.
—¿Y qué? Yo tampoco lo parezco.
Marcus siempre había creído que el odio era una emoción ardiente, pero al mirar a los oscuros ojos de su madre, se dio cuenta de que en realidad era un sentimiento frío, muy frío; y muy, muy peligroso.
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EN LA CAMA CON EL DIABLO (JUNGKOOK)
RomanceEN LA CAMA CON EL DIABLO Le llaman el conde Diablo; un canalla acusado de asesinato, que creció en las violentas calles de Londres. Una dama decente arriesga mucho más que su reputación cuando se asocia con el diabólicamente apuesto Jeon Jungkook, p...