Ambas rubias se miraban fijamente en silencio, los ojos de Daisy se veían débiles y exhaustos, todo debido al poco descanso que tuvo desde que llegó a ese lugar tan oscuro.
Ninguna decía palabra alguna y tenían sus razones, la menor no podía creer que esa mujer se podía tratar de su madre y todo debido al gran parecido. Del otro lado la mayor no caía aún en cuenta de que tenía a su hija enfrente suyo, a su pequeña... La había perdido varios años atrás por la necesidad del dinero y se lamentaba a diario por tal decisión, se lamentaba haberla dejado ir y el haber sido pobre en ese momento.
"Usted..." Daisy sentía su voz quebrarse y como un nudo se comenzaba a crear en su garganta.
"Luc... Daisy, se que... fue inhumano lo que hice..." Las palabras no le salían con claridad, solo pensaba una y otra vez en ese error de hace veinte años. "Y entiendo si... si estas enojada... bueno, es bastante comprensible, llevas dos días atada y de la nada aparece una loca diciendo que es tu... tu madre"
Por otro lado, la menor no soltaba palabra alguna, no podía siquiera pensar debido a la cantidad de información que recibió en tan solo un minuto gracias a Valeria, la líder del cartel más respetado de todo México.
"Déjame contarte qué pasó en realidad, por favor, se que ninguna madre sería capaz de entregar a su hija y lo que hice estuvo muy mal, pero por favor... escúchame." Daisy finalmente levantó la mirada hacia su supuesta madre y ahí estaba, había sacado un par de rasgos de su padre como sus cejas pobladas y sus pestañas rizadas, pero su cabello rubio era de ella al igual que sus labios, sus ojos y esa expresión melancólica en su mirada, era como si la hubiera creado a su imagen. El silencio que le estaba otorgando era la oportunidad que le daba para poder hablar y darle la supuesta explicación. "Tenía quince años cuando me embaracé de ti, tu padre... él simplemente desapareció antes de que nacieras, cuando naciste a los cuarenta días te tuve que entregar porque... era pobre y no podía siquiera comprarte tu ropita..." Su voz quebrada reflejaba el dolor de los recuerdos y el como a diario deseaba que las cosas hubieran sido diferentes, si hubiera sido más fuerte y menos vulnerable... las noches llenas de pensamientos autodestructivos jamás acababan a pesar de que el sol diera con todas sus fuerzas sobre ella... porque el tan solo ver aquellos rayos dorados recordaba el brillante cabello de su niña, a la cual perdió por su debilidad. "Y él apareció, era un hombre muy prepotente, egocéntrico y adinerado... él me prometió cuidar bien de ti con su esposa y velar por tu seguridad como por tu felicidad... ellos te iban a dar todo lo que yo no iba a poder darte..."
Sus ojos se llenaron de lágrimas y sobraron los minutos hasta que sus mejillas comenzaron a sentirse húmedas. Llevaba casi toda una vida guardándose ese terrible dolor de perder a su única luz en la vida y cuando por fin pudo soltarlo... era como si tuviera reviviendo cada día desde el día en que la dejó ir de su lado.
"No... No puedo creerte." Musitó la menor con sus manos temblando al igual que el resto de su cuerpo, intentaba controlar su propio temblor pero la ansiedad se la estaba comiendo viva, su mente no dejaba de procesar la nueva información y el miedo seguía presente en ella, tenía enfrente suyo a una mujer que decía con total seguridad que era su madre y por más que no quisiera creerle... las cosas comenzaron a cuadrar, cada una de ella, Valeria tenía razón al fin y al cabo, jamás vio un solo parecido entre ella y sus padres, es más, ni sus abuelos compartían similitudes con su nieta, era más parecida a esa desconocida mujer que a cualquiera de su familia. "¿Por qué... no luchaste por mí?" Preguntó afligida con un susurro de voz, se sentía muy débil.
"¿Por qué crees que estás aquí? Se acercó a su pequeña para luego arrodillarse frente suyo y tomarla de las mejillas, y Daisy no buscó alejarse, su tacto era más que suave... era cálido, le otorgaba una seguridad que en su vida sus padres pudieron hacerle sentir con su tacto. "Ella..." Comenzó a hablar refiriéndose a Valeria, quien obviamente estaba del otro lado de la puerta escuchando todo. "Ella te trajo aquí porque yo se lo pedí, tus padres luego de que te compraron no me dejaron verte nunca más, tuve que verte crecer por la televisión, las noticias y periódicos, yo quería tenerte devuelta conmigo cuando cumpliste un año... ya tenía un trabajo y podía cuidarte, pero simplemente ignoraron mis peticiones."
"Ellos me cuidaron como su hija, ¿Te has puesto a pensar porque no querían entregarme? Formamos un vinculo muy fuerte y... simplemente no, ellos son mis padres... quiero volver con ellos." Sus palabras eran como dagas en el corazón de la contraria, ella la miraba con dolor e intentaba comprender el porque de sus palabras. "Déjame ir a casa, por favor..."
No le quedaba de otra que aceptar, era su hija y daría todo por ella, si le pedía la libertad... se la daría sin dudarlo.
"Esta bien, pequeña mía... si es lo que deseas..." Se levantó del suelo con la mirada aún puesta en ella y con una sonrisa que expresaba dolor. "Si cambias de decisión... solo háblame a este número y te pasaré a buscar" Guardó una pequeña tarjeta en uno de sus bolsillos y salió del cuarto para darle paso a la soledad.
El mayor momento de reflexión que pudo afrontar en su corta vida, donde imaginaba como hubiera sido su vida si en realidad su vida fuera otra, si su supuesta madre jamás la hubiera dejado atrás...
"Such a pretty house..." (Una casa tan bonita...)
Tarareó en voz baja mientras miraba el suelo e imaginaba la preciosa casa en la que hubiera vivido... en la que pudo haber sido más feliz que nunca lejos de todo ese protocolo real y con alguien que... pudo amarla de la forma más honesta y real que existiera.
"And such a pretty garden" (Y jardín tan hermoso)
En su mundo ideal tenía un precioso jardín donde todas las tardes cuando era pequeña tomaba el té junto a sus muñecas y era feliz inconscientemente, un mundo ideal con padres que la amaban...
"No alarms and surprises... please" (Sin alarmas ni sorpresas... por favor)
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