Lo que siempre deseaste

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El timbre del apartamento de Geto suena tres veces seguidas, ¿quién toca un lunes a las 7 de la mañana? No tenía que ir a casa de los Itadori por las vacaciones que tiene Jin, tampoco trabajar ya que su asistente se encargará de abrir la panadería por lo que tiene libre ese día, la única cosa programada para ese lunes es ir al supermercado a llenar su despensa para el día siguiente, con pereza se levanta y toma sus pantuflas para irse a la puerta principal.

-Ya voy... ya voy -se apresura en decir al escuchar el timbre nuevamente, se frota los ojos y abre la puerta teniendo unas pequeñas sorpresas.

-¡Papá! -dicen dos niñas al unísono saltando hacia sus brazos.

-Nanako, Mimiko... las esperaba mañana -murmura cargando a ambas niñas.

-Tenían muchas ganas de verte que para su suerte ayer hubo cupos disponibles para un vuelo hoy en la madrugada, me levantaron temprano para asegurarse que no perdamos el vuelo -dice una mujer rubia dejando dos maletas enormes en la puerta- se trajeron todo lo que pudieron de la casa, incluso sus libros para antes de dormir.

-No debieron, aquí tienen suficientes, ¿qué tal se comportaron las niñas, Yuki? -Suguru toma las maletas mientras que la mujer entra a la casa y deja en el perchero las mochilas de las mellizas.

-Pues que esperas de ellas, son unas niñas hermosas, siempre con energías, los maestros me dicen que aprenden a un ritmo impresionante -de una de las mochilas saca dos boletas de notas- ¿puedes creer que Mimiko quiso traer la gallina que tiene?

-Gracias al cielo la detuviste, no sé qué hubiera hecho con esos animales aquí -el azabache escucha un quejido de su gato el cual corre a toda velocidad hacia el segundo piso bastante asustado.

-Papi, no es justo, siempre que venimos a visitarte tu gatito se va -dice Mimiko con un puchero algo cabizbaja.

-Cariño, sabes que a snowball no le gusta jugar brusco, pueden tratar dándole comida y acercándose a acariciarlo -Suguru se agacha para despeinar a las mellizas.

-Eso haré -la pequeña castaña toma a su melliza de la mano para irse al segundo piso- vamos a llevarle sus galletitas.

-¡Si! -Nanako la sigue dando pequeños saltos.

Yuki toma asiento en el comedor esperando a Suguru para seguir conversando.

-Algo sucede -la rubia señala las ojeras de su ex esposo- se te nota, algún acontecimiento que te tenga así -la mujer lo conoce muy bien, no por nada estuvieron casados 4 años, son como mejores amigos ahora separados.

-La verdad si, ¿recuerdas que te hablé del chico con el que estuve de novio hasta mediados de la universidad? -necesita contarle a alguien y quien mejor que su ex esposa, cero interés romántico, una mujer a la cual le puede decir donde escondió un cadáver y ella nunca diría nada.

-Te refieres a... -se pone a pensar en el nombre- Santoriu -agrega casi recordando.

-Satoru, si, ese -la rubia asiente atenta a lo que dice- tal parece que vive en California, de todos los lugares posibles, me mudo en donde vive él, lo hice para estar más cerca de ustedes y seguir cuidando de Yuuji.

-Pues ignoralo y ya, ¿te dijo algo? Porque para que estés con esa cara, quiere decir que hablaron -Yuki cubre su boca sorprendida sin dejarlo hablar ya que su imaginación empieza a crear escenarios, y esos escenarios probablemente la ayuden a escribir su siguiente novela, y si, es escritora- no me digas que te dijo que volvieran.

-¿Que? No, claro que no, y si me dijera eso, la respuesta es no -responde palmeando la mesa, juraria haber escuchado un quejido desanimado a la rubia.

-Bien, ¿que sucedió entonces? -la idea de verlos juntos no estaría nada mal, ya que en el pasado cuando le contó sobre Satoru, Yuki percibía cierto cariño y tristeza.

Cupids (FushiIta) (SatoSugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora